Vargas Llosa: “Cuenca es de los casos donde el mito y la leyenda están a la altura de la realidad”
“Realmente creo que Cuenca es uno de los casos en los que el mito y la leyenda están a la altura de la realidad”. Con estas palabras, el escritor y pensador peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010 (último de las Letras hispánicas), hacía una definición de nuestra ciudad en su primera y única visita el domingo 1 de noviembre de 1987. Tuve la suerte de acompañar y entrevistar en el Museo de Arte Abstracto Español de las Casas Colgadas, gracias al pintor Gerardo Rueda, al entonces muy afamado escritor, que vino a Cuenca acompañado de su familia, invitado por el pintor Gerardo Rueda. La entrevista fue publicada en una doble página en el semanario Gaceta Conquense, con fotografías de un gran profesional gráfico como lo es Ramón Herraiz Marquina.
Vargas Llosa conoció el Casco Histórico y sus Hoces de la mano de Gerardo Rueda, que era como un embajador internacional en Cuenca, pues a su casa palacio de la calle de San Pedro llegaban personalidades de todo el mundo.
Mario Vargas Llosa pudo llevar a cabo en 1987 un sueño que llevaba esperando muchos años: conocer Cuenca y de manera especial el Museo de Arte Abstracto. Él había venido a España para el estreno de su obra teatral “La chunga”, en el Teatro Espronceda de Madrid, protagonizada por Nati Mistral, además de presentar su libro “El hablador” en una rueda de prensa que resultó multitudinaria.
Vargas Llosa se desplazó a Cuenca junto a su esposa y tres hijos, además de un matrimonio amigo, los Graña, y Gerardo Rueda, que fue el guía experto para el escritor, al que se unió el director del Museo, Pablo López de Osaba. Para mí fue una gran experiencia estar junto a ellos, pues pude entender mucho mejor las obras del Museo de Arte Abstracto escuchando las explicaciones de Rueda y los razonamientos de Vargas Llosa, que asentía o se interesaba por la pintura abstracta, de la que era buen conocedor e incluso él se la explicaba a sus hijos.
Además de escuchar sus impresiones, tuvo Vargas Llosa la amabilidad de atenderme en esa entrevista que pude hacerle en el despacho del director, que es la sala del artesonado ahora recuperada ahora. Nos quedamos los dos solos y hablamos de Cuenca, del Museo, de teatro, de sus obras literarias y de política, pues en aquel tiempo se mostraba optimista “ante la consolidación democrática en Perú”. Cuando Rueda me presentó a Vargas Llosa, éste me comentó que “hacía un día lindo en Cuenca” y que ya era hora de conocer esta ciudad, pues él ya tenía 51 años. Y así me lo contaba:
--¡Pues fíjese, es una de esas cosas curiosas! Yo estoy planeando este viaje por lo menos desde hace treinta años, es decir, desde la primera vez que vine a España como estudiante, a fines de los años cincuenta. En múltiples ocasiones he estado a punto de venir y siempre el diablo metía la cola, ocurría algo y tenía que frustrarse la visita. Desde hace un año venimos preparando con todo detalle la visita con estos amigos de Madrid que me acompañan, que son los Graña, grandes admiradores de Cuenca. Habíamos planeado esta visita que una y otra vez volvió a frustrarse.
-Y casi sin preguntarle, Mario se puso a definir la ciudad y el propio Museo en el que nos encontrábamos: “Por fin he conseguido venir y la verdad es que estoy muy contento…Y estoy contento por venir, no sólo porque he roto esa especie de obstáculo fatídico que me lo había impedido, sino porque realmente creo que Cuenca es uno de los casos en los que el mito y la leyenda están a la altura de la realidad. Me ha impresionado enormemente no sólo la belleza imponente de la ciudad, sino también la riqueza y la elegancia del Museo…”
Me encantó mucho esa descripción de Vargas Llosa tras haber leído frases de importantes escritores como Unamuno, Baroja, Carpentier, Cela, Ruano o nuestro Federico Muelas, e insistí en su impresión sobre el Museo de las Casas Colgadas y esta fue su respuesta:
-Yo había oído hablar mucho del Museo de arte moderno de Cuenca y la verdad es que está incluso por encima de todo lo bueno que había escuchado. Me parece una maravilla de calidad; creo que la selección de las obras presentadas es sumamente rigurosa. Pocas veces he visto un Museo donde todo es interesante y bueno: además, creo que la presentación, la disposición, el acondicionamiento del local, junto a la perspectiva maravillosa del entorno hacen que el Museo le dé a uno una impresión soberbia”.
--Ha venido usted a Cuenca, le decía a Mario, en la época más bonita, el otoño…
-Pienso que sí. He tenido la suerte de venir en una época en la que los colores están enormemente matizados, diversificados por el otoño. Además He tenido la suerte de hacer el viaje con Gerardo, que es un cicerone especial y por tanto en ese sentido también me siento muy afortunado”.
Pero Mario Vargas Llosa no dejaba de referirse al Museo de Arte Abstracto y al espacio, el envoltorio, que lo envolvía: las Casas Colgadas:
--El Museo me parece un ejemplo de coherencia y de buen gusto; creo que es enormemente instructivo sobre lo que es todo un momento incierto de la historia de la pintura, porque aquí está representado el arte no figurativo en sus mejores exponentes; entonces, aparte de apreciar la calidad de las obras expuestas uno puede también entender mucho mejor lo que representa el arte abstracto como estética y la diversidad que existe en él”.
