Autor de obras como El cementerio de automóviles, Picnic, Delicias de la carne o La noche también es un sol, es uno de los dramaturgos españoles más conocidos y representados en el mundo. También, un provocador que llegó a ser encarcelado durante el franquismo acusado de blasfemia y ultraje a España y apartado por un tiempo de TVE por aparecer a finales de los ochenta en un programa de televisión conducido por Fernando Sánchez Dragó supuestamente bajo los efectos del alcohol.
Hablamos de Fernando Arrabal (Melilla, 1933), a la cabeza de las vanguardias desde que en los años sesenta fundara en París, junto a Alejandro Jodorowsky y Roland Topor, el Grupo Pánico, que según sus propias palabras venía a ser, entre otras cosas, “el himno al talento loco, el antimovimiento, el rechazo a la ‘seriedad’, el canto a la falta de ambigüedad”, para lo que mezclaba ismos como el surrealismo y el dadaísmo.
Ahora, a sus 86 años, Arrabal sigue siendo una persona activa y la pasada semana recalaba en Cuenca con motivo de la inauguración, en la Sala Acua de la Universidad de Castilla-La Mancha, de una exposición en su homenaje realizada por su amigo, el poeta, artista y editor conquense Juan Carlos Valera.
Una muestra que reúne libros, pinturas, objetos y, como gran novedad, la denominada “bicicleta patafísica”, muy venerada por las vanguardias del pasado siglo, especialmente por autores como Alfred Jarry o Marcel Duchamp: una pieza escultórica de 3,05 metros de altura y 125 kilos sobre la que el propio Arrabal, como puede apreciarse en la fotografía que acompaña esta noticia, no dudó en subirse el mismo día de la inauguración.
“La exposición es un homenaje a Arrabal, gran referente de las vanguardias europeas y último sobreviviente del dadaísmo, el surrealismo o la patafísica, que es la ciencia que estudia las soluciones imaginarias e inútiles”, señala Valera.
En Menú Cuadernos de Poesía pueden verse la quincena de libros de artista que a lo largo de las últimas tres décadas Valera ha editado con textos de autores como Milan Kundera, Oscar Niemeyer, Rafael Alberti, Michel Houellebecq, Antonio Saura o el propio Arrabal, publicaciones que con anterioridad habían sido presentadas en ciudades como Nueva York, País, Chicago o Florencia y que combinan textos, fotografías, dibujos, pinturas y los más diversos objetos, pues se trata de libros concebidos como objetos “que lo mismo pueden ser un desplegable que un vídeo”.
A destacar, por ejemplo, el libro Menú. Cuadernos de poesía. Disciplina de Amor, de 2004, en el que además de Arrabal participaron Catherine Millet y Michelle Houellebecq y que se presentaba como una especie de “caja de herramientas” en la que junto a tres poemas de cien versos escritos a mano por los autores (y traducidos al español por, entre otros, Luis Alberto de Cuenca) se añadían dibujos y objetos como una brújula, una liga, un rosario o un lápiz de labios. Una edición con muy pocos ejemplares dirigida a coleccionistas y a trascender la poesía a través de la sorpresa.
Porque la de Valera es una apuesta por la poesía experimental que va más allá de la palabra, destinada a captarse a través de los cinco sentidos y a expresarse con los más diversos medios, buscando llamar la atención del espectador, desorientarle, agitarle, incluso provocarle, como tanto le gusta a su amigo Arrabal.
"Arrabal es el gran sobreviviente de las vanguardias del XX”Un elaborado trabajo con el papel de Segundo Santos herramienta que en ningún momento ha buscado el beneficio económico, sino el mero placer estético, y que probablemente requeriría de una mayor difusión por más que su afán por la innovación y los ecos vanguardistas parezcan condenarlo a no llegar más allá de un público minoritario, aunque selecto. De momento, la Sala Acua abre las puertas de su labor a quien lo desee: solo hace falta tener curiosidad.