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'Ola de crímenes': el éxito de una comedia negra que no pasa de gris

La directora de cine Gracia Querejeta sorprende con un nuevo registro en el filme 'Ola de crímenes'
'Ola de crímenes': el éxito de una comedia negra que no pasa de gris
14/10/2018 - Pepe Alfaro

La directora Gracia Querejeta comenzó su carrera a la sombra de su padre Elías, el productor de origen vasco que había conseguido crear una marca propia, apuntalando la personalidad del cine español a partir de los años sesenta del siglo pasado, especialmente gracias a su colaboración con autores de la talla de Erice o Saura, entre otros. Gracia debutó en 1992 con una obra intimista, escrita en colaboración con su padre, titulada Una estación de paso, que curiosamente fue el título que inauguró simultáneamente las cinco salas de los Multicines Cuenca levantados en la posteriormente bautizada como Plaza del Cinematógrafo por el empresario Enrique González Macho, el día 18 de diciembre de 1992, dos días después de que el último de los grandes coliseos clásicos de la provincia, el Teatro-cine Xúcar, se despidiera definitivamente de su público, sin llegar a alcanzar las cuatro décadas de vida.

Combinando su trabajo de realización en diversas series televisivas con otras producciones cinematográficas, la directora parece haber encontrado una especie de alter ego delante de la cámara en la cada vez mejor actriz Maribel Verdú, protagonista de todas las películas de Querejeta desde su primer encuentro en Siete mesas de billar francés (2007). El problema de esta última entrega titulada Ola de crímenes, es que el guion firmado por Luis Marías parece extraído de un anodino manual de escritura por correspondencia, por sorprendente que haya resultado la respuesta del público durante el fin de semana del estreno. Desde el principio los personajes y la historia parecen moverse en planos diferentes, sin lograr la confluencia necesaria para dotar a la narración de un tono mínimamente creíble, o al menos imaginativo, o entretenido. En consecuencia, el resultado acaba dilapidando el talento de casi todos los intérpretes de un reparto que aglutina algunos de nuestros mejores actores, empezando por Luis Tosar, su breve aparición parece sacada de alguna secuencia de la sobrecogedora Te doy mis ojos (Icíar Bollaín, 2003), y siguiendo por Javier Cámara, Raúl Arévalo o Antonio Resines, aunque estos dos últimos al menos resultan conmovedores en alguna aislada escena. Si hablamos de las mujeres, la colombiana Juana Acosta, sin hacer apenas gala de su exuberante sensualidad, no tarda en dar cuenta de la mediática Paula Echevarría, según parece tanto más limitada cuanto mayor es la dimensión de la pantalla.

En resumen, una Ola de crímenes que se queda como mucho en una comedia gris sin apenas gracia, a pesar de su directora y de la siempre agradecida presencia de Maribel Verdú, que no consigue remontar las limitaciones de una historia que, por otra parte, ha conseguido sobreponerse a sus limitaciones y aglutinar a una parte importante de espectadores, que es lo realmente importante, aunque sea por efecto de la poderosa campaña publicitaria emprendida por el grupo televisivo que respalda la producción.


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