El sábado, día 24 de febrero a partir de las 20 horas, el Museo Tesoro de la Catedral de Cuenca acogerá el concierto de virginal muselar que llevará a cabo Andrés Alberto Gómez.
En este segundo concierto, del ciclo ‘Teclados diferentes’ organizado por la Academia de Órgano ‘Julián de la Orden, Andrés Alberto Gómez ofrecerá un exclusivo programa con un instrumento extraordinario, su virginal muselar, construido por Gerard Cattin en 2012 copia de un instrumento de Johannes Ruckers de 1624.
El virginal muselar fue un instrumento de teclado muy bien establecido entre la clase social media alta del norte de Europa durante los siglos XVI y XVII, fundamentalmente en Inglaterra y los Países Bajos, aunque paulatinamente también fue conquistando territorios como Italia o España. Se trata de un tipo de clave, según la iconografía que nos ha llegado, frecuentemente usado por doncellas de delicada belleza y juvenil ‘virginidad’ de ahí su nombre ‘virginal. Por lo que se refiere al término holandés ‘muselaar’, la terminación ‘aar’ después de un verbo indica una acción intensiva o repetitiva, por tanto el término podría significar aquello que hacen las musas, es decir: música.
El programa elegido para este especial concierto, en que escucharemos a Byrd, Tallis, Gibbons, Randall, y Dowland, entre otros, lleva por título ‘Midway’ (a mitad de camino) y trata del interesante momento de la historia de la música a mitad de camino entre dos visiones del mundo, la renacentista y la barroca. En el espacio de tiempo entre 1580 y 1620 la música recoge lo mejor de ambas épocas, por un lado mantiene el espíritu humanista del renacimiento y por otro abre la puerta a la futura exuberancia del barroco. El programa recorrerá principalmente la música inglesa para teclado y sobre un espléndido virginal muselar ‘madre e hijo’, obras sublimes que sirven de vehículo para conocernos mejor a nosotros mismos
El ciclo ‘Teclados diferentes’ que se cierra con este concierto pretende ofrecer la posibilidad de la escucha de instrumentos poco conocidos pero, que, en su tiempo, convivieron con los órganos barrocos y formaron parte de la rica vida musical que se desarrolló en nuestras catedrales.