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“La vacuna funcionó, si no ¿cómo habría llegado yo a los 103 años?”

Constantino González Piñol, ‘Constan’, fue el primer conquense en recibir la vacuna contra la COVID-19. Tenía entonces 98 años y, a pesar de la incertidumbre del momento, no dudó en hacerlo
Foto: Saúl García
14/03/2025 - C.I.P.

Hace cinco años, el 30 de diciembre, Constantino González Piñol, ‘Constan’ marcó un hito histórico en Cuenca al convertirse en la primera persona vacunada contra la COVID-19 en la provincia. En aquel momento, con 98 años, su gesto de aceptación y confianza en la ciencia significó mucho más que un simple pinchazo en aquellos tiempos de incertidumbre y miedo generalizado. 

Cuando se le pregunta por aquel día, Constan sonríe con una mezcla de humildad y olvido consciente: “Eso ya se olvida”, dice entre risas. Sin embargo, reconoce la importancia del acto que protagonizó: “Si me ponen una vacuna, es para bien, nunca he sido reacio a estas cosas, y parece que funcionó porque, si no ¿cómo habría llegado a los 103 años?”, señala sonriendo tranquilamente desde la residencia Las Hoces, donde disfruta de su día a día. 

Los recuerdos de aquellos días son difusos para él. “Eran tiempos difíciles”, dice, aunque reconoce que muchas cosas se le han olvidado con el paso del tiempo. Lo que sí tiene claro es que “estábamos todos encerrados y no podíamos recibir visitas”. Su memoria parece ser selectiva: “Lo malo es mejor rechazarlo. Lo bueno es lo que merece la pena recordar”. Sin embargo, su familia sí rememora esos momentos con claridad.

“Se nos hizo muy duro no poder visitarlo. Solo podíamos verlo desde la ventana de la conserjería”, recuerda su hija Ana González. "Pero confiábamos en la residencia y en su dirección. Sabíamos que aquí no los iban a abandonar”, añade. 

 

“Lo malo es mejor rechazarlo. Lo bueno es lo que merece la pena recordar”

Las visitas volvieron poco a poco, primero con pantallas de por medio, luego con más cercanía, hasta que, finalmente, pudieron abrazarlo de nuevo. “Él se adaptó muy bien a todo. Y nosotros también”, cuenta  la hija de Constan.

Desde entonces, ha seguido recibiendo todas las dosis de refuerzo. “Siempre que hay una nueva dosis, él pone el brazo sin problema. Nunca le han dado fiebre ni ha tenido efectos secundarios”, asegura su hija.

A sus 103 años, Constan sigue llevando una vida activa. “Voy de un lado a otro. Tengo buen apetito, como de todo”, dice con sencillez, como quien no necesita más explicaciones sobre el secreto de su longevidad. “Tengo un corazón de piedra”, comenta entre risas. “Hace unos años me hicieron una revisión en el hospital y la doctora me dijo: ‘Ya quisiera estar yo como estás tú ahora’”.

Cinco años después de aquel 30 de marzo que marcó. Un hito en la historia, la hija de Constantino González reflexiona sobre lo vivido. “Si algo aprendimos es que la ciencia es fundamental. Si volviera a ocurrir algo parecido, no dudaríamos en vacunarnos de nuevo”.

 

Tras Constan, la siguiente dosis fue para la auxiliar de enfermería María Juliana Jaén Lorenzo ‘J’ , la primera profesional sanitaria en recibir la vacuna contra la COVID-19 en Cuenca. 

Al Igual que Constan, Juliana Jaén no dudó en vacunarse, convencida de que era la mejor opción tanto para ella como para los residentes a los que cuidaba. “Lo estábamos pasando mal. Veníamos de tiempos muy duros y sabíamos que la única manera de frenar esto era con la vacuna. Era algo experimental, sí, pero si no dábamos el paso el virus no se podría parar. Yo lo hice sin miedo y he seguido vacunándome siempre “, afirma.

 

Aunque el tiempo ha aliviado los recuerdos más duros, la directora de la Residencia Las Hoces, Ana de la Hoz no olvida la lección que dejó aquella crisis. “No hemos cambiado tanto como deberíamos”, reflexiona, señalando la importancia de la previsión y la preparación ante posibles emergencias futuras. 

En la residencia, el aprendizaje ha ido más allá de los protocolos sanitarios. “Hemos entendido que una residencia no es un hospital, sino un hogar. Aquí las personas vienen a vivir, no a ser tratadas como pacientes”, explica. 

Desde hace dos años, han apostado por la humanización de la atención, formando parte de un proyecto europeo de atención integral centrada en la persona que busca adaptar los cuidados a las necesidades y deseos de cada residente. “No son números, son personas. No deben adaptarse a la organización, sino que la organización debe adaptarse a ellos”.

por“Hemos entendido que una residencia no es un hospital, sino un hogar. Aquí las personas vienen a vivir, no a ser tratadas como pacientes”

 

Uno de los momentos más difíciles de la pandemia fue el aislamiento de los residentes. La ausencia de las familias fue “devastadora”, y De la Hoz afirma que no se puede volver a repetir. “En una situación similar, hay que plantearse si cerrar por completo los centros es la mejor opción. No podemos volver a dejar a los mayores sin el apoyo emocional de sus seres queridos”.

Esta es una de las razones por las que el sector ha trabajado en la mejora de los protocolos de actuación ante emergencias sanitarias. De la Hoz destaca que se ha avanzado en previsión de material y también en disponer de espacios que permitan actuar con rapidez si hubiera que aislar a alguien. “Pero hay una tendencia natural a olvidar lo malo, y eso es peligroso. No podemos confiarnos”.

Pese a los avances, la directora de la Residencia de Mayores Las Hoces insiste en que aún queda camino por recorrer y destaca que la humanización de las residencias no puede ser una iniciativa de unos pocos. Debe ser un estándar”, defiende. “Nosotros seguimos reformando nuestras instalaciones para hacerlas más acogedoras, pero el cambio debe llegar a todas las residencias”.

A su juicio, la pandemia dejó muchas heridas pero también lecciones importantes. “No podemos vivir con miedo, pero sí con previsión. Las instituciones deben estar preparadas. Y si no pasa nada, mejor. Pero que no nos vuelva a sorprender como lo hizo la COVID-19”, concluye.