El 25 de noviembre se cumplen 50 años de la muerte de Federico Muelas, el poeta y escritor de Cuenca, y aunque la ciudad que él tanto cantó y amó en sus versos y en su prosa, le recuerda permanentemente con su nombre en una calle en el Casco Antiguo, cerca del Escardillo, y dando su nombre a un Colegio, así como un certamen poético, y en estatua de bronce presidiendo las ruinas de San Pantaleón, su buena sombra sigue siendo alargada, como solía decir Florencio Martínez Ruiz, uno de los expertos de toda su obra, quien por cierto descansa eternamente en el camposanto de San Isidro, muy cerca del propio Federico.
Hablar de Federico Muelas y toda su grandiosa obra, tanto a nivel nacional, como a nivel local y provincial, nos llevaría todas las páginas del semanario, pero en esta especial conmemoración vamos a recordar algunos aspectos más cercanos sobre este personaje conquense, que fue nombrado hijo predilecto de Cuenca en 1964 y recibió la Medalla de Oro de la Provincia a título Póstumo.
TRAZOS DE ROTULADOR EN LAS LINOTIPIAS
Tuve la suerte y el honor de conocer al poeta y escritor Federico de Cuenca --como le bautizó Pedro de Lorenzo--, en mis inicios en “Diario de Cuenca”, a partir de 1969, primero de la mano del director Ángel Ríos y posteriormente bajo la dirección de Miguel María de la Hoz. Además pude comprobar, y sobre todo valorar, cosa que casi nunca se ha dicho, los esfuerzos de linotipistas como Jesús Torrecilla, Fernando Collado, Luis Cano, Jesús Serna o José Bustos, para entender la letra de Federico Muelas, con trazos negros de rotulador, a veces en cuartillas o folios amarillentos, con sus correcciones y tachaduras, en artículos escritos a mano, a veces casi ininteligibles. Mérito por tanto para quienes tenían que convertir aquellos garabatos en letras de plomo, aunque las erratas estuviesen a la orden del día, pese a la ardua labor del corrector de turno.
SUS ARTICULOS EN DOS LIBROS
Por ello, fue todo un acierto y por tanto bien merece destacarse, que todos los artículos publicados por Federico Muelas en “Ofensiva” y “Diario de Cuenca”, en sus secciones “Mi alma en mi almena”, “Moliendo y amolando”, “Aire y firmeza” y “Cartas sobre la mesa”, hayan sido recogidos en dos libros, bajo el genérico y explicativo título de “El articulista de periódicos. Cuenca, realidad y fantasía en la visión de Federico Muelas.
El primero abarca desde 1942 a 1962 y el segundo desde 1962 hasta 1974, el año de su muerte. Su último artículo fue el titulado “Seguimos con el monumento del Socorro”. Ambos libros fueron editados por la Diputación Provincial, llevando todo el peso de la ingente obra de compilación de artículos y de su corrección y presentación el fecundo periodista y escritor, José Luis Muñoz Ramírez, que hizo una gran labor de recopilación para hacer más inteligibles los textos, adivinando las erratas o el baile de renglones, que también era frecuente, al ser líneas de plomo, amén de la cita de personajes con nombres y apellidos y la paginación correspondiente. El poeta enviaba sus artículos por correo desde Madrid. Cuando venía por Cuenca pasaba por la Redacción de “Diario de Cuenca”, que estaba en el primer piso de la calle Aguirre, al lado de San Esteban (antiguo San Francisco).
Mi primera entrevista personal con Federico Muelas se produjo en Madrid, en su casa-botica de la calle Gravina, 13. Aún conservo su tarjeta de visita y sigo los sabios consejos que me dio. Era el año 1972 y debido al servicio militar que yo cumplía en el Servicio Geográfico, mantuve durante esa etapa una sección semanal en “Diario de Cuenca” que se titulaba “De Cibeles a Carretería”. Naturalmente, Federico Muelas me facilitaba algunas de las noticias relacionadas con Cuenca que yo enviaba desde Madrid, también por correo, pues igualmente en esa etapa militar colaboraba en “El Ruedo” que dirigía el conquense Carlos Briones, con Jesús Sotos de redactor-jefe. En esa revista nacional publiqué el “Villancico que llaman de los toreros”, de Federico Muelas.
UN PARADOR PARA CUENCA
En el último año de vida de Federico éste se prodigó como paladín de Cuenca o cronista de la ciudad, lanzando sus misivas a través de sus renglones. Uno de los últimos artículos que escribió Federico Muelas, aparte de una polémica con María Luisa Vallejo, se titulaba “En Castilla volverá a haber un Castillo”. Se publicó en “Diario de Cuenca” el 12 de junio de 1974, y trataba del Castillo de Cuenca, que se iba a convertir en Parador de Turismo.
