Mantener en buen estado la Catedral de Cuenca, un templo del siglo XIII, con ocho de existencia, no es tarea sencilla. El personal que se encarga de su limpieza tiene encomendado, entre otras tareas, barrer el suelo y quitar el polvo de los bancos, pero tiene prohibido tocar los valiosos lienzos y retablos distribuidos por este amplio espacio, delicados objetos que no obstante también hay que cuidar si se quiere evitar o, al menos, retrasar su deterioro.
Pero este año, por primera vez en su historia, la Catedral dispone de tres restauradoras profesionales, recientemente graduadas, que desde hace unas semanas se encargan de realizar tareas de mantenimiento del templo gracias a un plan de empleo convocado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha con financiación del Fondo Social Europeo que les garantiza un contrato de un año.
Eva Garde Jurado, Adriana Sánchez Martínez y Lucía Fidalgo González, con entre 24 y 28 años, las dos primeras madrileñas y la tercera de Zamora, son las tres restauradoras contratadas, todas recién salidas de la Escuela Superior de Restauración y Conservación de Bienes Culturales de la capital de España, Adriana además con experiencia en la Catedral de Palencia y el Palacio Real de Madrid.
“El objetivo es que nos ayuden a darle una vuelta a la Catedral, para lo que entendemos que pueden realizar tanto cosas pequeñas como grandes. Todo lo que no pueden tocar las señoras de la limpieza, como retirar el polvo de los retablos, ellas sí lo pueden hacer, porque son manos expertas. Y también pueden acometer tareas de conservación y desinfectación”, explica el director de la Catedral, Miguel Ángel Albares, que además hace hincapié en que, con este plan de empleo, “damos tres puestos de trabajo a tres restauradoras recién licenciadas que de esta manera han salido del paro y obtienen su primer trabajo, una experiencia laboral que para ellas puede ser interesante”.
Las tres aseguran afrontar con ilusión esta oportunidad de trabajar en un templo con tanta historia y contenido que atender, y poder hacerlo además durante todo un año, algo que consideran que no suele ser habitual en el sector. “Salvo que pertenezcas al equipo de conservación de un museo o de algún gran monumento, normalmente lo que ofrecen son contratos de dos, tres, cuatro meses, para restaurar una obra determinada, mientras que aquí vamos a poder hacer un poco de todo: ahora estamos con un retablo, después limpiaremos un sepulcro de piedra y luego probablemente una pintura”, cuenta Adriana.
Disolventes para eliminar la suciedad y reintegrar acrílicos, pigmentos al barniz, pintura acrílica… Son muchos los materiales que se emplean en una labor donde “cada obra, de su época, pide una cosa diferente”. Así, antes de ponerse en marcha resulta imprescindible analizar la situación de cada pieza, los riesgos que puede correr. “Si la obra está que se cae no puedes ir a pintar la superficie sin más, sino que tienes que darle un soporte, consolidarla”.
A todo el arte hay que tenerle, cuentan, mucho respeto. “Son obras antiguas con un valor histórico en las que puedes intervenir, pero hasta cierto punto, respetando siempre el original. Todas las intervenciones tienen que ser además discernibles para que, en un futuro, si alguien la examina compruebe que ha sido intervenida”.
Reconocen, asimismo, los peligros que corre este patrimonio en el caso de que intente ser remodelado por gente sin formación. “Una persona que se dedica a la limpieza no puede limpiar un retablo así como así, porque si le pasan una bayeta con KH-7, con la mejor intención del mundo, se puede deteriorar. Incluso con algo tan simple como pasar el polvo, si la obra es muy delicada, te puedes llevar parte del original”, cuenta Adriana.
Su labor se centrará en aquellas piezas que llevan más tiempo desatendidas, pero tampoco pueden dejar de lado otras que han sido objeto de restauración reciente. “Estas últimas también necesitan un mantenimiento: hay que ver si hay humedades, limpiarlas de vez en cuando…”
Consideran que lo ideal sería que un templo como la Catedral de Cuenca contara con personal en plantilla contratado específicamente para este cometido durante todo el año, dada la labor que requiere y la importancia de llevar un buen mantenimiento que evite o disminuya la necesidad de grandes restauraciones. “Nosotras en un año tampoco vamos a poder meternos con una obra con muchos problemas”, reconoce Lucía.Pero, con excepciones como los grandes museos o palacios reales que gestiona la Dirección General de Patrimonio, hay poco personal fijo en estos espacios ya que, en general, “no hay dinero para invertir en cultura”, lamenta Eva.
Pese a ello, las tres confían en perfeccionar su aprendizaje y que esta etapa en Cuenca sea el principio de una larga trayectoria profesional. La Catedral, en estos meses, agradecerá su presencia.
La Catedral, a la espera de CulturaLa Catedral de Cuenca, reconoce su director, Miguel Ángel Albares, es un espacio que necesita “muchas reformas”, pues a las tareas de conservación que han empezado a realizar tres jóvenes restauradoras a través de un programa de empleo hay que añadir las numerosas mejoras de distintos de sus espacios que se van haciendo periódicamente siempre que se encuentra presupuesto para ello, como la restauración de la imagen de San Julián vestido de Pontifical inaugurada esta semana en la Capilla del Arcipreste Barba o la que se está acometiendo de las pinturas murales de Andrés de Vargas ubicadas junto a la capilla del Sagrario.
El templo sigue además a la espera de la ayuda solicitada al Ministerio de Cultura para solucionar un problema de humedades que hace unos meses pudo comprobar personalmente el anterior ministro, José Guirao, que anunció su intención de plantear “un proyecto de conservación en el futuro” de la Catedral en colaboración con el templo conquense que se añadiría a “una serie de proyectos” de conservación “que vienen de atrás” para todo el país.
“Una Catedral con ocho siglos es una ancianita que requiere continuas mejoras, restauraciones, reparaciones, y estamos preocupados porque entre otras cosas tenemos que dar una solución al problema de mal de piedra que se va manifestando por muchas zonas.
Para ello hace falta una superobra que se nos escapa, de modo que querríamos que Cuenca se viese algún día introducida en el grupo de catedrales españolas, como las de Burgos o León, donde se ha actuado al máximo. Ojalá ese anunciado plan de catedrales invierta en esta Catedral”, apunta Miguel Ángel Albares.