La preocupación por el medio ambiente y por el cambio climático, ahora tan de actualidad, ya estaba muy presente en el pintor Emilio Morales hace más de una década cuando, en colaboración con el fallecido Goliardo, en 2008 organizó una gran exposición sobre esta temática en la que participaron artistas de una veintena de países, y que contó incluso con la colaboración de la NASA.
Una problemática en la que Morales vuelve a ahondar en la que es su primera gran exposición individual en años, incluida en la serie Excelencias del ciclo Días de Arte Conquense que el Ayuntamiento organiza a través de la Fundación de Cultura Ciudad de Cuenca y que hasta el 14 de enero puede visitarse en el Centro Aguirre.
Reflejos sobre el Huécar que se corresponden con objetos de plástico caídos o arrojados por la gente y forman lo que Morales denominada “ondas de contaminación”, la inundación sufrida por el cambio climático de espacios como una cafetería o el paraje La Piedra del Caballo, las luces de león que iluminan las noches de ciudades como Tokio, Sydney, Schenzhen, Madrid, Barcelona o Cuenca, “la bruma de la contaminación” en la salida de una carrera de la Fórmula 1, una tormenta de nieve en San Pablo, una serie de vestidos que parecen extraídos de la naturaleza o un perro bebiendo en una charca de peces de colores son algunos de los motivos que se encuentran en esta recopilación de una treintena de obras confeccionadas por Morales de 2011 a esta parte.
“Es una exposición en la que no he pretendido hacer cuadros bonitos, que por otro lado es algo que nunca he pretendido, sino exteriorizar mis sentimientos más profundos, aquello que me llega al corazón, y tratar de concienciar sobre la necesidad de respetar el medio ambiente. Los artistas tenemos que llamar la atención a los políticos y dirigentes para que hagan algo contra la contaminación y el cambio climático: no tienen que pensar en ellos, sino en el futuro de nuestros hijos y de nuestros nietos, que me preocupa que puedan sufrir las inclemencias meteorológicas de unos daños causados por nosotros”.
Y no solo los políticos, sino cada ciudadano, reconoce, puede aportar su granito de arena en esta lucha. “Deberíamos coger menos el coche, pero como tantas otras cosas: no hay que tirar cosas al suelo, al bosque, a los ríos, ni contaminar, porque desechar lo que nos rodea puede ser perjudicial para el planeta: si solo pensamos en nosotros, seremos egoístas”.
En la exposición hay obras que tienden al arte figurativo y otras encuadradas en el expresionismo abstracto, más difíciles de intepretar. Algo esto último que en absoluto preocupa a Morales, que sobre todo se considera un pintor simbolista. “Lo importante es que el espectador se concentre en una obra que está hecha con concentración y pensamientos profundos. Si se concentra, hay energías que puede captar y llegar a conclusiones interesantes y agradables”.
Los colores, con tonos tanto cálidos como fríos, luminosos como oscuros, son también protagonistas de estos lienzos, para lo que Morales se ha basado en sus estudios sobre el color siguiendo el ejemplo de clásicos como Velázquez. Subraya que aprender a utilizar el color es básico para todo aquel que quiera dedicarse a la pintura, algo en lo que él incide en las clases de su escuela en la calle Diego Jiménez. “Primero es el color, que es como los niños se lo imaginan todo, y después poco a poco ya irán perfeccionándose con el lápiz”.
Morales insiste en defender “el oficio más antiguo del hombre, que a nuestros ancestros les llevó a comunicarse a través de las pinturas de las cavernas”, al que sigue dedicándose en cuerpo y alma. “Se es pintor todos los días: la musa, como decía Picasso, te tiene que pillar en el estudio, trabajando, no tomándote una cerveza. Sigo pintando todas las mañanas y a veces hago apuntes previos por la noche, porque necesito mucha documentación para hacer una obra, más si es grande”. Un delicado y constante trabajo fruto del cual surge esta imprescindible exposición.