La vida del celiaco no es fácil. Un 1% de la población reacciona a la ingesta de gluten, enfermedad que impide la absorción de nutrientes además de, por ejemplo, desgaste de la mucosa del intestino.
Hoy, 27 de mayo, este rango de población celebra el Día Internacional del Celiaco. Una oportunidad para mostrar al resto del mundo el hándicap al que se enfrentan a diario y lo que supone llevar una alimentación estricta basada en productos con la etiqueta sin gluten.
¿A qué bulos se enfrentan a diario?
Entorno a esta enfermedad existe un halo de ignorancia y desconocimiento, aunque “en los últimos años ha mejorado bastante. Más o menos la gente sabe qué es lo que nos pasa”, explica Jimena Cantero, celiaca y doctora de Melio.
Todavía hay quien piensa que ser celiaco es una alergia, pero a pesar de estar mediada por el sistema inmune no lo es. Tampoco existen niveles, “no hay una persona muy celiaca y otra poco. Todos somos iguales y si tenemos una alimentación correcta no hay problema”, asegura.
A pesar de los avances, todavía no existe cura por lo que se trata de una enfermedad que perdura a lo largo de toda su vida. Asimismo, no hay un tratamiento que disminuya el impacto del gluten en su salud y la clave está en seguir una dieta sin gluten. “Para la lactosa hay una pastilla que te puedes tomar en ciertas ocasiones, pero nosotros no contamos con una medicación”, destaca Moreno.
Celiaca desde pequeña
Jimena Moreno es celiaca desde los tres años y su vida ha estado marcado por esta enfermedad. El estanco en el crecimiento o malas digestiones fueron los marcadores que alertaron a su madre.
Una infancia en la que recuerda comer pan que no le gustaba, gracias al que ahora es capaz de apreciar la mejora en la calidad y el sabor. “Aunque ahora hay mayor variedad de productos el precio sigue siendo muy elevado”, comenta.
“Una bolsa grande de pico de medio kilo ronda 1,50€ mientras que una bolsa de apenas cien gramos tiene el mismo precio”, asegura. Comer en el comedor escolar no era tarea fácil y “mi madre me preparaba mi propia comida en casa, porque era un problema hacer un menú diferente solo para mí”, recuerda.
Una niña a la que le gustaba ir a campamentos y en los que se encontró con la misma negativa, aunque está contenta de poder haber allanado el camino a todas las generaciones que vienen detrás.
Viajar es una de sus pasiones y a través de esta práctica ha conocido el tratamiento y conocimiento sobre celiaquía en otras culturas. "Es muy diferente, todavía hay países en los que se extrañan o preguntan qué es lo que no podemos comer, pero en general suelen portarse bien, intentan atender nuestras necesidades en la medida de lo posible", aclara.
Síntomas y diagóstico
Las personas que acuden a la consulta suelen sufrir síntomas de la Enfermedad Celiaca en el intestino delgado. Habitualmente padecen alteraciones del tránsito intestinal, malabsorción de ciertos nutrientes o alteraciones cutáneas que tienen como consecuencias dolor de tripa,
diarrea, pérdida de peso, digestiones pesadas, hinchazón, osteopenia, ferropenia o crecimiento lento en edades tempranas.
El siguiente paso es diagnosticar la Enfermedad Celiaca para lo que tan solo es necesario realizar un test que se elabora a través de un análisis de sangre.
El paciente se somete a un estudio inicial con anticuerpos antitransglutaminasa, considerado celiaco si se obtiene un nivel 10 veces superior al límite alto de la normalidad, un estudio que se puede completar con anticuerpos antigliadina o antiendomisio.
Además de a los pacientes sintomáticos, a veces se hacen test genéticos a familiares de primer grado de pacientes celíacos. Sin embargo, padecer la genética de riesgo no implica tener la enfermedad ya que es una variante genética de la normalidad.
En algunos pacientes basta con la analítica de sangre y la respuesta a la dieta sin gluten. En cambio, otros deben completar el estudio con una endoscopia digestiva alta para la visualización y toma de biopsias de duodeno, que serían estudiadas en el laboratorio de Anatomía Patológica.