Subsisten en medio del desierto desde hace más de cuatro décadas. Pero no tiran la toalla. Lo que más llamó la atención a Álex Basha, entonces estudiante de Periodismo en Cuenca y ahora graduado, cuando visitó en febrero los campamentos de refugiados saharauis en Tindouf es la fortaleza de sus gentes a pesar de todos los pesares y la importancia que, en medio de la precariedad, dan a la educación. “El pueblo saharaui se mantiene con esperanza a pesar de un futuro oscuro”, subraya el joven.
Basha es uno de los tres alumnos de la Facultad de Comunicación de Cuenca que acompañaron este año a estudiantes de Educación de Ciudad Real que viajaron a los campamentos para desarrollar sus prácticas del Grado. La misión de Álex, Jennifer Bernal y Laura Higueras era documentar gráficamente la experiencia, lo que ha dado como resultado cientos de fotografías y horas de grabaciones en vídeo.
Parte del material puede verse en la exposición Educar en el exilio, que estará en la sala Ricardo Ortega de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Castilla-La Mancha hasta noviembre.
El proyecto de prácticas en educación en los campamentos de refugiados saharauis de la Wilaya de El Aaiún (Tindouf-Argelia) comenzó en el curso 2002/2003 con la finalidad de, por un lado, enriquecer la formación docente del alumnado en un entorno sociocultural muy diferente al que se encontrarán en nuestro país y, por otro, sensibilizar a los estudiantes de la situación del pueblo saharaui. Además, también se pretende mejorar en los futuros maestros competencias socioemocionales como la empatía o el trabajo en equipo.
Lazos personales
Para Basha, el hecho de haberse alojado durante la estancia de 21 días en las propias casas de las familias ha hecho de la experiencia algo muy enriquecedor. “Se generan lazos personales al vivir con ellos, además de poder conocer la realidad del pueblo saharaui”, subraya el joven. Además, se tenía una buena relación con otras familias.
Él convivía con una mujer, que no hablaba castellano, y con una niña de unos nueve años. Los otros dos hijos estaban estudiando fuera, algo muy común en el pueblo saharaui, ya que muchos jóvenes viajan a países como Argelia, Cuba y también a España para formarse. Porque la educación es primordial: ya desde la puesta en marcha de los campamentos en 1975, se crearon espacios específicos para ello y se forjó un sistema educativo que se extendió a toda la población.
“Las tasas de alfabetización son altas. Los recursos son mínimos pero a nivel de educación están muy bien. Se han organizado sin casi nada, en medio del desierto”, cuenta Álex.
“Un pueblo alfabetizado puede tener fuerza”, reflexiona el joven, que detalla que tuvieron la oportunidad de colarse en varias de las clases. Siete colegios, dos institutos y una guardería han participado en el proyecto, que ha estado dirigido por el el profesor Manuel Javier Cejudo.
A Basha, que ha aprovechado su participación en este proyecto para realizar su Trabajo de Fin de Grado (TFG), con el título Esperanza en el olvido, se le han contagiado las “ganas enormes de vivir del pueblo saharaui aún teniendo muy poco. Son un pueblo muy fuerte”.