Hace un cuarto de siglo las salas de cine de todo el mundo se vieron invadidas por unos dinosaurios recreados con un verismo inédito hasta entonces; nada que ver con aquel ingenuo tiranosaurio llamado Gwangi que justamente veinticinco años antes había perecido sepultado bajo las llamas de la catedral de Cuenca.
El Parque Jurásico creado por Steven Spielberg a partir de la obra literaria del especialista en el género Michael Chrichton, supuso una renovación del cine de aventuras, combinando el suspense, el fantástico y la ciencia ficción, que ha marcado el desarrollo de los efectos visuales hasta relegar el argumento y el guion a papeles mojados. Tras un par de nuevas visitas cada vez menos estimulantes al famoso parque de dinosaurios, hace un par de años Spielberg decidió regresar a la ficticia isla de Nublar a reavivar los rescoldos de otro negocio millonario; ahora el parque era el mundo (world).
Para esta secuela de la segunda entrega (quinta de la serie) se encargó la dirección al español J. A. Bayona, tras sus éxitos internacionales Lo imposible (2012) y Un monstruo viene a verme (2016); poco podía hacer salvo ilustrar con evidente oficio y recursos narrativos un guion que le dieron hecho y que se limitaba a repetir el esquema argumental y los personajes de su predecesora, no en vano el libreto estaba firmado por el realizador de aquella, Colin Trevorrow. Tenemos pues, un guion infumable que dilapida rápidamente algunas ideas más o menos ingeniosas (clonaciones manipuladas para crear armas o seres amados) en aras a una simple clonación de la historia, por utilizar un símil apropiado al tema. Cuando termina el prólogo previo a los títulos de crédito, que además engarza pertinentemente con el desenlace de la anterior entrega, hemos disfrutado lo mejor de la película; las dos horas que siguen carecen de otro interés más allá de recrearse en identificar a unos seres que poblaron la tierra hace cien millones de años.
Desde que el propio director confirmara la presencia del concavenator corcovatus entre las especies que aparecen en Jurassic Wold: El reino caido, los espectadores conquenses han encontrado un estímulo añadido al visionado del film, lo que probablemente ha influido en el gran éxito que la película está teniendo en las salas de nuestra ciudad. Lo cierto es que a este “cazador jorobado de Cuenca” (que viene a ser el significado de su nombre en latín) aparecido en el yacimiento de Las Hoyas (término de La Cierva) conocido popularmente como “Pepito”, Bayona le ha asignado un cometido sin apenas oportunidad de lucimiento: su figura de camello (por aquello de la aparente doble joroba) aparece reconstruida en un diorama del museo de la super-mansión convertida en una especie de nueva isla donde los héroes de la película realizan sus hazañas. Es una pena no ver a “Pepito” en acción, aunque, en un guiño simpático, casi devora a una muñeca de trapo.