Es uno de los artistas conquenses que más expone últimamente. Y que más produce. El Centro Cultural Aguirre, en cuya antigua escuela estudió de joven y donde hizo su primer dibujo, es el nuevo espacio de la ciudad que acoge obra reciente de Pedro Romero Sequí (Cuenca, 1963), una muestra incluida en la sección ‘Excelencias’ del ciclo Días de Arte Conquense que puede verse hasta el próximo 3 de abril y está compuesta por en torno a 60 pinturas de temática mayoritariamente local: paisaje urbano y monumental, retratos de amigos y familiares y de personajes históricos como Velázquez, un homenaje a los toros y, aprovechando las fechas, pasos de la Semana Santa conquense como el Jesús de las Seis, San Juan Bautista o La Soledad del Puente.
“Tengo mucha obra de otras ciudades que me gustan, como Sevilla, Santiago de Compostela o Madrid, pero aquí me han recomendado que trajera sobre todo temática local, y Cuenca siempre ha sido para mí motivo de inspiración”, cuenta Romero Sequí.
La Catedral y las Casas Colgadas aparecen así en algunas de estas obras, lienzos y cartón couché pintados con acrílicos, pero también hay espacio para la Cuenca más urbana: una pintura de Carretería y otra, llena de coches y semáforos, de la Avenida de Castilla-La Mancha.
“A la gente le gustan las cosas castizas y los cascos antiguos pero a mí también me gusta lo moderno, de ahí estas pinturas, similares a otras que he pintado de Madrid, como la Gran Vía”.
Algunas de sus nuevas obras, seleccionadas para esta exposición por Carlos Codes y Rafael Miranzo, sorprenden también por incorporar la inscripción de varias letras. “Seguramente se debe a que todo lo que tenga texto me gusta. Igual porque me gusta leer, no sé”, explica.
El cronista oficial de la ciudad, Miguel Romero, destaca en el catálogo que acompaña la exposición la “elegancia en el trazo del acrílico” de Romero Sequí, que “lo enaltece hacia la definición de un arte moderno, sincrético en varias ocasiones y universal por definición del color”.
el efecto de la crisis
Aunque Romero Sequí, que es autodidacta, pinta desde que era muy pequeño, y en 1985 fue cartelista de la Semana Santa, festividad para la que compuso el primer cartel abstracto, fue sobre todo a raíz de la crisis económica, hace ya unos ocho años, cuando se volcó con su pasión por la pintura aprovechando el descenso de la actividad en la inmobiliaria Eurolar. Y “ahora que ha mejorado la situación ya no lo quiero dejar”, señala.
De hecho, con licencia fiscal de creador, aunque huye de la palabra artista no duda en calificarse de “profesional”. Porque pinta todos los días un poco, “quitándole la hora a la siesta”, y sobre todo los fines de semana. La clave, cuenta, está en “la constancia”.
Prueba de que la pintura no le va mal como negocio es que en la muestra se exhibe una obra pintada por encargo, un retrato del presidente de la Orden de Malta, que estará solo unos días.
Y en breve expondrá en el Ateneo de Sevilla, de donde son muchos de sus seguidores en las redes. “Tengo más que conquenses”. Sevilla, cuenta, es una ciudad a la que ha pintado mucho porque la considera “muy bonita, con poso. Si Torner tenía vivienda en Cuenca, Roma y Sevilla, por algo sería”.
Lo que le falta, reconoce, es pintar ciudades costeras: el mar. “Pero empezamos rápidamente. Tengo que pintar Huelva”, concluye.
