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Exposición

Arte con la "boca llena de tierra"

Adrián Mena, doctorando y antiguo alumno de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca, expone en el espacio Kanoko
Arte con la "boca llena de tierra"
Foto: Saúl García
07/11/2019 - Paula Montero

Observador, imaginativo, una persona que sabe transmitir a través de la pintura y también de las palabras. Extremeño, natural de Badajoz, pero residente en Cuenca desde hace siete años. Así es Adrián Mena. Aunque la Facultad de Bellas Artes de Cuenca nunca fue su primera opción, reconoce estar hechizado por Cuenca, pero en especial por su gente; personas que se convierten en fuentes de inspiración y a través de los que observar para conocer.

Cuenca, una capital con dos caras, según nos explica: “tiene lo mejor y lo peor de una ciudad y de un pueblo”. “Nos conocemos todos, pero también es peligrosa; no tenemos tantos estímulos como en otras grandes ciudades como Madrid”. Explica que la Facultad ha cambiado desde que llegó y se muestra, incluso, desilusionado por la falta de actividad en ella, pero cuenta con un aliado: Paco, el camarero de la cafetería. “Sin gente como Paco, yo me hubiera ido de Cuenca hace tiempo”, confiesa de forma cómplice.

Desde siempre, en el colegio, era el niño que más dibujaba, con una sensibilidad y perspectiva diferente al resto. Un artista que cree que es un error pensar las cosas y después hacerlas, prefiere crear y después mirar y ordenar. Su obra Lo que se de las piteras, expuesta en el espacio cultural Kanoko hasta el 5 de diciembre, es un viaje al pasado, volver a la infancia, ahondar en la memoria. Pitera es la marca que se queda en la cabeza después de recibir un golpe, una pedrada, dónde ya no crece pelo. El título no puede ser más acertado.

Una exposición en la que todos pueden entrar, siempre y cuando estén dispuestos a hacer un viaje por los recuerdos y su retentiva. Imágenes que deben ser habitadas, formas, colores, historias o personajes que para cada espectador cobrarán un sentido diferente, como si de un libro se tratase. Debe crearse una sinergia entre el autor y el público, así tendrá pleno sentido. Ese es su fin, que sus creaciones no dejen de tener interpretaciones, que no mueran; como él mismo relata: “No quiero que se convierta en una canción del verano”.

Un conjunto de 23 piezas dispuestas con mimo, un diario que se escribe hacía atrás, cápsulas del tiempo con las que hacer un recorrido. Obras creadas a partir de bastidores abandonados, recortes de telas, sobrantes con los que limpia el pincel y que finalmente cobran sentido. “Aprovecha todo lo que te rodea”, insiste.

“Tengo la boca llena de tierra” es la frase que preside la exposición. Unas palabras que ya han cumplido su función dice, “Juan, el galerista, me contó su interpretación de la frase, diferente a la mía, y supimos que debía ser esa. De eso se trata, cada persona debe imaginar algo diferente”. Este artista que ha conseguido unir literatura, pintura y memoria revela su frase favorita que como no podía ser de otra forma tiene una historia detrás, “Arranqué una hoja de un libro para hacer una fotografía a través de un canuto, pero después me di cuenta de que había escrito un poema y una de las frases decía: El país de la muerte tiene el tamaño del corazón”.

LO QUE SÉ DE LOS VAMPIROS

Tras su paso por tres salas de la Facultad de Bellas Artes con una exposición titulada Lo que se de los vampiros, este artística que se muestra agobiado y nervioso, se pregunta, “¿Cómo es posible que con 500 alumnos no haya una inauguración cada semana?” En cuanto a sus proyectos de futuro explica que de momento se muestra satisfecho con la repercusión que está teniendo la muestra de la Facultad. Esta entrega que como él explica, “ha sido más nirvana, más oscura una continuación; dos conjuntos artísticos que son la cara A y B de un vinilo”. Desde aquí anima “a todo aquel que no tenga suficiente tierra en la boca a acercarse a la exposición”, apostilla este artista que para el galerista de Kanoko “tiene una gran proyección.