Una fiel jarana, un zapateado estruendoso y una escenografía típicamente mexicana son la base del espectáculo "Cuentos con café con pan" con el que Mondomeraki llenaron de risas y bailes el parque de San Julián y el Teatro Auditorio de Cuenca.
Luisa Aguilar y Adolfo García son los componentes de la compañía mexicana Mondomeraki que puso color internacional a la segunda y tercera jornadas de Titiricuenca. En una doble sesión, presentaron su espectáculo 'Cuentos de café y pan' el martes en el Parque de San Julián y el miércoles, en sesión nocturna, en el Teatro Auditorio de Cuenca.
A través de un teatro objetual lleno de música, tradiciones e historias para todo los públicos, la compañía Mondomeraki nos acercó al tradicional son jarocho, uno de los géneros musicales mexicanos más populares y complejos en donde se combina el ritmo, la danza zapateada y la poesía cantada. En la sesión del martes en el Parque de San Julián, medio de gritos infantiles, balones sin rumbo y playeras manchadas de tierra, los más pequeños de la ciudad se encontraron con un espectáculo de cuentos poco convencional.
Cuatro historias que nos sumergen en un recorrido lleno de ingenio y sencillez poética en el que los pequeños objetos toman vida para contarnos maravillosas historias. Una taza se transforma mágicamente en un marido holgazán o en un panadero. Un constante recordatorio de la imaginación puede convertir en un juguete cualquier objeto de nuestro entorno.
La actriz española Luisa Aguilar se inició en el mundo del títere en los Monicreques de Kukas antes de trasladarse a México, país en el que lleva instalada desde hace siete años.
En esta ocasión, regresa a su país natal acompañada del mexicano Adolfo García, con el que ha formado la compañía Mondomeraki. Teatro objetual esencial, sin elementos superfluos, pero dotado de una gran belleza plástica, les sirven para crear y contar historias como en su nuevo montaje "Magdalena, la otra Frida", con el que nos trasladan a la infancia de la universal artista mexicana.
La escenografía de esencia mexicana creada por el artista plástico Adolfo García da vida a las historias universales escritas por la asturiana Luisa Aguilar, autora de obras como "Orejas de Mariposa" (Kalandraka, 2008). Sus historias procuran dar una nueva perspectiva contemporánea a las historias tradicionales al mismo tiempo que incorporan elementos españoles a la estética mexicana. Son jarocho con tintes flamencos que exploran las barreras territoriales entre México y España: "En el arte, algo importante que tenemos que romper son las fronteras geográficas".
Los tradicionales "guiñoles" (acepción mexicana del teatro de títeres") siempre encuentran la forma de evolucionar y convertirse en una forma de expresión artística contemporánea. Mondomeraki fusionan disciplinas, logrando propuestas de gran belleza estética sin abandonar lo esencial y huyendo de los elementos tecnológicos. "La compañía apuesta mucho por la multidisciplina, que es trabajar el teatro, pero a partir de ahí trabajar la plástica, la música, el baile o el clown", nos cuenta Adolfo. La expresión artística a través de marionetas es para ellos una pasión y una forma de vida y una medio de expresión artística.
Una maduración artística en la que tratan de mantener la esencia artística sin caer en la tendencia fácil de imitar los productos prefabricados que vienen de la industria del entretenimiento. "Por fortuna no hemos caído en el mercantilismo y tratamos de mantenernos al margen de lo que es arte y lo que es simple entretenimiento".
Los títeres en México, como en España, no cuentan con mucho apoyo económico institucional y el camino hacia la profesionalización no ha sido fácil. Alejados de lo que llaman "prostitución artística", tratan de evolucionar en cada uno de sus proyectos, poniendo pasión y entusiasmo en cada uno de sus proyectos. "Creemos que lo importante es que hay necesidad de títeres por parte del público y siempre se abren nuevos espacios escénicos en los que participar".
Gracias a proyectos teatrales como Mondomeraki, no solo recordamos esa pequeña parte de la imaginación metafórica de un niño al ver un objeto, sino que también nos empapamos de una mirada contemporánea a tradiciones y culturas diferentes.
Bailemos el café con pan como si estuviéramos en un fandango veracruzano (fiesta popular) lleno de zapateado, música, títeres y un poco de mezcal.