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Poesía del silencio abstracto

La poesía de Samir Delgado en “Jardín seco” habla del silencio abstracto a la hora de enfrentarse a los entresijos mudos de contemplar un cuadro con parsimonia y dedicación
Poesía del silencio abstracto
15/12/2019 - Santiago Redondo Vega

En “Jardín seco”, el poeta Samir Delgado rinde homenaje a la pintura abstracta del artista filipino / español Fernando Zóbel de Ayala y Montojo, de cuyo fallecimiento se cumple este año el trigésimo quinto aniversario. Y es que Zóbel, pintor con un acercamiento muy literario a las artes, homenajeando la obra poética de, entre otros, Lope de Vega, Lorca o Machado, estuvo también vinculado al origen del Museo de Arte Contemporáneo de Cuenca, ciudad en la que Samir Delgado llevó a cabo su máster y donde pudo conocer de cerca la propia biblioteca del artista. Allí el poeta se impactó del pintor filipino/español, que representa todo un ejemplo de modernidad pictórica según él –ya se ha dicho que Samir es además de poeta, crítico de arte- y por eso este poemario “Jardín seco” recoge y ampara las dos esferas artísticas que caracterizan sobremanera a mi hoy compañero de mesa, la poética y la pictórica.

En justa correspondencia, también han sido muchos los poetas que se han sentido tentados por el acercamiento a la obra de Zóbel, como muy bien da cuenta en el prólogo del poemario de Samir, el crítico de arte Alfonso de la Torre quien se encuentra además ahora mismo gestando el catálogo razonado del mencionado pintor.

La poesía de Samir Delgado en “Jardín seco” habla del silencio, del silencio abstracto a la hora de enfrentarse a los entresijos mudos de contemplar un cuadro con parsimonia y dedicación, y de sacar las adecuadas conclusiones para transmitírselas a continuación, a la impaciencia letrálica del verso.

Alrededor de 60 cuadros del pintor se dejan someter en este poemario a la dimensión lírica de quien, ojo avizor, es capaz de positivar en verso las múltiples interpretaciones que el arte abstracto es libre de ofrecer a quien, sin apriorismos, se deja seducir por tan poliédrico arte. Por eso la pintura, la pintura abstracta de Fernando Zóbel, abandona por un momento la bidimensionalidad o tridimensionalidad acaso del cuadro, se sale del bastidor que la contiene, y se sube a los ojos hambrientos del poeta, para dejarse querer y respirar por fin el reconfortante oxígeno del verso.

Los poemas de Samir alusivos a las pinturas de Zóbel se sustentan en el aire de su propia imaginación pictórica, se engarzan en la inaprensible ilación de las imágenes poéticas, se suceden, cuentan, elucubran, fluyen, mecen, se acodan o improvisan en el aire mudo de lo inerte, pero no concluyen, ni aterrizan, ni se anclan sutilmente al terreno, porque la pintura abstracta carece de un inequívoco principio, tal vez porque tampoco necesite de un adecuado final, y sus imágenes penden de la travesura imaginativa del poeta, que las enumera y las cuantifica en metáforas de luz, de color y de sensaciones, bajo el leve transcurrir de la vida entre metáforas.

La poética a la que Samir Delgado se acoge en “Jardín seco” está basada en el asombro y la emoción sin aspavientos, calma y melódica, transportándonos, en algunos casos, a la manera de hacer cultivada por otras pacientes y milenarias culturas, embebiéndose de esa naturaleza informe quizá, extravagante a veces, e inerte inequívocamente siempre, propia del contenido abstracto, que nos recuerdan a la manera oriental de describir paisajes y sentimientos. Su forma de positivar en palabras la magnitud de ese vuelo, concuerda aquí con la visión, con la contemplación, con la narración de la naturaleza, naturaleza puramente abstracta en este caso, así de rígida y de amorfa, pero naturaleza también, al fin y al cabo, sin mengua, sin abstracción, sin paliativos.

Estructura poética que acostumbran, por siglos, a cultivar en sus composiciones los poetas orientales como digo, los japoneses, más concretamente Y a modo de impropios Haykus o Tankas, por ejemplo, y digo impropios porque ni estructura, ni número de sílabas, ni de versos, concuerdan en forma con esas estructuradas milenarias, pero sí la enumeración contemplativa del discurrir de las horas del poeta ante el cuadro que se convierten, ya en el papel, en una sucesión de metáforas surrealistas unas veces, y enunciativas y totalmente reales otras.

Pero no todo es así de concluyente y de homogéneo, porque en su afán evocador de espacios y momentos, Samir Delgado sabe arrogarse también del oficio de la prosa poética, como elemento aglutinador de esas formas de expresión, que nos transportan hasta las estribaciones de sus sentimientos más hondos. Y habla de colores, de accidentes geográficos, de nombres propios, de lugares con filiación y con historia, de escenarios únicos y concretos.

Y, en algunos casos, se puede hasta afirmar que muchos de sus versos así, individualizados, suponen ya toda una metáfora de júbilo, una verdad certera, un aforismo, una greguería casi, una declaración de guerra a la abulia y al desasosiego.

Y es que el poeta permanece siempre ahí, paciente, lúcido, ojo sereno, leve, tenue, contenido, dimensionando luces y sombras pictóricas para llevarlas luego hasta la obligación fonética del papel, alfabetizando recuerdos, concretos o sin concretar, a través de motivadoras experiencias lúcidas, porque la poesía en la pintura vive evidentemente de eso, de la memoria sentimental de lo aprehendido.

Santiago Redondo Vega es poeta y escritor.

“Jardín seco” del poeta Samir Delgado.

Editorial: Bala perdía. Editora: Lorena Carbajo Castro