Rafael Serrallet, guitarrista originario del municipio conquense de Torrejoncillo del Rey, ha participado en el Festival Internacional de Música Virtuosos de Leópolis (Ucrania), que lleva celebrándose 41 años ininterrumpidamente organizado por la Sociedad Filarmónica Nacional de la ciudad y al cual ni siquiera la guerra que azota el país ha sido capaz de detener.
El guitarrista de origen conquense ha tenido el privilegio de colaborar en el festival con el prestigioso Phoenix String Quartet, uno de los más afamados cuartetos del país.
Leópolis se resiste a vivir con cierta normalidad y la música se ha convertido en uno de los bálsamos y en una muestra de la resiliencia del pueblo ucraniano. Debido a la guerra, la sede de la Filarmónica se ha convertido en un punto estratégico de almacenaje y distribución de medicinas. Decenas de paquetes llegan diariamente procedentes de diversos lugares de Europa y, tras ser clasificadas por personal voluntario, son enviadas fundamentalmente hacia el Este del país. Para aprovechar más el espacio, se han quitado los asientos del patio de butacas de la sala de conciertos.
El segundo piso del auditorio sigue haciendo sin embargo sus funciones con asientos para público y se llenó la noche del 28 de mayo de espectadores que asistieron al concierto. El guitarrista español interpretó obras de autores como Padilla, Penella, Rodrigo y Tárrega y también incluyó a dos compositoras: Josefina Robledo y Claudia Montero.
La pieza que cerró el concierto fue una composición del propio Serrallet en la que fusionaba dos canciones de cuna, la popular nana valenciana ‘Mareta’ y la muy conocida melodía ucraniana ‘Los sueños pasan por la ventana’.
Durante el bis que Serrallet y los músicos del Phoenix String Quartet ofrecieron, comenzaron a sonar las sirenas antiaéreas y las alarmas de las aplicaciones de los móviles de los asistentes comenzaron a vibrar.
Sin embargo, la gran mayoría de espectadores esperó a que los músicos, que seguían tocando ajenos a esta situación, acabaran la pieza para marcharse hacia los refugios y lugares señalados como seguros, no sin antes brindarles una gran ovación. Afortunadamente, la alarma solo duró unos pocos minutos, la amenaza no se materializó y el cielo de la ciudad permaneció en calma un día más.