Hace 8.000 o 9.000 años en La Serranía Baja de Cuenca vivió un grupo de cazadores-recolectores nómadas. Practicaban ritos y actividades para sobrevivir en un entorno que seguramente no era fácil. En lo que hoy conocemos como la Sierra de las Cuerdas, que abarca los municipios de Villar del Humo, Pajaroncillo, Henarejos y San Martín de Boniches, dejaron su huella estampada en las rocas en forma de mensajes que han llegado hasta nosotros como lo hace una botella que se lanza al mar.
Así expresa este fabuloso legado Juan Francisco Ruiz López, autor del volumen ‘Arte rupestre en la Sierra de las Cuerdas’ que ha editado el Gobierno regional dentro de los actos conmemorativos del centenario del descubrimiento de las pinturas rupestres de Villar del Humo. La obra lleva a sus espaldas casi 20 años de investigación y trabajo de campo. De hecho, es un amplio resumen de la tesis doctoral de Ruiz López, que inició en 2001 y leyó en 2007, que se completa con diversos proyectos de investigación realizados a posteriori en la zona y que contribuyen a redondear el resultado final.
Lo extraordinario es que el autor consigue un completo manual de gran rigor científico pero a la vez muy divulgativo, capaz de enganchar a un escolar con las reproducciones visuales y fotografías que permiten sumergirte en la magia misteriosa de estas pinturas rupestres.
39 abrigos
“Se trata de una zona muy rica, en la que conocemos unos 39 abrigos, 28 de los cuales están en Villar del Humo. El que un solo término municipal atesore este número es algo muy poco usual en la Península y Villar del Humo está en esa lista de lugares únicos”, explica el profesor.
Se trata de espacios muy destacados dentro del repertorio del arte rupestre levantino lo que les ha valido el título de Patrimonio de la Humanidad. Las pinturas de la Sierra de las Cuerdas, y de Villar del Humo en particular, aportan una enorme diversidad de estilos pictóricos prehistóricos. Casi la totalidad de las formas postpaleolíticas identificadas en la Península Ibérica están aquí representadas .
Gracias a su labor, Ruiz López ha abierto líneas de investigación punteras como técnicas de datación absolutas, para precisar al máximo la fecha en las que se hicieron estas manifestaciones; o análisis químicos y de tecnología para determinar las técnicas y los materiales. “Unas aportaciones que son motivo de orgullo”, apunta.
A lo largo de este tiempo lo que más ha llamado su atención, y que también tuvo que hacerlo a estos primeros pobladores, ha sido el paisaje de esta Sierra, con rocas areniscas de formas increíbles y, por supuesto, la calidad de las representaciones de los animales y el buen nivel de conservación. “Como es lógico hay alteraciones después de miles de años al aire libre, pero aun así se conservan mejor que en otros lugares del Arco Mediterráneo y eso facilita que la gente se emocione al verlas”.
Los favoritos
Entre sus abrigos favoritos menciona el de Selva Pascuala, con las pinturas mejor conservadas, y donde reposa el gran toro que todos hemos visto alguna vez o escenas de caza de una manada de caballos. También la Peña del Escrito, por el simbolismo de ser el lugar donde se descubrió el arte prehistórico conquense y que conserva más de 150 figuras; y, el tercero, la Cueva del Tío Modesto, en Henarejos, el que se ha descubierto más recientemente (1997) y con muestras excepcionales.
“Lo que siempre me gusta destacar es que estos hombres y mujeres eran exactamente como nosotros, pero con una tecnología diferente y eran capaces de desarrollar procesos de pensamiento a nivel simbólico, artístico y de comunicación. Lo más bonito es que 9.000 años después de que estos mensajes se plasmaran en la roca los seguimos recibiendo, aunque no seamos capaces de entender el texto, pero sí podemos captar la emoción”, subraya.
Este investigador considera que gracias a la efeméride del descubrimiento se están llevando a cabo acciones que están contribuyendo a la conservación de estos tesoros artísticos, “aunque en patrimonio no se acaba nunca de actuar”. Además, luchar contra los procesos de la naturaleza es muchas veces complicado.
Con ‘Arte rupestre en la Sierra de las Cuerdas’ espera generar la curiosidad “para que la gente se lance a la carretera y vaya a ver las pinturas, porque solo se aprecia lo que se conoce”. Será, dice, un amor a primera vista. Y una manera de que las administraciones públicas vean más necesario seguir invirtiendo en estos lugares.