El riesgo de lluvia y la caída de las temperaturas aconsejaron que el concierto previsto de Angélica de la Riva en el Claustro del Monasterio de Uclés se trasladara al interior de la iglesia herreriana del mismo, que prácticamente completó el aforo para la que sería una noche muy especial para la soprano cubano-brasileña.
Ubicados delante de la reja del presbiterio y con el imponente cuadro de Santiago de Francisco Rizi que preside el retablo mayor iluminado en tonos azules para la ocasión, el público, que prácticamente completó el aforo, recibió en primer lugar al New World Chamber Ensemble, acompañante habitual de la soprano, que hizo una elegante entrada desde la Sacristía, ubicada tras la rejería.
En sus primeras palabras, quiso dedicar este concierto a Marcos de Quinto, presente en la sala, en el que era su quinto aniversario de boda, celebrada precisamente en la Catedral de Cuenca el 30 de septiembre de 2017. También durante esta primera intervención, la soprano anunció que en lugar del programa anunciado 'Música Fieramente Humana (Monólogo Lírico)', había preparado para esta velada un programa inédito que giraría en torno a la Música Sacra.
No sería la única sorpresa emotiva de la noche, pues la artista dedicó otras de las piezas del repertorio, en concreto 'The Lord's Prayer' del compositor norteamericano Albert Hay Malotte, a su padre que había llegado desde Brasil, presente entre el público, con el que se fundió en un emocionado abrazo. La cantante quiso compartir sus recuerdos infantiles cuando su padre ponía en la casa familiar este tema en la conocida versión de Mario Lanza.
Angélica de la Riva enlazó esta pieza con otro Padrenuestro, en este caso el compuesto por José María Cano para la visita de Juan Pablo II a España en 1982, deslumbrantemente interpretado por la siempre añorada Montserrat Caballé, y que también cantó ante Benedicto XVI en 2006 en el Palau de la Música de Valencia.
El quinteto 'New World Chamber Ensemble', compuesto por Ane Matxain Galdós y Víctor José Ambroa Martín (violines) Iván Martín Marteu (viola) Ángel García Jermann (violoncelo) y Luis Otero Herranz (contrabajo), habituales compañeros de la soprano casi desde su llegada a España, realizaron una delicada y sentida interpretación de algunos los movimientos del Requiem de Mozart (Réquiem KV 626) que sirvieron de transición entre los distintos bloques de este programa de Música Sacra presentado ayer por primera vez.
Encarando la recta final del concierto, tras el 'Benedictus', Angélica de la Riva, además de presentar a los miembros de su equipo, no sólo musicales, pues la delicadeza del juego de luces a lo largo del concierto merecerían una especial reseña, quiso agradecer la posibilidad de este recital a la Diputación de Cuenca, representada por Miguel Ángel Valero, y a la Fundación Fernando Núñez, representada en esta ocasión por el propio empresario y promotor cultural Fernando Núñez Rebolo.
Dos 'Ave María' la de Giulio Caccini, popularizada por Andrea Bocelli, y la archiconocida de Georg Friedrich Händel, sirvieron para que la soprano dedicara también un sentido homenaje a la música y a su madre, fallecida recientemente. Interpretación, ambientación y sentimientos a flor de piel, provocaron que el público presente ovacionara calurosamente puesto en pie a la artista que debió salir varias veces a saludar y obsequiar con un bis más que solicitado.
De la Riva quiso remontarse en esta ocasión a sus recuerdos juveniles, cuando decidió iniciar su carrera artística en Nueva York, ciudad en la que vivió durante dieciséis años, y acompañaba en las ceremonias religiosas en iglesias neoyorkinas como la conocida como 'Iglesia de los Artistas' o una iglesia en el distrito de Queens donde tuvo contacto con el Gospel.
Recordando estos tiempos, cerró su recital interpretando la simbólica 'Amazing Grace' del clérigo abolicionista del John Newton, que finaliza con la célebre frase "Was blind but now I see", que recuerda su conversión espiritual en 1748 durante su viaje de regreso a bordo del barco esclavista Greyhound del que era capitán.
La delicada voz de Angélica de la Riva quedará suspendida entre estos muros, sumándose a los cientos de capas de historia que como pieles invisibles han quedado grabadas en los muros de este Monasterio en los que late, en lo bueno y en lo malo, la historia de este país.