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Semana Santa Cuenca 2021

La Cuenca nazarena en la “pintura negra” de José Gutiérrez-Solana

La pintura “Procesión en Cuenca” fue incluida en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1920
04/04/2021 - Jose Vicente Ávila

El Arte nazareno brilla con luz propia en esta ciudad que se asienta en el montículo de sus dos Hoces, que es Arte y Naturaleza, esculpida por el agua y el viento. De Arte se puede hablar largo y tendido en una Semana Santa como la de Cuenca que, como decía Gustavo Torner, está llena de matices. Las primeras pinturas más reconocidas y valoradas de la Pasión conquense, no exentas de polémica en su tiempo, nos llevan hasta José Romano Gutiérrez-Solana y Gutiérrez-Solana (Madrid, 28 –02-1886 / 24-06-1945), con su “Procesión de Cuenca” de 1918, que fue incluida en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1920.

Junto a Ignacio Zuloaga, Solana refleja en su obra “la España negra”, la del tenebrismo y la tragedia, pero también la España de las fiestas populares, las reuniones de cafés-tertulias o tabernas, las procesiones de Semana Santa o las corridas de toros, aportando su particular Tauromaquia de auténtico expresionismo de valor y gallardía. Museos y fundaciones, y colecciones particulars, acogen parte de la obra de Solana por todo el mundo.

Aquella Semana Santa de comienzos del Siglo XX en tierras castellanas, que llevó a sus cuadros José Gutiérrez-Solana, uno de los grandes pintores de la generación del 98, impactaron porque supo reflejar en sus lienzos las costumbres populares y religiosas, sobre todo la Semana Santa, con raíces en la pintura negra de Goya. De Gutiérrez- Solana hay varias obras que tienen como referencia a Cuenca y su Pasión.

Uno de sus cuadros más conocidos es el citado anteriormente, “Procesión en Cuenca”, en el que aparecen sobre la Hoz del Huécar, con las Casas Colgadas de telón de fondo, una serie de imágenes compuestas por el Cristo en su Agonía junto a San Juan y la Virgen, Jesús Orando en el Huerto y una Soledad o Dolorosa, con penitentes encapuchados a modo de capucha. Resalta el académico José María Blázquez en “Anales de Historia del Arte”, de 1999, que el famoso médico madrileño, Mariano Fernández Zumel, al comentar la Procesión de Cuenca (1918) escribía: “Para lograr esa vibración religiosa de los cuadros de Solana sólo es posible hacerlo con una gran sensibilidad cristiana”. Blázquez avala que Gutiérrez Solana “plasmó muy bien un aspecto de la religiosidad de la gente común, del pueblo llano, con independencia de las creencias religiosas profundas del pintor”.

En ese cuadro Gutiérrez-Solana realiza, como hemos dicho, una composición en la que muestra una vista de la Hoz del Huécar, con las Casas Colgadas y varias imágenes religiosas agrupadas como simbolismo de la procesión conquense. La foto de esta pintura la incluye el profesor y académico Pedro Miguel Ibáñez en el Volumen “Las Casas Colgadas y el Museo de Arte Abstracto Español”, realizando el oportuno y jugoso comentario sobre lo que puede representar y las reacciones que tuvieron en su día un escritor como Anselmo Sanz (1920) y un anónimo escribiente en “Ofensiva” con un “poemilla satírico” (1943).

La Cuenca nazarena en la “pintura negra” de José Gutiérrez-Solana

A raíz de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1920, en la que se exponía la “Procesión de Cuenca”, de Gutiérrez-Solana, el prolífico escritor alcarreño Anselmo Sanz (muy ligado en sus artículos posteriores a Cuenca, Guadalajara, Teruel y Soria), hizo una dura crítica sobre esta obra, como así lo califica Pedro Miguel Ibáñez, y el texto publicado en “El Liberal” del 12 de junio de 1920, bajo el título “Cuenca en la Exposición Nacional de Bellas Artes”, así lo atestigua, incluso citando “casas colgantes” en vez de colgadas, para darnos idea de que el famoso latiguillo viene de antiguo y desde la propia Cuenca.