Escribía Federico: “Parecerá extraño que de manera telepática me haya llegado una importante noticia en relación con el futuro Parador Nacional de Cuenca. Pero así ha sido. Yo tengo una caracola fósil encontrada en los estratos de un rincón conquense que sustituye con ventaja al pajarito de la dicción metafórica y me tiene al corriente de las cosas que por Cuenca atañen. Escuchando la llamada de este artilugio mágico, me he enterado de que ocho docenas de millones de pesetas están ya prestos para empezar la tarea que convertirá el antiguo Castillo de los Hurtado de Mendoza, desde tanto tiempo utilizado para menesteres poco simpáticos, en uno de los albergues más bellos del país”.
El gozo de Federico se quedó en el pozo de los deseos…, pero si hoy levantase la cabeza estaría satisfecho de ver el Parador en San Pablo y el Castillo convertido en Archivo, donde habrá “cosas de Federico” como él solía decir. El cronista de Cuenca escribía aquel artículo de junio de 1974 en su sección “Mi alma en mi almena”, lanzando las campanas al vuelo, gozoso de aquella noticia de que en el Castillo, que había sido sede de la Inquisición y cárcel, se proyectaba construir un Parador de Turismo del Ministerio que presidía Fraga Iribarne, amigo de Federico, e incluso el proyecto lo hizo el arquitecto “de cepa conquense” Julio Cano Lasso. Federico Muelas falleció cinco meses después y el Parador no sería realidad hasta veinte años después, pero en el Convento de San Pablo.
RECUERDO EN SU CENTENARIO
En estos cincuenta años Cuenca no ha olvidado ni mucho menos a Federico Muelas, su poeta e hijo predilecto, que tiene calle y colegio a su nombre. Por ejemplo, en el año 2010 se celebró con diversos actos de recuerdo y una exposición, el Centenario del nacimiento de Federico Muelas, de quien todos dábamos por hecho que había nacido en 1910. Sin embargo, y entramos en el terreno anecdótico, el investigador Israel José Pérez Calleja, enamorado de la obra de Federico, dio a conocer que tal nacimiento fue un año antes, es decir, el 7 de octubre de 1909, aportando un documento tan veraz como la partida de nacimiento.
Federico Muelas, que nunca se hubiera jubilado ejerciendo de conquense, falleció a los 65 años, dejando muchos temas en el tintero para seguir luchando por Cuenca. Federico de Cuenca se hubiera prodigado en libros y artículos defendiendo a su tierra y dando ideas. No podemos olvidar que fue Premio Nacional de guiones cinematográficos en 1961 y Premio Nacional de Poesía en 1964. Fue redactor de Radio Nacional de España y trabajó en Información y Turismo. Tanto en la radio como en el Ministerio hizo mucho por Cuenca para que fuese conocida.
Sus pregones de Semana Santa en Radio Nacional en la década de los 40 y 50, luego en la propia ciudad hasta completar una decena de pregones nazarenos, uno de ellos poético, que es toda una joya del sentimiento pasional conquense. El atrajo a Cuenca en la década de los 40-60 a escritores, poetas, pintores, músicos, y su pasión por Cuenca la trasladó a la prensa nacional, al No-Do con reportajes de la Semana Santa o la propia ciudad, “alzada en limpia sinrazón altiva”. De su quehacer y de lo que decían de él, una vez fallecido, la revista “Cuenca” editó un número monográfico, que es una pequeña antología de su inmensa obra.
ENTIERRO EN LA CATEDRAL
La noticia de la muerte de Federico de Cuenca conmocionó a la ciudad. Federico Muelas y Pérez de Santa Coloma falleció el 25 de noviembre de 1974 en Madrid, siendo trasladado a Cuenca el día 26. Un mes antes había fallecido el obispo Inocencio, a quien Federico había dedicado algunos artículos de elogio. El funeral se celebró en la Catedral, oficiado por el cura y poeta Carlos de la Rica, y otros sacerdotes y canónigos. Asistieron diversas personalidades de la cultura, a nivel nacional, entre ellos el poeta Gerardo Diego. Federico Muelas fue enterrado en un nicho del Cementerio “Santísimo Cristo del Perdón” y no faltaron en los días siguientes los homenajes, la nominación de una calle y el acuerdo de publicar sus obras, encargo que recibió Carlos de la Rica.
