Sentimiento, fe, tradición, cultura y, sobre todo pasión. Así es la Semana Santa de Cuenca. Una semana llena de emociones que se disfruta con los cinco sentidos. Hoy nos paramos en uno: el oído, para hacer un recorrido por la Semana Grande. De todos los sonidos que llenan Cuenca estos días, aunque el mal tiempo ha impedido rememorar algunos, nos quedamos con estos 25:
Los tres aldabonazos sobre las puertas de San Andrés con los que da comienzo la Semana Santa.
El primer redoble de tambor de la Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de Cofradías.
El fris-fris-fris de las palmas y ramos del Hosanna al agitarse tras la bendición en Los Oblatos.
El tambor velado que anuncia al Señor, Santísimo Cristo de la Vera Cruz, en la profecía penitencial de Crucifixión cada Lunes Santo.
El sonido inconfundible de las horquillas latiendo contra el pavimento de la parte estrecha de la calle Alfonso VIII.
El toque del capataz de banceros con el cetro en el centro del anda o en la punta del banzo para indicar a los banceros que vuelvan el paso al hombro para continuar la marcha.
Las trompetas heráldicas que anuncian al Precursor, San Juan Bautista, y el “¡Viva!” con el que sus banceros finalizan desfile cada Martes Santo como muestra de amor y de fe.
El fris-frás del viento entre las ramas de los olivos del Miércoles cuando bailan a paso cruzado en su bajada por las Curvas de la Audiencia.
El crujir de la madera y el cristal de las tulipas, en el silencio profundo de la noche, cuando la procesión camina a su final, al apoyar los nazarenos la vara de la tulipa en el suelo.
El silencio íntimo del final de las procesiones nocturnas, sobre todo en el Casco Antiguo.
La campanilla de reo de muerte que acompaña al Santísimo Cristo de las Misericordias en Paz y Caridad y la campana que tañe un hermano del Santísimo Cristo de la Luz en la cabecera del desfile procesional de En el Calvario.
El bramido de tambor de la turba que hace retumbar Cuenca entera y se queda prendido de los muros, de las piedras y del corazón.
El golpeteo de martillo sobre yunque haciendo oración para el paso de la Madre en su Soledad por la herrería tras su Hijo Camino del Calvario.
La aguda burla ensordecedora que profieren los clarines en la entrada del Señor en Palafox.
Las primeras notas del San Juan de Cabañas que son, más que un himno, una forma de hacer oración.
Las últimas notas del miserere a Nuestro Padre Jesús Nazareno del Salvador, esas notas que la turba se lleva y solo el Señor llega a escuchar.
El silencio estremecedor que se hace en la Plaza del Salvador y en la Plaza Mayor al aparecer el Guión de la Soledad de San Agustín; el silencio sobrecogedor de la salida del Santo Entierro.
El inconfundible sonido del cristal al romperse una tulipa.
El toque de caja de la Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de Cofradías.
Las horquillas rítmicas y rápidas de la Cruz Desnuda de Jerusalén, un sonido que cualquier nazareno de Cuenca reconocería, incluso con los ojos cerrados.
El clac-clac-clac destemplado de las matracas que anuncian el paso del cortejo de Nuestra Señora de los Dolores y las Santas Marías.
El rumor del Huécar, que parece cantarle al oído a María Santísima del Amparo la Resurrección del Señor.
El batir de alas de las palomas del Domingo de Resurrección.
Las últimas notas de la Marcha de Infantes al entrar María Santísima del Amparo en San Andrés.
El sonido metálico del cerrojo de San Andrés que cierra la Semana Santa… hasta el año que viene.