Mutaciones escénicas y efectos especiales son algunas de las características que definen la puesta en escena de máquina real. Un estilo de teatro que desarrolla la compañía La Maquina Real, de la localidad conquense de Motilla del Palancar, única en España. Grupo que con la llegada de la pandemia ha visto paralizada su gira de actuaciones pues la contratación de espectáculos ha cesado en este 2021 porque “se está absorbiendo la programación prevista para el año pasado”, dice Jesús Caballero, director de la compañía.
A pesar de ello, han vuelto a los escenarios de forma efímera con una actuación en el Teatro-Auditorio de Cuenca al que llegaban con La selva sin amor, obra de Lope de Vega. Pero, el panorama no es nada halagüeño porque al concluir esta representación sus títeres volverán a guardarse hasta la temporada estival.
Por este motivo, tienen ya la mirada puesta en el futuro y esperan recuperar su trajín habitual en 2022 porque “el teatro es nuestra forma de vida y necesitamos el cariño del público para seguir adelante. Y es que, la cultura es segura y así lo han demostrado desde La Máquina Real.
Sin embargo, no es la primera vez que la compañía ha evidenciado que en tiempos de crisis el ingenio se agudiza puesto que durante el debacle de 2013, cuando el mundo del teatro se vio afectado por la crisis económica y dejaron de girar, aprovecharon para solicitar varios talleres de empleo a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha para dinamizar el proyecto e intentar poner en marcha un espacio museográfico. Fin que desarrollaron hasta que en 2020 recuperaron su actividad con la reactivación del sector y la presentación de La selva si amor hasta que la pandemia arrolló de nuevo todas sus funciones.
LA COMPAÑÍA
Quizá todavía se pregunten ¿qué es una máquina real? Bien, se trata de “un tipo de teatro de estilo barroco donde se representan comedias completas de autores de la época donde la característica principal son los efectos especiales, las mutaciones escénicas y el empleo de títeres y marionetas”, explica Jesús Caballero.
Este artilugio no es otra cosa que un retablo de madera vestido con lienzos de lino dentro del que sucede la trama de la obra y sobre el que transitan los diferentes personajes que siempre tienen forma de títere.
Pero, para que estas marionetas se muevan los actores deben darles vida. Actúan de rodillas, escondidos tras la máquina real, mientras cantan y recitan los versos de grandes autores clásicos y en muchas ocasiones son necesarios dos intérpretes para mover una sola figura al tiempo que una tercera persona le pone voz.
Por tanto, el público no está viendo una simple obra de teatro sino que está delante del funcionamiento perfecto de un engranaje compuesto por el retablo, los actores y las marionetas. A ello se suma la música, otro de los elementos clave para enlazar todos los actos y que así el texto cobre sentido completo. Es, por tanto, una producción muy rica musical y visualmente.
Sin embargo, para que todas las piezas del puzzle encajen ha sido necesario realizar un trabajo previo de investigación sobre este estilo de teatro, labor que desde el año 2002 desempeña Caballero, aunque la constitución de la compañía no llegaría hasta 2007. “Me interesaba cómo funcionaba el teatro de títeres en el Barroco y el motivo por el que desapareció”.
Sin embargo, no sería hasta 2009 cuando La Máquina Real estrenara su primera producción: El esclavo del demonio en la Iglesia de Santa Cruz en Cuenca y tal fue la repercusión que la dirección del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro se interesó por el montaje. Desde ese preciso instante La Máquina Real no ha parado de crecer hasta conquistar grandes escenarios españoles, palmarés que están deseando ampliar cuando la Covid-19 lo permita.
¿Qué hay detrás de los títeres que encandilan al público?Un largo proceso creativo. Eso es lo que hay tras los títeres que encandilan al público. Personajes que comienzan a ser modelados en barro para después tomar forma en escayola y por último ser tallados en madera.
En primer lugar, con el barro se le da expresión a la cara y después se hace un molde para conseguir el rostro en escayola, un material que se conserva mejor y es más resistente.
Tras esta primera fase, se talla el personaje en madera con gubias y sacando puntos de referencia de los ojos, la nariz o la boca para mantener las proporciones. Una vez hecho el busto se corta longitudinalmente, tal y como se aprecia en la imagen, para poder vaciar el interior con el fin de que pese poco y sea manejable para los actores. “Aún así, tras vaciarlo nos vamos casi a tres kilos de peso y son complicados de mover”. Se trata de un proceso que puede llevar aproximadamente un mes y medio de trabajo por cada títere.
A continuación, cuando ya está vacío se vuelve a pegar el frontal del rostro con el resto de la cabeza y se recubre con un producto llamado estuco o aparejo, una terminación con la que se obtienen diversas texturas. “Se utiliza para que la madera no sufra y no se produzcan dilataciones”, dice Jesús Caballero.
Una vez secado el estuco se lija la figura y una vez pulida se empieza a pintar. Para comenzar se le da una base uniforme con pintura acrílica y después se sacan los colores y sombrAs con pintura al óleo.