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De lo sencillo y creíble a lo experimental y forzado

La 66 edición del Festival de Cine de San Sebastián proyectó los últimos filmes de Isaki Lacuesta, Carlos Vermut y Jaime Rosales o el sorprendente debut de Celia Rico
De lo sencillo y creíble a lo experimental y forzado
08/10/2018 - Gorka Díez

En un festival de cine como el de San Sebastián, en el que se proyectan cerca de un centenar de películas de distinta temática y nacionalidad, tanto de nuevos como de veteranos directores, uno puede lo mismo gozar que retorcerse de aburrimiento en la butaca, en función tanto de sus gustos y estado de ánimo como de la propuesta del director o directora elegidos, que pueden ir de lo convencional y previsible hasta lo más experimental y sorprendente.

Con tanta oferta, se suelen agradecer, en general, películas sencillas pero que nos hablen, con cierta delicadeza, de personas comunes en contextos cotidianos y ahonden en temas eternos como el amor y el desamor, las relaciones familiares o esos sueños que un día parecen al alcance de la mano y al otro uno los ve desvanecerse.

Es el caso de la película galardonada con la Concha de Oro, Entre dos aguas, de Isaki Lacuesta, quien ya sabía lo que era ganar este certamen con Los pasos dobles, de 2011. En esta ocasión, como continuación de su película de 2006 La leyenda del tiempo, deja a un lado la experimentación para adentrarse en el día a día de dos hermanos treintañeros a los que la vida ha tratado de desigual manera: uno tiene un trabajo estable en el ejército (aunque su sueño es montar una panadería) y vive con su mujer e hijos mientras que el otro acaba de salir de la cárcel, no encuentra trabajo y su mujer, con quien tiene tres niñas, le ha cerrado las puertas del hogar.

Con una mezcla de ficción y documental, todo está narrado con sencillez y naturalidad: es la vida la que asoma en cada escena. Aunque quizá sobren detalles y la historia se podría haber contado en menos tiempo.

De lo sencillo y creíble a lo experimental y forzado

El filme que sí que va directamente al grano, y en el que nada sobra, es Viaje al cuarto de una madre, de la sevillana Celia Rico, que con su debut en el largo ha conseguido el Premio de la Juventud. Su película nos habla de una madre (Lola Dueñas) cerca de los cincuenta que vive con una hija en edad de pensar en qué hacer con su vida. La ausencia del padre, se entiende que fallecido aunque –y es uno de los grandes aciertos del filme– solo se le mencione muy sutilmente, la ha dejado sin más ganas que ver series de televisión y hacer todo lo posible porque su hija sea feliz. Hasta que el descubrimiento del WhatsApp como nueva ventana al mundo, las andanzas de su hija au pair en Londres y su implicación con un grupo que canta boleros al que confecciona unos trajes le inyectan nuevas ganas de vivir.

La vida familiar y cotidiana está también reflejada en la nueva entrega de uno de los Premios Donostia 2018, Hirokazu Koreeda, que en Un asunto de familia vuelve a poner su poética mirada en los fogones y supermercados, el rostro de los niños y los fuegos artificiales. Aunque no llega al nivel de Nadie sabe, la Palma de Oro en Cannes 2018 guarda similitudes con aquella y cuenta con un final inesperado.

El amor y el desamor es el tema principal de la comedia Un hombre fiel, de Louis Garrel, donde este actor conocido por películas como Soñadores, de Bertolucci, recupera el espíritu de la nouvelle vague con Truffaut como principal referente, aunque también hay ecos de François Ozon y del español Jonás Trueba en un triángulo amoroso de ambiente urbano cuyo guion, en colaboración con Jean-Claude Carrière, fue premiado en San Sebastián ex aequo​ con Yuli, cuyo texto firma el habitual de Kean Loach Paul Laverty.

Una Filipinas corrupta, con policías que buscan el lucro personal en su lucha a balazos contra el tráfico de drogas, aparece muy bien retratada en la descarnada Alpha, The Right To Kill, de Brillante Mendoza, Premio Especial del Jurado. Una mirada a las cloacas de la sociedad mucho más auténtica que la propuesta por Rodrigo Sorogoyen en El reino.

De lo sencillo y creíble a lo experimental y forzado

Cine con pretensiones

Ya entre esos filmes con vocación más rompedora, con tantos adeptos como detractores, se sitúa ¿Quién te cantará?, de Carlos Vermut. La atmósfera intrigante que ya tenía Magical girl reaparece en esta historia sobre una cantante de éxito que planea su vuelta a los escenarios diez años después de su última actuación pero con un hándicap importante: ha perdido la memoria. Su situación le lleva a pedir la ayuda de una cantante de karaoke y fan, con la que llega a fusionarse. Todo es muy inquietante pero a Vermut se le va la mano con el personaje de una alocada hija que amenaza todo el rato a su progenitora con cortarse el cuello con una navaja. Demasiado fuerte.

Vermut peca además de osado al incluir, en una escena de discoteca, el clásico de Alaska Ni tú ni nadie que ya aparecía en un filme que obtuvo la Concha de Oro en 2001, Los lunes al sol. Y la intensidad emocional de sus protagonistas, todas mujeres, acaba recordando demasiado al Almodóvar más pretencioso y cargante.

Aunque, para retorcida, la nueva película de Jaime Rosales, Petra, la historia de una pintora a la búsqueda de su posible padre, un ambicioso y cruel artista. Pese a contar con la participación de Bárbara Lennie y Álex Brendemühl, el nuevo filme del director de La soledad se adentra en un callejón sin más salida que la violencia a medida que se suceden los capítulos, intencionadamente desordenados.

También experimental, aunque con más sentido, es la futurista High life, de Claire Denis, Premio Fipresci de la crítica que protagonizan unos presidiarios con condenas de larga duración que, ante la ausencia de horizonte, se prestan al experimento de viajar por el espacio en una nave espacial aun sabedores de que es posible que no vuelvan a poner los pies sobre la tierra. Robert Thomas Pattinson y Juliette Binoche interpretan a dos de esos seres perdidos en el espacio y en la vida que en un bebé encontrarán una razón para seguir.