Hay dos recuerdos especiales en la vida de María de los Ángeles Fernández Chicano, uno de cuando era pequeña y sus padres la llevaban junto a sus cinco hermanos a la ermita de la Virgen de las Angustias para “pedirle a la Virgen” y merendar media onza de chocolate con un poco de agua. El segundo recuerdo que atesora es el de todas las vigilias de Viernes Santo en las que a lo largo de los años ha acompañado con devoción a la Virgen de las Angustias en su duelo durante toda la noche.
Cuando a Angelines le ofrecieron ponerse al cuidado de la ermita y de su Virgen de las Angustias “llegó el momento más feliz de mi vida” y no se lo pensó dos veces: “Uy hija mía, para mañana es tarde”. Y aceptó.
“Es algo hermoso trabajar para la Virgen de las Angustias, es algo que te tiene que gustar y llegar muy dentro”, nos cuenta orgullosa y al borde de las lágrimas Angelines, nacida en Cuenca hace 60 años y según sus palabras “la última santera de Cuenca”.
“Mi trabajo consiste en abrir todas las mañanas la ermita a las nueve de la mañana, después de darle los buenos días a la Virgen y al Señor, quito las flores feas y las sustituyo por flores nuevas, paso la bayeta y limpio para que todo esté reluciente y en perfectas condiciones”, detalla Angelines.
Ella dice que su trabajo es el mejor del mundo y que es algo “que todos los conquenses deberían experimentar alguna vez en su vida”. Angelines vive con su marido en la casa anexa a la ermita, en la misma hoz del río Júcar, y no sólo se encarga del cuidado del interior del templo, sino también del jardín: “Con el jardín me ayuda mi marido, que como ahora mismo está jubilado pues que me ayude y haga algo”.
“Es algo hermoso trabajar para la Virgen, algo que te tiene que gustar y llegar muy adentro”
Semana Santa es un tiempo especial para la ermita de la Virgen de las Angustias porque es aquí, en este pequeño gran templo para los conquenses, donde arranca nuestra Semana de Pasión el viernes de Dolores y hacia donde peregrinan los vecinos y vecinas de Cuenca desde primera hora de la mañana. “Ese día abro la ermita a las siete de la mañana y ya hay personas esperando en la misma puerta para entrar a la ermita y besar el manto de nuestra Señora, y como son cientos de conquenses los que vienen a ver a la Virgen, tengo que cerrar cuando el último de ellos abandona la ermita ese día, que pueden ser las once o las doce de la noche”, nos cuenta Angelines.
El Viernes Santo es otro día muy especial en el Santuario de la Virgen de las Angustias que con tanto esmero y cariño cuida Angelines desde hace casi diez años “porque la ermita está abierta toda la noche para velar al Señor, y es a las tres de la tarde del Sábado Santo cuando cerramos para cambiarle el manto a la Virgen y que esté prepara y guapa para el Domingo de Resurrección”.
Angelines es la encargada además de abrir la tienda de la ermita dos veces al año, el viernes de Dolores y el Viernes Santo. “La tienda se abre solo esos dos días, pero si alguien quiere comprar algún recuerdo de la Virgen durante el resto del año solo tiene que decírmelo y yo le abro la tienda con mucho gusto”.
Rosarios, reposteros para las ventanas, pulseras y estampas son los artículos que más se venden en la tienda de la ermita durante esos dos días tan especiales, una ermita que para Angelines significa paz y recogimiento: “Esta ermita da mucha paz, muchísima paz. Es lo más grande que tenemos en Cuenca”.
Ángeles Fernández Chicano, la guardiana de la ermita de Las Angustias, solo pide “mucha salud” porque quiere seguir desempeñando este “bello y sereno” trabajo de dedicación a la patrona de Cuenca y a los conquenses durante muchos años: “estar con la Virgen todos los días es lo más bonito que me ha pasado en la vida y quiero seguir aquí durante mucho tiempo”.
La última santera de Cuenca invita a conquenses y foráneos a visitar el templo “más especial de la ciudad”.