Las leyendas conquenses, la poesía y la pintura de los alumnos de la Escuela de Emilio Morales se dan la mano en la segunda entrega de la recopilación de las “Leyendas Conquenses” que acaba de editar la propia escuela después de que el apoyo que inicialmente le iba a prestar la Diputación Provincial, que editó el primer volumen, se demorara en exceso en el tiempo.
Se trata de un libro de cerca de 300 páginas que recoge una veintena de leyendas conquenses con títulos como “La cueva de la judía”, “La cueva del diablo”, “La casa del duende” o “Las torcas gemelas” que han sido poetizadas por la escritora y pintora Francisca Casas, natural de Miguel Esteban pero residente desde hace años en Cuenca.
Su autora, pese a que escribe desde hace varios años, solo ha publicado, por insistencia de Morales, el primer libro de leyendas y esta segunda parte, y de ambas se siente bastante satisfecha. “Pensamos en hacer algo diferente, las leyendas de siempre, pero no copiadas tal cual, sino en poesía. Algo que me ha llevado tiempo, sobre todo buscar las rimas, que son asonantes. Y aunque el principio iban a ser romances me fueron saliendo versos más largos, de doce sílabas”, cuenta la también alumna de la escuela de Morales.
Mientras que para el primer volumen de leyendas se seleccionaron las más populares, aquí se ha apostado por otras menos conocidas pero que también tienen mucho misterio e interés, la mayoría ambientadas, además, en pueblos de la provincia, como Arcas del Villar.
UNA OBRA COLECTIVA
Cada leyenda conquense está ilustrada por varias pinturas de los más de un centenar de alumnos que en los últimos años han pasado por la escuela, tanto niños como personas de mediana edad y mayores.
Impresa en Eurográficas Cuenca, se trata de una obra con todas las páginas a color financiada por los propios alumnos colaboradores, y a la que, ahora que se distribuirá por las distintas librerías de la capital, esperan que responda, también, el público conquense.
La portada se ilustra con una foto de la ermita de San Isidro, en Arcas del Villar, por su “aire de misterio” que entronca con el contenido de un libro que busca que tanto los textos literarios como las ilustraciones que los acompañan “lleguen al espectador” y causen esas sensaciones que suelen causar las leyendas, como la intriga, la tensión, el miedo o el suspense.