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Catedral de Cuenca

El ‘braghettone’ de la Catedral

La restauración de unas pinturas del conquense Andrés de Vargas revelan la censura que sufrieron en el siglo XVIII
El ‘braghettone’ de la Catedral
Pintura mural con los ángeles cubiertos por unos paños volantes. Fotos: Instituto del Patrimonio Cultural de España
03/12/2019 - G.D.

El pintor italiano Daniele de Volterra ha pasado a la historia con el apodo de Il Braghettone, algo así como el creador de bragas, tras acometer, en torno al año 1564, el encargo del Vaticano de cubrir la desnudez de multitud de figuras que conformaban la obra del Juicio Final que entre 1534 y 1541 Miguel Ángel había pintado en el ábside de la Capilla Sixtina siguiendo el canon del Renacimiento. Así, sobre las figuras desnudas de hombres y mujeres, en su mayoría esbeltos, Il Braghettone pintó bragas, flores, pañuelos y otros recursos en unos tiempos en los que la iglesia había prohibido la desnudez en el arte religioso

Y la Catedral de Cuenca tampoco se libra de haber tenido sus propios bragettones, como estos días se está comprobando con motivo de las obras de restauración de unas pinturas murales del Barroco que el conquense Andrés de Vargas (1610-1674) pintó en el siglo XVII en la bóveda exterior de la capilla de la Virgen Sagrario, unos trabajos fruto de la colaboración entre la Catedral y el Instituto del Patrimonio Cultural de España, perteneciente al Ministerio de Cultura, que servirán para completar la restauración de las pinturas del mismo autor ubicadas en el interior de la capilla acometida hace un par de años, entonces con fondos del Consorcio Ciudad de Cuenca.

En concreto, en el mural, muy deteriorado por las humedades y el paso del tiempo, aparecen portando en sus manos objetos de las letanías de la Virgen una serie de pequeños angelitos que, pintados desnudos por Andrés de Vergas, habrían sido cubiertos un siglo después, en el XVIII, con una especie de pequeños velos o pañales que ondean al viento.

Prueba de que estos velos fueron un añadido es que los operarios de la restauración del mural han comprobado que se trata de una capa pictórica que “desaparece fácilmente” y bajo la cual han encontrado el cuerpo desnudo de los angelitos. “Si quitáramos los vestidos y nos encontráramos cuerpo debajo, sería que los habría pintado la misma mano, pero nadie pinta un cuerpo para luego superponerle un vestido exterior”, sostiene el director de la Catedral, Miguel Ángel Albares, convencido de que primero se pintaron los cuerpos y después los “pañalitos”.

Es posible que en el XVIII estas desnudeces pudieran parecer impúdicas, casi pornográficas, y que decidieron cubrirlas, pero no se les ve nada a los pobres angelitos”

En el caso de la obra de Miguel Ángel para la Capilla Sixtina, la presencia de numerosas figuras de hombres y mujeres supuso un escándalo en su momento y aunque el papa Juan III, tolerante, se negó a intervenir en ella, su sucesor, Pío IV, ordenó su ocultamiento tras haber incluso barajado destruir el fresco. Las coberturas no serían eliminadas hasta finales del siglo XX, cuando la pintura recuperó su esencia.

Un camino similar al que ahora en principio seguirá la pintura mural de Andrés de Vargas, la cual, eso sí, al contario que la de Miguel Ángel ni siquiera muestra cuerpos maduros y esbeltos, con músculos desarrollados al modo de Hércules y de gran tamaño, sino a unos pequeños angelitos. “Es posible que en el XVIII estas desnudeces pudieran parecer impúdicas, casi pornográficas, y que decidieron, al hilo de la moda de esa época, cubrirlas, pero, ya me dirán, porque no se les ve nada a los pobres angelitos”, sostiene Albares.

La idea así es retirar los velos durante la restauración de la pintura y recuperar “la pintura original” de Andrés de Vargas, “que es algo que hacemos siempre, sobre todo si es de buenísima mano”, aunque tampoco se descarta dejar alguno de los vestidos, “al menos uno o dos para que quede un testimonio. Pero la idea es ir al original”.

Albares recuerda que algo parecido se descubrió ya hace unos años durante la restauración de la pintura, en este caso del Renacimiento, La Adoración de los Reyes Magos, de Gómez de Fernando Yánez de Almedina (1505-1537), ubicada en la Capilla de los Caballeros y en la que “un repinte que era una especie de zapato o de media” cubría un pie desnudo de la Virgen María. “Al hacer las primeras analíticas se vio que el pie era originalmente desnudo, así que se eliminó el repinte y quedó un pie desnudo y fantástico”.