El Ayuntamiento de Cuenca busca un nuevo espacio para ubicar el Museo Español del Títere al entender que su apertura en la iglesia de San Andrés, como estaba previsto inicialmente, no es la más idónea al tratarse de un espacio con muy mala acústica para actuaciones tanto musicales como teatrales, y que reformar sería “costoso”.
Se trata de un museo que tendría a La Máquina Real como principal reclamo, un escenario teatral construido en 2007 de seis metros de ancho, cuatro y medio de altura y cinco de fondo con diferentes escenografías y elementos de tramoya donde se puede representar cualquier obra de teatro, como se hizo en toda Europa durante los siglos XVI-XVII, a lo que habría que añadir un buen número de títeres que en los últimos años ha realizado la asociación cultural La Máquina Real a través de un par de talleres de empleo de carpintería y mueble subvencionados por el Gobierno regional.
Uno de los espacios alternativos que se estudian podría ser, según informaba en el último pleno a preguntas de IU la concejal de Cultura, Marta Segarra, la iglesia de Santa Cruz, espacio de propiedad municipal acondicionado en el año 2016 por el Consorcio como museo, aunque no con vistas a albergar el Museo del Títere sino fondos del Museo de Cuenca, en concreto la sección de Bellas Artes.
En este sentido, Segarra asegura que el Ayuntamiento sigue a la espera de un convenio con el Gobierno regional para cedérselo a este, pero al seguir dicho convenio sin concretarse podría decidir darle otro uso, como podría ser el Museo del Títere.
“El proyecto de musealización de la iglesia está parado y no se ha firmado el convenio con la Junta y podría ser el espacio perfecto para que La Máquina Real tenga su lugar digno y que la asociación pudiese realizar talleres y actividades”, apuntó Segarra, que asegura que la asociación del mismo nombre a la que se compró La Máquina Real, presidida por Jesús Caballero, “tiene una programación muy interesante para realizar”.
El Ayuntamiento ha analizado otros espacios que no reúnen las condiciones, como el Almudí, cuya altura es muy baja, o el Teatro-Auditorio, donde “se colapsaría el vestíbulo de entrada”.
