Desde hace unos años el género de la novela negra concentra por tierras nórdicas una destacada conjunción de autores y obras, lo que no deja de ser una contradicción en una sociedad que despunta entre los índices de delincuencia y asesinatos más bajos del planeta. En este panorama narrativo destaca la figura del noruego Jo Nesbo, creador hace dos décadas del inspector Harry Hole, personaje con once títulos protagonizados hasta la fecha, que se presenta en la pantalla grande con la adaptación de séptima entrega de la serie, titulada “El muñeco de nieve” (2007).
Por otra parte, es necesario reseñar que no es la primera obra del escritor trasvasada al cine, pues su compatriota Morten Tyldum se sirvió de la novela homónima para realizar la imprescindible, sarcástica y mordaz Headhunters (2011), que le abrió las puertas a la gran industria, donde ha continuado su carrera con The Imitation Game: Descifrando Enigma (2014) y Passengers (2016).
En esta ocasión ha sido el director sueco Tomas Alfredson el encargado de realizar una lectura cinematográfica con El muñeco de nieve, en la misma medida que había hecho con El topo (2011), la novela de espionaje firmada por John le Carré, es decir, llevando a su terreno el retrato de las emociones y sentimientos de los personajes por encima de la secuencia narrativa, en ocasiones con más sugerencias que evidencias, apuntando más que explicando. Para dar vida al investigador de la policía de Oslo se ha confiado en la estrella británica (aunque nacido en Alemania) Michael Fassbender, que sin alcanzar los 1,93 metros de altura del personaje sabe dotarlo de las necesarias dosis de abandono, descreimiento, frustración y soledad definidas en la base literaria de donde procede.
Harry Hole se encarga de la investigación de una serie de asesinatos de mujeres con unos parámetros comunes, madres jóvenes con hijos y problemas matrimoniales, cuya desaparición se produce con la llegada de la nieve, siempre bajo la mirada inerte de un muñeco de nieve. El director se sirve del avance de las indagaciones para escrutar diversos aspectos de la sociedad que envuelve la acción; personajes cuyo encaje solo es sugerido, como el importante empresario, verdadero depredador sexual, que patrocina la candidatura de Oslo para convertirse en sede de un campeonato del mundo, con toda la parafernalia que conlleva, y donde el inspector se mueve como pez fuera del agua.
Todo para concluir que los males que nos acechan se enraízan en la infancia, la etapa más vulnerable y sensible a los trastornos, donde germinan las taras emocionales y las psicopatías que nos acompañarán el resto de la vida. En este sentido la primera escena, el prólogo que antecede a los títulos de crédito, es una magnífica condensación de cuanto espera al espectador, desde el primer plano sumergido en un poderoso relato negro de muerte entre las nieves blancas. En este sentido, creo que la novela de Nesbo ha encontrado la mejor transformación en imágenes; aunque algunas cosas hayan cambiado, la esencia noir persiste en el film, con infinidad de matices.