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Crítica de cine

El amigo coreano

A taxi driver: los héroes de Gwangju comienza como una comedia ligera con tonos costumbristas que nos presenta a un taxista viudo al borde de la penuria conviviendo con su hija y que equilibra su buen corazón con cierta picaresca
El amigo coreano
24/06/2018 - Pepe Alfaro

El mero hecho de que una película como esta se estrene comercialmente en nuestra ciudad ya es casi un milagro; primero porque su historia multilingüe (combina simultáneamente coreano, inglés y alemán) solo admite una apreciación en versión original, pero también porque para las distribuidoras pequeñitas supone toda una aventura poder asomarse a los espectadores entre los minúsculos resquicios permitidos por la gran industria.

Unas pocas líneas nos sitúan en las circunstancias históricas, políticas y geográficas de la trama. Estamos en Corea del Sur en mayo de 1980, meses después de que el militar que la gobernaba haya sido asesinado y sustituido por otro general dispuesto a mantener el poder reprimiendo los afanes democráticos con mano dura, especialmente en la ciudad de Gwangju, donde los estudiantes encabezaron un movimiento cuya represión causó miles de asesinatos, camuflados por la cúpula de jerarcas uniformados. Entre otras cosas, la película nos descubre unos sucesos relativamente recientes completamente desconocidos por estos lares.

A taxi driver: los héroes de Gwangju comienza como una comedia ligera con tonos costumbristas que nos presenta a un taxista viudo al borde de la penuria conviviendo con su hija y que equilibra su buen corazón con cierta picaresca para subsistir. Cuando un reportero alemán interpretado por el actor Thomas Kretschmann (el oficial nazi que ayuda a El Pianista en la famosa película de Polanski y el capitán del barco fletado por Peter Jackson para traer a King Kong, entre otros) contrata un taxi para viajar desde Seúl al epicentro de los disturbios sus vidas tejerán una aventura de concienciación entrecruzada con el vínculo de la amistad, porque aparte del discurso político esta es una película que habla del valor de la amistad.

El film se va moviendo por caminos que puntea con elementos de suspense e intriga, además de otros propios del drama político, para terminar derivando hacia el cine de acción, con enfrentamientos y persecuciones trepidantes incluidas, no en vano el director Jang Hoon se ha fogueado en este tipo de cine, conformado a base de escenas espectaculares. Quizá se le pueda achacar cierta falta de sutileza a la hora de mostrar la transformación del taxista, su despertar a la conciencia y su toma de partido e implicación en la lucha por un ideal, pero su peripecia personal y épica llega, emociona y conmueve al espectador, sin necesidad de discursos vanos y sin recurrir a explicaciones sobre las circunstancias que provocaron aquella masacre, le basta con ofrecer suficientes detalles para contraponer la humanidad, solidaridad y sacrificio de los protagonistas frente a la actuación de los verdugos.

La historia se basa en personajes y hechos reales pero solo es una película, aunque al final la verdadera imagen del reportero alemán aparezca en la pantalla para recordarnos que, por encima de todo, se cuenta una historia de amistad. No es perfecta, pero se disfruta.