
La violista Isabel Villanueva protagonizó la tarde del Martes Santo momentos realmente sobrecogedores en el concierto en la 62ª edición de la Semana de Música Religiosa de Cuenca con su programa Ritual. Un concierto de grandísima altura con el que la Semana de Música Religiosa quería homenajear la figura de Antonio Pérez en su propia casa.
La Fundación Antonio Pérez vivió un recorrido sonoro de casi mil años y cuatro compositores para la viola solista de Villanueva. El recital transitó desde la espiritualidad de la compositora del medievo Hildegard von Bingen hasta la modernidad contenida de György Kurtág, pasando por Bach y Biber, en un diálogo profundo entre dos elementos utilizados con maestría: el sonido y el silencio.
Cuatro compositores distantes entre sí en la historia, pero conectados entre sí en un nivel místico y es en ese espacio espiritual donde Villanueva los ha relacionado precisamente por su arquitectura sonora de silencios, sonidos y la espiritualidad de su música. Un programa que encajaba perfectamente con el festival y con el eje temático de 2025: “In Via”.
Para Villanueva “Ritual es un recorrido por la historia de la música, pero a nivel humanístico y centrado también en la viola, en su sonido, en la soledad del instrumento y en las posibilidades simbólicas y y sonoras que tiene el instrumento a nivel expresivo, no sólo de los acordes, también de las oscuridades técnicas. Es un programa muy exigente a nivel técnico y también muy profundo a nivel humano”.
La violista, exhausta por el esfuerzo emocional al acabar el concierto quiso recordar su anterior visita a Cuenca: “este concierto es totalmente distinto al anterior, tenía muchísimas ganas de interpretar este proyecto aquí, en la Semana de Música Religiosa de Cuenca. Es el marco más importante en donde podría ofrecer “Ritual” en España y se ha hecho realidad hoy aquí. Estoy muy agradecida al festival”.
La interpretación fue de una limpieza técnica y una gran carga expresiva que dejó al público sobrecogido. Cada obra, cada transición, estuvo marcada por una concepción mística del sonido con el silencio como espacio casi sagrado.
El concierto comenzó con O Virtus Sapientiae de Hildegard von Bingen ya que sentó las bases del tono del recital: austeridad y pureza melódica y una sensibilidad fuera de lo común. Le siguieron piezas de Kurtág, donde la violista desplegó toda la riqueza tímbrica de la viola, con un control absoluto del fraseo, afinación impecable y una expresividad muy depurada.
Y Bach, siempre Bach. La Partita número dos para violín de Bach BWV 1004 fue interpretada con una introspección maravillosa. La Chacona final, extraordinaria por su intensidad y su técnica prodigiosa. Inolvidable, sin duda el corazón emocional del concierto.
El cierre con la Passacaglia de Biber fue también sobrecogedor. Villanueva mantuvo el carácter hipnótico del ostinato durante toda la pieza, dotándola de una profundidad casi litúrgica.
“Ritual” acabó como comenzó, cerrrando un círculo prodigioso: volvió a interpretar a Von Bingen para felicidad de los presentes que aplaudieron agradecidos durante varios minutos a la artista.