Les desborda la emoción porque van a cumplir un sueño que ni siquiera se les había pasado por la cabeza porque lo creían totalmente inalcanzable. Pero se va a hacer realidad. Javier Martínez Eslava (52 años), Pilar López García (54) y María Jesús Ballesta Martínez (70) ya han preparado la indumentaria reglamentaria y están ensayando con el tambor el característico sonido “ta tarará tarará” y el contrapunto de la “palillá” para participar en la madrugada del Viernes Santo en la emblemática procesión Camino del Calvario de Cuenca. Lo especial de su caso es que los tres sufren discapacidad visual en distintos grados y por primera vez formarán parte de las bulliciosas Turbas, si la climatología lo permite y se mantiene el desfile procesional.
El sueño cumplido forma parte de una colaboración entre Turbas de Cuenca y ONCE Cuenca que permitirá que un grupo de personas con discapacidad visual participen este año en parte del recorrido de esta procesión –se unirán desde la iglesia de San Esteban hasta el puente de la Trinidad–, una iniciativa que se enmarca a su vez dentro de un proyecto más ambicioso de la Junta de Cofradías para que la Semana Santa avance en accesibilidad.
“Estoy muy emocionada por salir. Voy todos los años a verla desde diferentes sitios y ahora voy a tener la posibilidad de estar dentro”, celebra Pilar López García, consejera territorial de ONCE Castilla-La Mancha y que hace 13 años empezó a perder visión del ojo izquierdo y hace tres, del derecho.
EL PRIMER PASO
Hasta el momento, ya han manifestado su intención de participar en Camino del Calvario varios trabajadores de esta organización y una decena de afiliados, entre ellos un hombre de 90 años que ha salido toda su vida de turbo y que está muy contento porque va a poder repetir la experiencia a pesar de que se ha quedado prácticamente ciego. “La gente tiene miedo y es reacia”, reconoce el conquense Javier Martínez Eslava, director de ONCE Cuenca y aquejado de retinosis pigmentaria desde niño, lo que le ha hecho perder gran parte de la visión. No obstante, el responsable confía en que el colectivo se anime más en los próximos años tras esta primera experiencia. “Aunque esta vez salgamos pocos espero que sea el primer paso, la semilla para que personas con otras discapacidades vayan sumándose en un futuro y la Semana Santa sea más accesible y abierta a todos. Necesitamos más o menos ayuda pero queremos estar dentro de la sociedad”, apunta por su parte Pilar, natural del municipio salmantino de Alma de Tormes pero que lleva más de dos décadas residiendo en la capital conquense.
“Nunca pensé que iba a poder cumplir este sueño. Mujer, discapacitada y turba”, destaca a su vez la conquense María Jesús Ballesta Martínez, recordando que hasta no hace muchos años las féminas no han podido sumarse a este desfile. “Recuerdo ir a ver esta procesión con mi familia desde que era niña y ya entonces quería salir de samaritana o de lo que fuese”, relata esta médica jubilada que ha regresado a su ciudad natal tras haber vivido muchos años en Murcia y que apenas tiene resto visual a causa de degeneración macular.
Por motivos operativos, este grupo de personas con discapacidad visual no podrán llevar durante la procesión a su fiel acompañante, el bastón con el que se desenvuelven en su vida cotidiana, aunque no estarán solos en el recorrido ya que les acompañará en todo momento un equipo de apoyo integrado por voluntarios de la ONCE y directivos del Grupo Turbas de Cuenca.
“Con el capuz, el resto visual disminuye mucho”, cuenta Pilar, que ya ha participado antes en la Semana Santa de Cuenca, en concreto en Jueves Santo con la Hermandad de Nuestro Padre de Jesús Orando en el Huerto (de San Antón). “También se ve en las procesiones a gente en silla de ruedas pero de manera individual, no organizada como ahora”, matiza.
MÁS INICIATIVAS
Además de la participación de este colectivo en la procesión Camino del Calvario, desde la Junta de Cofradías se están dando más pasos en los últimos años en aras de impulsar la accesibilidad: personas con discapacidad visual vienen participando en la jornada de puertas abiertas que la Hermandad de María Santísima de la Esperanza desarrolla cada Martes Santo en la iglesia de San Andrés; se instalan rampas para facilitar la visibilidad a personas con movilidad reducida en algunos puntos de los recorridos procesionales; se ha editado por primera vez el programa de la Semana Santa en braille; se cuenta con un intérprete de Lengua de Signos (LSE) en los actos de presentación del cartel y del pregón; y se ha desarrollado una actividad multisensorial en el Museo de Semana Santa con personas invidentes, entre otras iniciativas con el fin de caminar hacia una sociedad más inclusiva.