Sin embargo, todo el mundo conoce que Federico Muelas está enterrado en San Isidro, en el Cementerio de Personalidades Conquenses. A Federico le encantaba pasear por el Camino de San Isidro, contemplando la Hoz del Júcar y sus chopos nazarenos de la orilla como oros otoñales encendidos, como solía escribir. Alguna vez me lo encontré paseando por allí.
Una vez que se cumplieron los cinco años reglamentarios para exhumar un cadáver, su viuda Consolación Jiménez, solicitó a la Hermandad de San Isidro Labrador (Vulgo de Arriba), que los restos fueran trasladados al cementerio de tan pintoresco lugar, para lo cual se contó con la colaboración del Ayuntamiento y del periódico “Diario de Cuenca”. La Hermandad isidril celebró una reunión extraordinaria para estudiar la petición, dado que no estaba claro de quién era el terreno. Finalmente se excavó una fosa con permiso municipal en terreno anejo a la ermita y cementerio de los canónigos de la Catedral.
CAMPOSANTO DE PERSONALIDADES
Seis años después de su muerte, el féretro con los restos del ilustre hijo adoptivo de Cuenca fueron trasladados desde el camposanto “Cristo del Perdón” a la ermita de San Isidro, en la fecha del sexto aniversario, el 25 de noviembre de 1980. Los restos fueron retirados del nicho, y colocados en un nuevo féretro, siendo trasladados en la furgoneta de reparto de “Diario de Cuenca”, periódico en el que Federico Muelas colaboró asiduamente desde su fundación.
Tras el oportuno oficio responsorio realizado por el cura-poeta Carlos de la Rica, los restos de Federico de Cuenca, portados por personajes como Luis Roibal, Florencio Cañas, Meliano Peraile, Adolfo Bravo, Miguel López-Caniego, Carlos Albendea, Fidel Cardete, Víctor de la Vega y su hijo Mario Muelas, entre otros, fueron inhumados en la tumba por enterradores municipales y allí mismo se celebró una “corona poética” en la que además de Carlos de la Rica intervinieron Clementino Sanz y Díaz, José Luis Lucas Aledón y Enrique Domínguez Millán, con presencia de autoridades, familiares y amigos. En la oficina de la Caja de Ahorros, de la Plaza Mayor, inaugurada ese mismo día, se celebró una Exposición de Gregorio Prieto dedicada a Federico Muelas.
Así se ponía en marcha el Cementerio de Personalidades Conquenses, en la zona ajardinada del paraje isidril. Al primer enterramiento de Federico en 1980 siguieron los de Fernando Zóbel y Luis Marco Pérez, y posteriormente con urnas de cenizas los de Bonifacio Alfonso Gómez, Florencio Martínez Ruiz, Miguel Zapata y Víctor de la Vega.
ESTATUA EN SAN PANTALEÓN
Se da la circunstancia de que si Federico Muelas tuvo dos enterramientos, también su estatua, realizada por Javier Barrios, fue movida de su lugar inicial. Se inauguró el 25 de noviembre de 1984, en la plazoleta-jardín de Cecilio Albendea, y ya desde el primer día se comentó que no era el lugar adecuado. Pocos años después, y tras algunas gamberradas con la estatua, la efigie en bronce fue trasladada a las ruinas bien conservadas de la antigua iglesia de San Pantaleón, donde desde su emplazamiento, la imagen de Federico parece observar la vida de la ciudad, mirando a la calle de San Pedro, sobre todo el Martes y Miércoles Santo con el descenso de los pasos desde la iglesia de San Pedro. Ese día cobra vida su verso a modo de Pregón: “Sois vosotros, hortelanos, orfebres de la ribera, diez apellidos, veinte familias apenas….”
Su Soneto a Cuenca, modelado en un libro de piedra delante de la Casa de Cultura, y en un lateral de la entrada al Jardín de los Poetas, es todo un reflejo poético del amor de Federico a la ciudad que le vio nacer.
Alzada en limpia sinrazón altiva
--pedestal de crepúsculos soñados--,
¿subes orgullos? ¿Bajas derrocados
sueños de un dios en celestial deriva?
¡Oh, tantálico esfuerzo en piedra viva! /
¡Oh, aventura de cielos despeñados!
Cuenca, en volandas de celestes prados,
de peldaño en peldaño fugitiva.
Gallarda entraña de cristal que azores
en piedra guardan, mientras plisa el viento
de tu chopo el audaz escalofrío.
¡Cuenca, cristalizada en mis amores!
Hilván dorado al aire del lamento.
Cuenca, cierta y soñada, en cielo y río”.