Felicidad, tranquilidad y armonía. Así describe Pedro Alfaro el amor que siente por el baile, una pasión que floreció en él a temprana edad. Desde niño merodeaba por las estancias de su casa para entregarse al ritmo de la danza. Lo que comenzó como una necesidad indomable, ahora es su sueño y su carrera. Es el único bailarín masculino en Cuenca que emprende una trayectoria profesional. Lo decidió hace tres años. “Ya se me acentuó. Sí, me gusta. Esto no lo puedo dejar”, expresa.
Ser el primero en llegar a este punto le provoca una “sensación rara”. Alfaro ha roto una barrera y abre con su ejemplo el paso al ballet a otros chicos bailarines. “No sé que hacer o qué decir”, apunta. “Me enorgullece y, también, me entristece que estemos en el siglo XXI y que todavía no haya nadie profesional en Cuenca”. A él personalmente le resulta extraño que no sea algo común. “Espero que cuando vayan pasando los años sea más normal el ballet en Cuenca. Que yo sepa, solo en mi academia hay chicos. Este año somos cuatro. Espero que sigan”, señala.
“Te decían ‘ay, es que el ballet es para chicas, apúntate a fútbol…’ A mí me gusta bailar y punto”Este talento de tan solo 16 años se declara como un auténtico entusiasta del ballet. Después de dar sus primeros pasos en el estilo urbano en las lecciones de su centro escolar, una casualidad le hizo encaminarse hacia su modalidad preferida. La falta de huecos en las clases de funky de la academia Alegría y Javier hicieron que la descubriera. El cambio no le supuso dificultad alguna. El bailarín ha probado la rama contemporánea y la flamenca, pero, sin duda alguna, se decanta por el ballet. De momento, no siente inquietud por probar alguna nueva y quiere enfocar todas sus energías a la danza clásica.
Recientemente realizó el examen del primero de los ocho cursos en ACADE, en Madrid. “El año que viene tengo pensado hacer el segundo y el tercero”, detalla. La intención de Alfaro es estudiar INEF como carrera deportiva al mismo tiempo que está en el conservatorio de ballet. “Hago triatlón y también a veces piragüismo con mi padre”, comenta. Asegura que lo que más le gusta dentro de las posibilidades que ofrece el mundo de la danza es bailar. Prefiere hacer antes que inventar pasos, pero no descarta desarrollar más esta última faceta. “No como tal, pero sí a lo mejor a crear alguna coreografía”. Una de sus primeras experiencias en este sentido ha sido a través del instituto para el que ha realizado una. Le gustaría en algún momento probar algún musical como, por ejemplo, el del Rey León o el de Aladín.
“Si te gusta el ballet u otro tipo de danza o lo que sea que no esté normalizado en la sociedad, hazlo porque para eso eres feliz... Me enorgullece y, también, me entristece que estemos en el siglo XXI y que todavía no haya nadie profesional en Cuenca”No le tiene miedo alguno al escenario. Más bien, se apropia de él. “No me relajo como tal, pero me siento a gusto. Me dejo fluir en él”, manifiesta Alfaro. Esta disciplina artística le ha dado “mucho” a nivel personal. “Siempre he tenido presente la danza”, asegura.
No todo ha sido fácil. Él ha sido objeto de comentarios por ser un chico que baila danza clásica. “Lo típico en el colegio. Te decían ‘ay, es que el ballet es para chicas, apúntate a fútbol…’ A mí me gusta bailar y punto”, cuenta. Sin embargo, ello no le impidió continuar ni le hizo dudar. Asegura que aún hay mucho estereotipo alrededor de los bailarines masculinos. El joven aconseja a aquellos chicos que bailen y que sientan timidez o temor que hagan lo que realmente quieran. “No hagas caso a los demás”, asevera. “Si te gusta el ballet u otro tipo de danza o lo que sea que no esté normalizado en la sociedad, hazlo porque para eso eres feliz”, expresa. “No tengas miedo a que la gente te diga que es para chicas o que no lo vas a conseguir. Si a ti te gusta, qué más te da”, concluye.
DEDICACIÓN
Empezó a los seis años de edad. Lleva diez años de recorrido, una trayectoria llena de horas de dedicación. Algunos recuerdos de sus inicios se le escapan, pero no olvida que West Side Story fue su primera actuación. Desde entonces le ha dado movimiento y expresividad a distintos personajes como a la figura de un granjero, a un muñeco en El Cascanueces, a Aladín o el propio Peter Pan. Su danza más reciente fue como bruja en el Mago de Öz. “Fue una experiencia súper bonita”, asegura. A Alfaro también le gusta la caracterización dentro del baile.
Ensaya los lunes, los miércoles y los viernes. Baila una media de cuatro horas cada semana sin contar sus prácticas los fines de semana en casa. Lo más difícil para él es la flexibilidad, algo que trata de mejorar con prácticas de estiramientos. No tiene problema alguno a la hora de compaginar su día a día con la danza.
Los chicos que se apuntan a danza normalmente abandonan su práctica en una academia entre los 12 y los 13 años. De hecho, en su centro, acostumbrados a este suceso, llegaron a estimar que el también lo dejaría. Sin embargo, él nunca ha querido dar un paso atrás. “Este año se han apuntado chicos de un curso anterior a mío y, luego, dos pequeños”. El número de niños en la danza clásica ha ido en aumento según Alfaro. “Me alegro mucho. No hay muchos chicos, la verdad”, detalla.
Alfaro aspira a entrar en alguna compañía de baile. Le gustaría, en concreto, formar parte de la Nacional de Danza en Madrid. No considera que la carrera del bailarín sea fácil. “Tienes que llevar un seguimiento. Ahora que he parado en verano cuando empiece septiembre sé que me va a costar porque no es lo mismo en invierno que a lo mejor voy tres días a la semana y lo tengo ya tan habituado”, explica.
No hay en su mente opción para la derrota. Este joven tiene las ideas claras. Poco a poco, consigue abrirse a nuevos escenarios.