Moset: “Las pequeñas cosas configuran todo este gran espacio”

Miguel Ángel Moset (Cuenca, 1953) es uno de los pocos artistas conquenses que se ganan la vida con su obra, y probablemente el más reconocido. Pero es poco dado a exponer. “Es algo que me cuesta, porque supone un esfuerzo complementario, como elegir qué piezas van a ir. Y, al ver toda la obra junta, que supone una visión de un tiempo bastante largo, percibo cuáles eran mis metas y dónde no he llegado, y el quedarme unos escalones más abajo es algo que me deprime”, confiesa.

Pero esta vez se ha dejado convencer ante la insistencia del promotor del ciclo Días de Arte Cuenca, Carlos Codes, y en “Miniaturas”, que hasta el 19 de marzo expone en el Centro Cultural Aguirre de Cuenca capital, ha reunido una veintena de obras recientes en las que mezcla dibujo y pintura y que tienen a la naturaleza, más concretamente a los membrillos, como tema protagonista.

“Lo saqué porque en una merienda de otoño en la finca de unos amigos en el campo vi unos membrillos que me parecieron preciosos, aunque no estaban excesivamente cuidados, porque algunas hojas estaban redobladas tras haber sido atacadas por algún insecto. Y sobre eso empecé a trabajar”.

Los membrillos son no obstante solo una excusa para que Moset se adentre en uno de sus temas más recurrentes, la naturaleza, y trate de ir “a la mínima expresión” artística a través de una técnica “tan básica” como es la del dibujo. “Que el membrillo salga bonito o feo me da igual. Lo que me interesa es cómo está trabajado el objeto y el espacio, reducirlo a un laberinto de líneas que configuran espacios de la naturaleza con diferentes volúmenes”.

Sobre el por qué del título “Miniaturas”, la explicación que da es compleja. “Los formatos de las obras son tirando a grandes pero les llamo “Miniaturas” porque todo se mueve por pequeños detalles que son los que configuran el conjunto: hay pequeñísimas cosas que son las que configuran todo este gran espacio en el que estamos todos”.

HORAS DE TALLER

Independientemente de esta exposición, Moset insiste en que lo que le motiva es trabajar en el taller. “Mis horas de taller no me las quita nadie y es donde verdaderamente disfruto”. Lo hace en una pedanía de muy pocos habitantes, Mohorte. “Hace ya más de diez años compré una casa y es donde me aíslo a pintar. Aunque algunas veces me gustaría volver a Cuenca, allí me encuentro muy a gusto: me gusta el silencio y enclaustrarme para poder trabajar con tranquilidad”.

El arte, considera, atraviesa “momentos difíciles”, pero vivir del oficio es posible. “Depende mucho de la obra de cada uno, de su capacidad de trabajo y de si se encuentran los canales de difusión necesaria. Y hay gente de la Facultad que los está encontrando porque el mundo del arte no se limita a pintar cuadros, sino que tiene muchas otras facetas. Entonces creo que se puede vivir del arte, lo difícil es que lo que hagas tenga siempre la aceptación que esperas, porque eso es algo que se nos escapa a todos. Yo trabajo por series y las hay que han funcionado muy bien, pero también muy mal: esto es una aventura”. Aunque él asegura que no pinta para nadie, pensando en gustar, sino “exclusivamente para mí. Si después tiene aceptación para segundas o terceras personas, me doy con un canto en los dientes”.

Con formación en Dibujo Técnico, sus inicios, recuerda, le llegaron con 21 años, después de haber conocido el Museo de Arte Abstracto a finales de los setenta y haber cumplido con el entonces obligatorio servicio militar. “Desde entonces decidí dedicarme exclusivamente al arte, compaginándolo con otras actividades relacionadas con el dibujo, el mundo de la gráfica y la publicación, que me permiten ciertos ingresos para poder sobrevivir. Y, como esto es un camino largo, vas conociendo gente, te encuentras con unos, con otros, y te vas introduciendo lentamente”.