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La raíz y la espiral. Despedida a Martín Chirino

Una fragua en la calle Herrerías de Cuenca fue el lugar que el escultor Martín Chirino hizo suyo para despertar las lumbres de su futuro como artista de reconocida trayectoria internacional
La raíz y la espiral. Despedida a Martín Chirino
17/03/2019 - Samir Delgado

La ciudad de Cuenca tiene un don especial entre los muchos de su identidad, permanece en el imaginario de los artistas que hicieron vida y obra bajo su cielo. En la historia decisiva del arte español de los últimos cincuenta años la ciudad del Júcar y del Huécar se ha convertido en uno de los lugares de paso obligado para quienes desean conocer de cerca aquellos espacios del patrimonio íntimo que formaron parte de las horas cotidianas de los artistas abstractos.

Una fragua en la calle Herrerías de Cuenca fue precisamente el lugar que el escultor Martín Chirino hizo suyo para despertar las lumbres de su futuro como artista de reconocida trayectoria internacional. También algunos sitios y amistades de Nueva York fueron decisivos, y buena parte de su imaginación creadora siempre estuvo vinculada a las islas que le vieron nacer, una playa y unas rocas, los alisios y el volcán. A

caba de fallecer el gran artista canario a sus 94 años de edad recién cumplidos. Hacía tiempo que la Fundación que lleva su nombre en Las Palmas de Gran Canaria se significó como el enclave primordial para proseguir con la difusión de su legado artístico diseminado por museos de todo el mundo y monumentos públicos de ciudad españolas que acogieron de buena fe sus creaciones forjadas en el intervalo trascendental de la era democrática.

Martín Chirino estuvo al frente de museos de arte de primera magnitud como el actual Centro Atlántico de Arte Moderno en Gran Canaria y el propio Círculo de Bellas Artes de Madrid en los ochenta. Y más aún. Chirino participó presencialmente en la inauguración del Museo de Arte Abstracto de las Casas Colgadas en 1966. Dos esculturas suyas forman parte de la colección conquense y siempre estuvo Chirino entre las personalidades artísticas más reconocidas del panorama internacional que habían dibujado un puente para dos siglos entre Castilla y Canarias.

Su padre fue trabajador de los astilleros en el Muelle de Las Palmas y de ese contacto con el devenir de las mareas y los vientos surgió el artista. Junto a él Millares- amigos para siempre- junto a Elvireta Escobio y el poeta Manuel Padorno cruzaron el atlántico en 1955 para dar nombre a uno de los viajes más importantes de la ruta insular de la cultura hacia el continente europeo. También Alejandro Reino, otro artista canario estuvo en la expedición. Y justamente el pasado 2018 falleció también dejando para la posteridad los detalles de esa odisea.

Martín Chirino tenía la cualidad de ser un hombre para muchos tiempos. La espiral soñada por sus manos se acabó convirtiendo en símbolo institucional de las islas y en su biografía destacan especialmente su participación en la epopeya del Grupo El Paso y en los diferentes manifiestos que reclamaban la democracia y la personalidad tricontinental de la historia de sus islas.

De hecho la arquitectura visual de gran parte de sus esculturas tiene una raigambre africana. Las espirales guanches eran un vestigio primitivo, de la pertenencia ancestral de los habitantes de las islas a la cultura amazigh que representa a día de hoy a millones de hablantes de la lengua bereber. Desde la kabilia argelina a Mali, pasando por el Rif y el Atlas marroquí, sin olvidar a los tuaregs entre muchos otros, los nómadas del desierto.

Poesía una visión del futuro con tinta cosmopolita y de progreso, supo hacer del fuego y del hierro una forma de eternizar los cuatro vientos. Y en Cuenca tuvo siempre un hogar para las espirales del mañana. Descanse en paz


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