Y explicaba de manera sucinta su teoría sobre la configuración del arte mientras miraba el artesonado del despacho y admiraba los cuadros expuestos:
--Hay unos mundos personales que están perfectamente diferenciados y, al mismo tiempo --algo que conversábamos con el director del Museo, que ha tenido la gentileza de acompañarnos en la visita-- cómo en un entorno como el de este local y esta ciudad, uno descubre que el arte abstracto no es enteramente abstracto; en él hay siempre unas alusiones evidentes o a un paisaje o a una realidad humana. Esa abstracción pura, en realidad, no se llega a dar nunca y siempre hay unas alusiones a una realidad concreta, incluso a través del uso de unos simples materiales con los que trabaja el artista. En este clima, en esta atmósfera, se puede apreciar muchísimo mejor.”
Como refería al inicio, Vargas Llosa había venido a España a presentar su nueva novela “El hablador” y el estreno de su obra teatral “La chunga”. Por ello le comenté a Mario que precisamente había comenzado escribiendo de teatro, para pasar a la narrativa y la novela.
--Exactamente así es. El teatro fue mi primer amor; escribí teatro cuando era muy joven, casi un niño, y luego escribí novelas, cuentos… Pero siempre la tentación del teatro estaba allí, me daban vuelta por la cabeza guiones de obras de teatro, incluso llené muchas notas y fichas con proyectos que nunca llegué a escribir. Hasta que hace diez años sentí que una historia que me daba vueltas hacía tiempo, la mejor manera de aprovecharla era a través del género dramático; es una historia que se llama “La señora de Tacna”, que gira en torno a un personaje muy anciano que recuerda dentro de una cierta niebla lo que fue su infancia y los distintos momentos de su vida.
Una de las novelas de Vargas Llosa en su amplia lista de relatos era la “Guerra del fin del mundo”, por ello le pregunté: -Bueno Mario, admirando a esta ciudad de Cuenca como la acabas de conocer, se puede pensar en esa “Guerra del fin del mundo”…
-¡Es un paisaje tan absolutamente distinto!...
-…Aquí se respira paz, don Mario...
¡Ah, sí! En Cuenca hay una enorme paz. Es un paisaje un poco místico, ¿no? Es un paisaje donde uno siente una especie de impulso, de elevación hacia la altura; es un contraste además muy conmovedor el paisaje de Cuenca con esa cosa tan rotunda, tan fuerte, tan áspera de la piedra, y esas notas de verdor, que ponen los árboles y el río. Son unos contrastes muy dramáticos, pero al mismo tiempo es un paisaje sumamente pacífico, de un enorme silencio, de una gran quietud; es un paisaje más para la meditación que para pensar en la guerra”

La muerte de Mario Vargas Llosa me hace recordar aquella entrevista con el Premio Nobel de Literatura de 2010, acompañándole en su visita al Museo, el recorrido por el puente de San Pablo, observando su mirada hacia la Hoz del Huécar y los comentarios que hacía con su familia y Gerardo Rueda. Recuerdo una anécdota de aquella estancia de Vargas Llosa en Cuenca, pues yo tenía en casa la colección de libros “Antología Literaria” de Seix Barral. Le dije a mi mujer, Isabel, que también se vino al Museo, que al final de la entrevista sacase los tres libros de Vargas Llosa, de esa colección, titulados “La casa verde”, “Historia de Mayta” y “Pantaleón y las visitadoras”, para que los firmase, dado que el escritor había mostrado un trato ameno y una exquisita cordialidad.
Tras firmar en el Libro del Museo, a mi querida Isabel le dedicó el libro de “Pantaleón y las visitadoras”, y entonces el director, Pablo López de Osaba, mostró su deseo de que le firmase a él uno de los libros, y ante su insistencia tuve que regalarle el de “La historia de Mayta”, haciéndole ver que me rompía la colección. Así que se quedó con el libro firmado, y aquella “Historia de Mayta” es la pequeña historia del libro que le regalé al alcarreño López de Osaba, todo un personaje que dejó huella en la cultura de Cuenca, pues dirigió el Museo durante quince años, la Semana de Música Religiosa y otros eventos de carácter nacional.
Al final de la entrevista le dije a Vargas Llosa que quien viene a Cuenca por primera vez vuelve y me contestó:
-En este caso estoy seguro que la profecía se va a cumplir, porque me voy con la mejor intención de regresar y cuanto antes mejor.
Mario Vargas Llosa ya es historia en la Literatura Universal y sus palabras sobre Cuenca también quedan, pues pudimos escucharlas en el programa “Páginas de mi Desván”, de Ser Cuenca con Paco Auñón, el 20 de diciembre de 2016. En la revista municipal “Ciudad de Cuenca” y en el libro “La memoria del dibujante” (pag. 132) y la revista “Ciudad de Cuenca” queda impresa su definición sobre nuestra ciudad: “Cuenca es uno de los casos en los que el mito y la leyenda están a la altura de la realidad”