A Yuriy Ahiy, uno de los ucranianos residente en Cuenca, se le quiebra la voz al hablar de la guerra que azota su país de origen desde hace ya siete días. Sus hijos, nietos y amigos permanecen en Ucrania, cerca de la frontera con Hungría, Rumanía y Polonia pero, por ahora, no han salido del país. "Estamos muy preocupados por ellos porque la situación cada día es más difícil allí", dice.
Por ello, desde este lunes, día en el que se puso en marcha la campaña solidaria en Cuenca con destino Ucrania, todo su afán es organizar y recopilar las donaciones que los conquenses depositan en las dependencias de la Iglesia Santa Ana, "para enviar cuanto antes el tráiler que les llevará alimentos y medicamentos, las cosas más necesarias para ellos en estos momentos".
Está en contacto permanente con sus familiares pero aún así la angustia y el temor que siente, sobretodo por los más pequeños, no cesan. "Está muriendo gente que no tiene culpa de nada y las bombas no paran de caer sobre las ciudades", explica casi con lágrimas en los ojos, "todo porque Putin no es un presidente, es un animal, una mala persona".
Incertidumbre y desesperación que también siente otra de las voluntarias de la comunidad ucrania de Cuenca que, por miedo, prefiere no desvelar su nombre. Su familia también está atrapada en Ucrania y lo único que le consuela es hablar con ellos cada día, porque eso significa que "gracias a Dios siguen vivos".