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'Operación Concha': timadores con alma de cineastas

La película está ambientada en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián
'Operación Concha': timadores con alma de cineastas
07/10/2017 - Pepe Alfaro

El cine dentro del cine, es decir, aquellas películas que desde las perspectivas más dispares han retratado el mundillo que se mueve entre las bambalinas y los despachos alrededor de las cámaras, constituye un subgénero en sí mismo, aunque el cine español prácticamente ha tratado el tema de forma accidental, y solo Fernando Trueba ha explorado el negocio, con desigual fortuna, a través del díptico formado por La niña de tus ojos (1998) y La reina de España (2016).

El acierto de Operación Concha es combinar en tono de comedia el mundo del cine “made in Spain” con la idiosincrasia picaresca hispana. Un grupo de cineastas fracasados, capitaneados por un productor arruinado, personifican la cara más patética de la industria cinematográfica patria, y al mismo tiempo modernizan Los tramposos retratados por Pedro Lazaga hace casi seis décadas. La acción se localiza en San Sebastián, convertida en un personaje más de la película, para un engranaje que centra su foco en el Festival de Cine más importante de nuestra geografía. Con una realización funcional, Antonio Cuadri consigue mantener la atención en las peripecias del equipo protagonista gracias, fundamentalmente, a las magníficas creaciones de los actores, que saben dotar a sus personajes de la dosis de humanidad (también de cinismo) necesaria, y tanto Karra Elejalde como Jordi Mollá sobresalen entre un casting que consigue hacer funcionar la historia; al menos que resulte graciosa y entretenida, sin mayores pretensiones.

Desde su mismo título, la película coquetea con muchos de los iconos que se esconden tras las estrellas de cine, las imágenes mediáticas que ofrecen los medios de comunicación a unos espectadores ávidos por compartir las aventuras de sus ídolos dentro y fuera de la pantalla, en este caso a través de un gran Festival como el de San Sebastián, donde se premia la trayectoria de un imaginario actor de origen cubano llamado Ray Silvela (Mollá), que ha conseguido triunfar en la gran industria americana. Al recoger el premio, en un Kursaal a rebosar, se ofrece un compendio de su filmografía a través de las imágenes más emblemáticas de su exitosa filmografía, conformando un divertido ejercicio de sátira meta-cinematográfica. Pero hay más, vidas rotas por el cine que solo pueden suturar con más películas, y películas que solo se pueden hacer con más dinero; ahí está la clave.

En resumen, una comedia que no supondrá una contribución especialmente significativa al cine, pero que, con sus altibajos (la descripción y ambientación de los personajes mafiosos peca de simplista) y todo resulta agradable y amena. No nos descubrirá las miserias reales de la industria del cine ni las servidumbres de la gente que la sustenta, pero al menos estaremos pendientes para ver cómo se resuelve el timo articulado por el guionista Patxo Tellería, con alguna sorpresa y algún imaginativo giro incluidos, y que como resulta evidente aquí no podemos desvelar.