En el amplio artículo, lamentando la ausencia de artistas conquenses, y tras citar los cuadros presentados por el catalán Serra Aleu, con vistas de Cuenca, Anselmo Sanz se encuentra en la Exposición del Retiro con “la procesión de Solana” y escribe sin más: “Gutiérrez Solana, un artista madrileño, expone en el testero principal de la sala primera un cuadro que él llama “Procesión en Cuenca”. Nosotros que hemos visto aquí esas típicas procesiones de Semana Santa y que sin duda Gutiérrez Solana pretende ridiculizar en su obra, opinamos que eso no ocurre en Cuenca. Coloca el asunto caprichosamente en la “Hoz del Huécar” para buscar el efecto de las Casas colgantes; el colorido es avinagrado, cuajado de figuras exóticas y sombreadas con unos brochazos negros: las imágenes religiosas no son verídicas y el asunto en general puede calificarse de profanación estética”. Libertad de expresión, sin duda, pero la obra de Solana ofrece otras dimensiones como veremos más adelante.

La Cuenca nazarena en la “pintura negra” de José Gutiérrez-Solana

Pasados 23 años de este comentario “avinagrado” de Anselmo Sanz, un papista de nuestra ciudad se atrevió a publicar el “poemilla satírico” al que aludía Pedro Miguel Ibáñez, en el periódico “Ofensiva” en 1943, al hilo de la presencia en Cuenca del pintor y profesor de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, Eduardo Martínez Vázquez, con un grupo de alumnos a los que enseñaba a pintar los paisajes de la ciudad, aconsejándole en su artículo, titulado “Retazos”, que “pinten las cosas de Cuenca donde están” y no las trasladen de sitio, aludiendo en el poemita a Solana, sin citarlo:

“Arribó en cierta ocasión

a Cuenca un pintor artista

que en un cuadro realista,

pintó nuestra procesión (de Semana Santa).

Y fue tal el desconcierto

de este pintor de primera, (medalla)

que en la Hoz de Palomera,

puso la Oración del Huerto”.

Claro que este atrevido poeta, pese a su gracieta en el ripio, no debió tener en cuenta otras opiniones de críticos literarios de mayor enjundia en su tiempo o en años posteriores como el citado Blázquez o Florencio Martínez Ruiz analizando la pintura de Gutiérrez-Solana sobre Cuenca en “El Día Cultural” en 1991, a propósito de una Exposición sobre el celebrado pintor en la Fundación Mapfre-Vida, : “Si en las celebraciones de Semana Santa Solana reina por derecho propio, nuestra ciudad está en la raíz misma de su alucinante visión artística”. Estos cuadros conquenses, “Procesión en Cuenca” (1918) y “Semana en Cuenca” (1918-19), son un punto de partida, el eje en torno a los cuales la fe íbera --expuesta en el ara del roquero calvario conquense— deja sus huellas tétrica y trágicas en la pinacoteca religiosa”.

Sobre el cuadro “Procesión de Semana Santa en Cuenca”, que recoge Blázquez en sus “Anales de Historia del Arte”, con la impresión incluso del grabado, “con encapuchados vestidos de blanco, la Virgen con el Nazareno con un fondo de casas tomadas del natural”, Florencio apunta que “Cuenca caló muy hondo en Solana y, desde su estancia en los años diez y veinte, sus gentes penitentes le orbitaban alrededor de la cabeza”. En esta pintura en la que aparece una tiendecilla con el nombre de “La Bomba” nos parece estar contemplando una procesión en la bajada por Alfonso VIII, esquina Zapaterías.

Florencio Martínez Ruiz añadía que en otros cuadros de Gutiérrez-Solana, como “Santos del pueblo”, “El espejo de la muerte”, y más intensamente “Procesión nocturna”, “El Beso de Judas” y “La procesión de la muerte”, “se atisba por alguna esquina de su paleta la refracción de Cuenca”, ciudad en la que “Solana quiso levantar sin duda acta de este poema dramático terrible de la Pasión”.

Abundando en la letrilla del poeta “de la Hoz” de 1943, y de Anselmo Sanz con sus “casas colgantes” y “color avinagrado”, qué se puede decir de aquellos que llamaron “merienda de los negritos” a la fabulosa Santa Cena de Marco Pérez, sin policromar, a los que el cronista de Cuenca y experto en arte religioso, Juan Giménez de Aguilar, tuvo que salir al paso para decirle al escultor e imaginero Luis Marco entre líneas, “perdónales, que no saben lo que dicen”.

Pintura y fotografía, dibujo y diseño, escultura y cerámica, alfarería y orfebrería, de cuánto arte podíamos hablar en la Semana Santa de Cuenca a lo largo de su historia. Pero esta vez era necesario recordar a José Gutiérrez-Solana, el pintor religioso que dejó su sello en la iconografía de la muerte de la entonces pintura contemporánea, en tiempos en los que la gripe también dejó su secuela de mortandad entre 1918 y 1919, años en los que había dejado en sus lienzos la Pasión según Cuenca, y de otras ciudades castellanas, con acento de paisaje conquense.