Es la bebida por excelencia de la Semana Santa de Cuenca. Solo o con hielo, el resoli, el típico licor conquense elaborado a base de aguardiente o anís, café, canela, azúcar y cortezas de naranja y de limón, es idóneo para la sobremesa con familia y amigos, para acompañar otro postre de la tierra como el alajú o para entrar en calor en la larga madrugada de la procesión de Las Turbas. Es muy conocido el embotellado en recipientes con forma de las Casas Colgadas o de un nazareno aunque todavía son muchos los que lo continúan elaborando de forma artesanal en sus casas.
Es el caso de Paloma Santos Gonzálvez que, aunque nació en Jerez de la Frontera (Cádiz), lleva más de cuatro décadas elaborando resoli casero como una conquense más. Llegó en 1972, con 14 años, a Cuenca, lugar al que habían destinado a su padre, que era militar, y donde acabaría echando raíces. Fue precisamente un compañero de su progenitor quien daría la receta de este licor a esa joven gaditana, que se lanzó a hacerlo por primera vez cuando tenía unos veinte años.
Pero los resultados no fueron los esperados: “Salió malísimo. La receta que me dio el capitán Tortosa estaba bien pero me falló el ingrediente porque lo hice con orujo gallego en vez de con cazalla, con aguardiente de la sierra. A mí no me va mucho el resoli pero es que ese era imbebible de lo fuerte que estaba”, bromea ahora.
Pero no desistió y siguió probando con aquella receta y con otras y prepara resoli prácticamente todos los años. Suele hacer unos ocho litros un mes antes de Semana Santa para que repose bien y explica que el proceso es laborioso.
El primer paso es cocer durante unos 15 minutos el agua con la canela, anís en grano, los clavos, y las cáscaras de naranja y limón, retirando después estas últimas.
Por otro lado, se prepara azúcar tostada, se le echa agua para que vaya disolviéndose y se deja cocer otros cinco minutos y después se le añade el café. Se junta todo y, una vez colada la bebida resultante -varias veces para eliminar los posos- y ya en frío, se le pone el aguardiente y, de forma opcional, coñac, dejándolo reposar un día.
“Lo voy probando porque va cambiando el sabor. Si te tomas una cucharadita en caliente, te sabe totalmente diferente a como estará luego tibio y en frío. Lo mejor es probarlo a las 24 horas no sea que le eches azúcar de más cuando está caliente y luego esté demasiado dulce al enfriarse”, advierte Paloma.
Su grupo de amigos organiza un concurso de resoli casero desde 2006 y Paloma ganó la primera edición, además de haber obtenido otros puestos otros años. Aunque no le gusta mucho, reconoce que sí se toma “una copilla o dos al año” y lo sigue elaborando por un motivo “sentimental”: “Por mantener la tradición”.