Corría el verano de 1994 y la conquense Laura Castillejo Castillo, que tenía por aquel entonces veinte años, bromeó en la piscina sobre dos bultos que se le notaban en la zona de la tripa. “¡Qué gracioso!”, dijo. Pero no lo fue: era cáncer de ovarios. De aquel “schock” han pasado ya 26 años y cuenta su historia con entereza aunque emocionada por haber perdido ocho años después de su diagnóstico a su hermana pequeña, Leticia, de 18 años.
En un principio, el ginecólogo al que Laura fue no pensó que se tratara de un tumor maligno ya que este tipo de cáncer suele darse en edades más avanzadas aunque les dijo que había que intervenir lo antes posible para extirpar los bultos. Y la operaron en agosto aunque al analizar el tejido extraído, las noticias no fueron buenas. “Te quedas en shock”, rememoran al unísono su madre y ella, que tiene ahora 46 años.
A la semana siguiente empezó en Cuenca con la primera de las tres sesiones de quimioterapia que tendrían que darle. No obstante, decidieron buscar una segunda opinión y recalaron en un hospital de Barcelona, donde optaron finalmente por seguir el tratamiento y lugar en el que, en octubre, la operaron de nuevo para extirparle los ovarios y la cadena linfática de ambos.
Posteriormente tuvo que someterse a otras seis sesiones de quimioterapia. “Después de la última, lloramos de alegría, relativa”, puntualiza su madre, con brillo en los ojos. El ‘júbilo’ se debía a haber terminado esa etapa aunque eran plenamente conscientes de que quedaban por delante años de revisiones.
Y así fue durante dos décadas: al principio, tenía revisiones cada tres meses en Barcelona, después cada seis y finalmente pasó a ser una anual. Intentaron sacar lo positivo a todo eso: podían visitar a sus abuelos maternos, que vivían allí, y disfrutar de la playa. “La mente es muy importante. Hay que tener esperanza y seguir luchando uno mismo hasta el final. Aunque hay momentos muy duros. Y cada vez que iba a revisión, me moría por dentro”, reconoce.
En estos momentos, en los que la pandemia complica las cosas a todos los enfermos, insiste en que al mínimo síntoma, hay que ir de inmediato al médico para detectar cualquier problema.
LA PESADILLA QUE SE REPITE
“Soy muy optimista y les daba ánimos a los demás”, recuerda Laura. “Y a Leticia le sirvió de ejemplo después”, añade su madre. Porque la pesadilla se repitió a los ocho años en esta familia y a su hermana pequeña, entonces con 17 años, también le detectaron cáncer, en su caso un agresivo sarcoma, un tumor maligno en la vaina del nervio periférico que no se pudo operar y que se llevó a la joven apenas once meses después del diagnóstico, aunque los síntomas habían empezado cuando tenía 16 años aunque los médicos no daban con lo que le pasaba.
Con el corazón destrozado pero con el deseo de poder ayudar a otras personas afectadas por cáncer, la familia montó al año siguiente la Fundación Leticia Castillejo con el objetivo de recaudar fondos para la investigación contra esta enfermedad. Desde entonces, han logrado reunir ya más de 500.000 euros que se destinan al Centro Regional de Investigaciones Biomédicas (CRIB) de la Universidad de Castilla-La Mancha, con sede en Albacete.
Ricardo Sánchez Prieto es el director científico de la Fundación y María José Ruiz, la investigadora principal del proyecto que desarrollan, centrado en el estudio de los marcadores de resistencia a los tratamientos antitumorales. Además, se ha financiado la tesis a una decena de estudiantes.
La familia cuenta que la Fundación, además de permitirles ayudar a otros, también les ha posibilitado salir adelante: “Nos ha dado la vida. No nos duele tanto hablar de Leticia”. dice el padre, Adolfo.
Paula Cruz Gutiérrez: "Escribir ha sido mi terapia frente a la enfermedad"“Escribir ha sido mi terapia. Es necesario soltar lo que llevas dentro porque te pasan muchas cosas fuertes para las que no estamos preparados. Hay que buscarse un hobby porque, si no, la cabeza te vuelve loca si la dejas libre”, dice Paula Cruz Gutiérrez, ahora con 52 años, a la que en 2016 detectaron un tumor de ovario en estado avanzado y a la que dijeron que le quedaban meses de vida.
“Contra todo pronóstico”, superó aquel primer golpe aunque el cáncer ha vuelto otras dos veces desde entonces. “Pero aquí estoy”, cuenta por teléfono desde Madrid, lugar al que se trasladó la familia en 2018 desde Mota del Cuervo, donde esta luchadora había montado la asociación Oncofelices.
Pero el camino ha sido dificultoso en estos años ya que, con el primer cáncer y tras una intervención para limpiar la zona afectada, tuvo complicaciones que provocaron un paro multiorgánico. “Pero otra vez, sobreviví. Lo peor fue estar 45 días sin ver a mis hijos, que tenían entonces cinco y tres años”, rememora, aunque precisa que tuvo que volver a aprender a leer, a escribir, a caminar, a hablar... y cerró la empresa de restauración de libros que tenía. Tras una larga recuperación, la metástasis ha aparecido otras dos veces: en abril de 2019 y el septiembre pasado. En la última recaída, la quimioterapia no funcionó y ahora está con otro tratamiento.
A las personas que sufren cáncer, les aconseja optimismo. “A veces te cabreas pero preguntarte ‘por qué a mí’ solo te deprime más”, apunta mientras hace hincapié en la importancia de la investigación para hacer frente a esta enfermedad.