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Vespa Club Cuenca: pasión e historia sobre dos ruedas

Más de un centenar de motoristas conquenses mantienen vivas estas auténticas joyas italianas que han trascendido generaciones para convertirse en todo un icono
Vespas en la Plaza Mayor: A.D.V
19/06/2024 - Alejandro del Valle

En el corazón de Cuenca, las icónicas motos Vespa no solo son un medio de transporte, sino que también suponen una verdadera pasión compartida por un grupo entusiasta de motoristas. Se trata del Vespa Club Cuenca, que, unido por su amor a las dos ruedas, llena de color y vida las calles de la ciudad cada vez que sale con este vehículo que ha trascendido generaciones. A través de encuentros, paseos y eventos, el club de vespas de Cuenca promueve la camaradería entre sus miembros y mantiene viva una parte esencial del patrimonio motero.

El club surgió a raíz de unas casuales conversaciones entre el propio Julio Molero y Valentín Tornero, ambos poseedores de unas Vespas. Su amor por estos tesoros les llevó a crear un pequeño grupo con otros motoristas para dar una vuelta, aunque fue a partir de 2015 cuando decidieron dar un paso adelante oficializando el club con sus correspondientes estatutos, organizando posteriormente –en 2016– la I Concentración, que reunió a unas 100 personas. Por aquel entonces, tan solo unas 12 formaban parte del club local, que a día de hoy celebra su gran crecimiento. En su última quedada se presentaron alrededor de 300 motoristas, siendo unos 115 del Vespa Club Cuenca.

 

MOTOS Y BUENA COMPAÑÍA

Curiosamente, investigando para la creación del club, Molero explica que tienen documentos que acreditan que ya existió un club de vespas en Cuenca tiempo atrás. Más concretamente, desde el 57, algo que han corroborado con socios de aquel entonces, incluyendo reportajes gráficos. No obstante, estas informaciones cesan a partir de los primeros años de los 60, por lo que a mediados de esta década paró su actividad hasta que, en 2015, cobró una nueva vida gracias al Vespa Club Cuenca.

“Hicimos un logotipo para el escudo del club, pero cuando recopilamos el material y las fotos, recuperamos el antiguo”, declara el presidente. Además, la entidad no solo se limita a la capital, sino que cuentan con socios de toda la provincia, incluyendo Villalba del Rey, Villamayor de Santiago, Tarancón, La Almarcha… 

 

Foto cedida por el Vespa Club Cuenca
Existe constancia del Vespa Club Cuenca durante los años 60, aunque cesó su actividad años después. En el 2015 se retomó la entidad y ha ido creciendo notablemente, contando hoy en día con unos 115 socios

Por otra parte, el objetivo del club no pasa por realizar las rutas en moto, sino que se esconde un componente social y cultural. En sus rutas recorren la provincia de arriba abajo, pasando, por nombrar tan solo algunos sitios, por Las Torcas de los Palancares, el embalse de Alarcón, el mosaico de Noheda, las ruinas romanas de Valeria… “Aparte de rodar, queremos explotar también el patrimonio con visitas de este tipo”, aprecia.

Molero, añade que también son frecuentes las visitas a otros clubes ‘vespistas’ de la geografía nacional, especialmente al de Alcalá de Henares, con quien están hermanados. Asimismo, hace hincapié Molero en que se invita a que sea un ámbito familiar. “Esto no se limita al típico hombre con moto que va a almorzar y ya”, bromea el presidente, ya que se busca la “camaradería” y se fomenta que la gente venga en pareja o en familia, incluso con los niños pequeños, dando premios a la familia y la pareja “más vespista”.

 

UN VEHÍCULO HISTÓRICO

Estas motos han saltado a la cultura popular, siendo iconos vistos en grandes películas como Vacaciones en Roma (1953), La dolce vita (1960) o, en el cine patrio, en la mítica Amanece que no es poco (1989).

La fama de estas motocicletas proviene, razona Molero, de los años 50 y 60. España –al igual que otros países– atravesaba momentos complicados y, debido al elevado precio de los coches, las vespas se consolidaron como una opción económica para el transporte. Con el paso de los años, y tras quedar “abandonadas en las cocheras”, se ha producido un boom durante estos años de cara a darles una segunda vida, cuenta el presidente del Vespa Club Cuenca.

 

Foto cedida por el Vespa Club Cuenca

Destaca que el embrague y las marchas se llevan en el puño izquierdo, siendo esta una distintiva característica de esta marca, así como su peculiar ruido, que se diferencia del de las motos más convencionales. “Los que somos frikis de esto, cuando viene una a lo lejos por la carretera… la reconocemos”, cuenta entre risas. Su motor, ubicado en la rueda posterior, y su peculiar estética y colorido, también han contribuido a su popularidad. Según cuenta la leyenda, cuando Enrico Piaggo –su creador– vio el diseño, exclamó “Bello, mi sembra una vespa” –Bonita, me recuerda a una avispa–. 

“Esto es una enfermedad, hablo de mirar en Wallapop o en grupos y, si sale una que te cuadra, la compras”, bromea Molero, que ahora mismo tiene cinco vespas, aunque la mayoría de los integrantes las usan los fines de semana y en ocasiones

Una de ellas data del año 1963, aunque señala que la más antigua en funcionamiento del Vespa Club Cuenca es el 57. Mantenerlas utilizables requiere mucho tiempo y un alto coste económico, y aunque agradece que a día de hoy sigue habiendo muchos repuestos gracias a ese repunte de popularidad, también hay muchos talleres que rehúsan el tocarlas debido a lo difícil que es identificar los fallos que puede haber.

Es por ello que los propios integrantes del club se manchan las manos para ponerlas ‘guapas’. “Tres de las que tengo las he restaurado yo, a la de mi abuelo le hice hasta el último tornillo. La satisfacción de llevar una moto que has montado tú mismo no tiene precio”, expresa.

 

En el club hay vespas de las décadas de los 50 y los 60, cuidadas y restauradas con el máximo detalle incluso por los propios miembros

No es raro, por tanto, que vayan llamando la atención cuando estos numerosos grupos colorean las carreteras allá por donde pasan. “Cuando hacemos una ruta por pueblos es raro que pasen por un sitio en el que haya gente y no te aplaudan”, resalta Molero, insistiendo en que cada una tiene su sello de identidad, lo que constituye “la verdadera esencia de la Vespa”.

El club hace un buen balance de lo vivido durante esta casi década, aunque demanda un mayor apoyo por parte de las instituciones para que continúe gozando de buena salud los próximos años. “Se valora más fuera que aquí, en otros sitios las instituciones se vuelcan porque organizar esto es muy difícil y lo costeamos nosotros”, informa Molero, destacando que hay que apreciar el hecho de que llegan a Cuenca alrededor de 200 personas de fuera que pasan el fin de semana en la ciudad visitándola, pernoctando y haciendo gasto. Un buen paso sería contar con el apoyo logístico de la Policía Local para que esta concentración pudiese pasearse por la ciudad y no solamente en el casco.

Mientras tanto, el particular sonido de las vespas sigue enamorando en Cuenca.