Dieciséis jóvenes conquenses han decidido cambiar su modo de vida. ¿Cómo? Formando parte del Seminario Conciliar de San Julián y Santiago Apóstol de la capital conquense, un nuevo hogar que además de ser un espacio de estudio y reflexión es una gran familia.
Ubicado en la Plaza de la Merced y con aspecto imponente se encuentra este edificio del siglo XVI que ha albergado a lo largo de los siglos a cientos de jóvenes que han sentido la llamada de Dios.
En pleno siglo XXI parece raro, para algunos, que continúen existiendo estos Seminarios Conciliares, pero esta institución sigue viva y cuenta con jóvenes dispuestos a dedicar su vida a los demás. Durante este curso escolar 2019/2020 el Seminario Mayor acoge a once jóvenes, habiendo experimentado un repunte en los últimos años; mientras que el Seminario Menor cuenta con cuatro chicos, cifra que ha disminuido respecto al año anterior.
Repartidos en tres aulas distintas, dependiendo del curso y la asignatura, estudian dos años de Filosofía y Ciencias Humanas y cuatro de Teología para formarse como personas y como futuros sacerdotes, “queremos que sean hombres del mañana formados en todos los aspectos, que sean amables, cercanos y que den a conocer a Dios”, explica Matías Romero, jefe de estudios. “Somos una familia que se esfuerza por construir un mundo mejor”, recalca.
Cuentan con salas de ocio, dos capillas y una biblioteca “que puede ser una de las mejores de España por los incunables que tenemos”, relata el jefe de estudios. Ligado a la Universidad Vicente Ferrer de Valencia, este centro de estudios garantiza que los hombres que terminan los seis años de formación universitaria reciban un reconocimiento civil de Diplomatura y Licenciatura conjuntamente con la titulación eclesiástica.
Seis años dan para mucho por lo que no solo se dedican a estudiar, sino que también, los fines de semana y en periodos vacacionales, realizan labores pastorales en las parroquias de la diócesis que les son asignadas o en zonas de misión, a modo de prácticas.
Definen su vida como “normal y moderna” y explican que “no vivimos en el medievo como algunos piensan”; los chicos salen a tomar a tomar café, juegan al futbol e incluso hay algún apasionado de los videojuegos entre ellos. Además, visitan a sus familias cada mes en el caso de los mayores y cada quince días los pequeños. Incluso hacen viajes a otros seminarios como el de Burgos, en el que han estado hace escasos días, donde han aprovechado para conocer a otros adolescentes. También reciben las visitas de otros jóvenes que, como ellos, están en proceso de convertirse en servidores de Dios.
El jefe de estudios recalca que “el seminario es una casa abierta a todos y que no está pasada de moda”. Con estas actividades se van construyendo como personas a lo largo de seis años y culminarán su formación convirtiéndose en sacerdotes, “si Dios quiere”.
El rector, José Antonio Fernández, el formador, secretario y jefe de estudios, Matías Romero, y el Director Espiritual, José Luis Laguía, son los formadores que conviven con ellos día a día. Por otro lado, un amplio claustro de profesores integrado por trece hombres y una mujer, en el caso de las enseñanzas universitarias del Seminario Mayor, son los encargados de inculcar los conocimientos universitarios a los varones.
A diferencia de los más pequeños que se trasladan a los institutos locales y es por la tarde cuando reciben el apoyo de cinco profesoras que se acercan hasta el Seminario. Además, complementan esta formación con eucaristías y oraciones, siempre siguiendo un horario, para organizar y dividir el tiempo de la mejor forma posible.
Experiencias de los seminaristas
Estos dieciséis muchachos nacidos en la provincia de Cuenca, menos uno natural de Madrid, son el futuro del Seminario de San Julián y Santiago Apóstol. Con una fuerte vocación que han ido descubriendo con el paso del tiempo, habiendo superado dudas y afrontando grandes crisis, estos jóvenes se encuentran entusiasmados con su nueva vida.
Javier Alcarria tiene 22 años, natural de Casasimarro, cursa el cuarto año del sexenio. Su familia es cristiana y desde pequeño asistía a misa con sus padres, pero, con catorce años apareció en él el deseo de asistir a la eucaristía por su cuenta. “Nació en mi ese sentimiento, pero no decidí adentrarme en el Seminario hasta que terminé bachillerato”, explica.
“La fe de mi familia, de mi abuelo y del cura, que era mi referente, me llamaba la atención”, relata el joven. Se encontraba preparando las oposiciones al ejército y a la vez se acercaba de vez en cuando al seminario y participaba en algunas actividades, “fue durante una de ellas cuando le pregunté al Señor si quería esto de mí y descubrí que sí”.
David Guirado de 25 años, de Cuenca capital, proviene también de una familia cristiana y confiesa que “de pequeño jugaba a decir misa”. Estudiaba música en Sevilla y en 2010 “el sentimiento comenzó a ser muy fuerte”, explica. Siempre planeó terminar sus estudios superiores de música y después ingresar en el Seminario, pero acabó haciéndolo antes de lo esperado.
En cuanto a sus familias, ambos encontraron apoyo en sus padres; sin embargo, en sus amigos sí que toparon con opiniones dispares, “algunos nos han dicho que íbamos a tirar nuestra vida, pero acaban apoyándonos porque es lo que queremos de verdad”, dicen. Siguen manteniendo sus amistades fuera, aunque al ser un grupo tan reducido dentro del Seminario “todos somos amigos, aunque algunas veces discutimos, como entre hermanos, pero, es normal”, explican.
Hombres del siglo XXI que esperan transmitir los valores de Dios a través de la palabra y de sus acciones, utilizando nuevos medios de difusión como las redes sociales o YouTube, adaptándose a los nuevos tiempos con el fin de transmitir la fe.