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San Julián de enero, la sencilla fiesta íntima de la austeridad conquense

Dada la fama de santidad del Patrón de Cuenca fueron varios los reyes de España que visitaron la Urna para contemplar el cuerpo incorrupto
La ermita de San Julián El Tranquilo. Foto: Joaquín Ruiz Arteaga
28/01/2024 - José Vicente Ávila

“¿No oyes, Lesmes? Son campanas, campanas... Pero ¿de dónde” Y Lesmes dirá: ”Bien las oigo, señor, y desde hace tiempo. Son las campanas del cielo”. Esta conversación entre el obispo Julián y su fiel criado Lesmes pertenece a un artículo escrito por Federico Muelas (este año se cumple el cincuentenario de su muerte el 25 de noviembre de 1974), bajo el título “El lugar de mi día tranquilo”. Ese “lugar tranquilo”, la ermita del Patrón de Cuenca, donde el obispo de los pobres se retiraba junto a Lesmes para orar por la Cuenca de las tres culturas, trenzando cestillos de mimbre, se convierte en lugar de ajetreo cada 28 de enero, festividad del santo “obispo limosnero”, en la que se conmemora la fecha de su muerte. 

El burgalés Julián fue el segundo prelado que se sentó en la silla episcopal conquense, relevando a Juan Yáñez en 1196, hasta el año 1208. La de San Julián de enero es una fiesta entrañable en el invierno conquense, que se celebra en nuestra ciudad con esa austeridad cotidiana que nos caracteriza y con la devoción que los fieles conquenses sentimos hacia el Patrón, con visitas al Altar del Transparente de la Catedral, donde se encuentra la Urna de plata con sus restos, y de forma especial a su ermita de San Julián “El Tranquilo”, en el bello paraje de la Hoz del Júcar. La barriada Fuente del Oro honra también a San Julián con procesión incluida. No es fiesta feriada, sino fiesta del alma conquense, como bien recordamos en su día en el programa “Páginas de mi Desván” de Ser Cuenca. Eso sí, es fiesta local los días que sean laborables. Este año, al ser domingo, la fiesta se ha trasladado al día 21 de septiembre, San Mateo.

La Archicofradía organiza los cultos en enero y septiembre, con el triduo este año en la parroquia de San Esteban; las vísperas en el Coro catedralicio y la solemne misa de la festividad del día 28

Si el escultor Marco Pérez hubiera realizado la imagen de San Julián, seguramente que habría esculpido un rostro bondadoso, pero curtido con los avatares de quien reparte bienes sin apenas tenerlos. Afortunadamente la imagen de San Julián mantiene su antigüedad. En una de las restauraciones, Marco Pérez le puso trono de “angelillos” a la talla del Patrón de Cuenca, que se venera en el altar del Transparente, muy similares a los del trono de San Juan Evangelista. La de San Julián es una escultura adquirida en Barcelona en 1895, que se salvó de los embates destructores. 

Dado que es una fiesta en la que mucha gente se suele marchar de la ciudad, sobre todo cuando cae en día laborable, en lugar de domingo como este año, todo queda en el Pontifical que celebra el obispo en la Catedral –este año por la tarde--, con asistencia de la Corporación Municipal, que acude al templo desde el ayuntamiento, acompañada de la Banda de Música, y en las visitas a la ermita del “Tranquilo”, en este caso como romería de abrigo y bufanda, con panecillos y en algunos casos gachas. Como dato curioso cabe señalar que en el día de San Julián era frecuente ver a conquenses luciendo la capa castellana, en día habitual de abrigo, pues no se puede olvidar el refranero de “San Julián de enero hiela el agua en el puchero”.

LA ARCHICOFRADÍA  DATA DE 1866

La Archicofradía de San Julián fue fundada en 1866, y establecida en el convento de los Trinitarios, existente en aquella época junto al Puente de la Trinidad, que tras la desamortización pasó a ser una vivienda particular, derribada hacia 1960. Las Constituciones de la Archicofradía de San Julián, con la Real Orden que las autoriza y las Bulas Pontificias, están firmadas por el obispo Miguel, la Reina Isabel II y el Papa Pío IX. Al desaparecer el citado convento la Archicofradía se trasladó a la parroquia de El Salvador hasta el año 1925 en que el obispo Cruz Laplana decidió que San Julián tuviese el culto en la Catedral, ya que allí estaban sus reliquias y el Arca. 

En 1761 el Ayuntamiento amojonó el lugar llamado “El Tranquillo” (se le conoce como “Tranquilo”), a petición de Francisco del Pozo, que fue quien construyó la ermita

Como dato relevante, en la Agenda del periódico “El Huécar” del año 1898 se puede leer: “Día 28. Viernes. San Julián, Obispo y Patrón de Cuenca. Es Fiesta de guardar. En la Catedral, misa pontifical a cargo del obispo, Pelayo González, siendo orador el magistral. La Urna que contiene los sagrados restos estará expuesta a la veneración de los fieles en las horas de costumbre”. Son muchos los milagros que se atribuyen a San Julián “Ben Tauro”. Como el cuerpo estaba incorrupto, en el año 1700 se envió a Burgos un dedo del segundo obispo de Cuenca para una reliquia.  

Dada la fama de santidad de San Julián fueron varios los reyes de España que visitaron la citada Urna para contemplar el cuerpo incorrupto del segundo obispo de Cuenca. El primero que vino fue Felipe II, en 1564, acompañado  del Nuncio y de los príncipes de Bohemia y de Parma. Luego lo fueron haciendo en diferentes fechas Felipe III, Felipe IV, Fernando VII y el infante Antonio de Borbón; repitió Fernando VII con su esposa María Amalia y después la regenta del Reino, María Cristina; en 1905 el Rey Alfonso XIII acompañado del presidente del Consejo y del Ministro de la Guerra; en 1907 la infanta Isabel y en 1925 la Infanta Paz. 

Hay que tener en cuenta que la Archicofradía tiene pocos recursos y ya en los años 1974-75, en sendas entrevistas que mantuve con Juan José Carretero y Miguel Muñoz Blasco, a la sazón archicofrades mayores, coincidían en señalar que “la Archicofradía de San Julián es tan pobre como lo fue el Santo”. Y Miguel Muñoz, matizaba: “menos mal que en devoción nuestro Patrón es muy rico”. La Archicofradía organiza los cultos en enero y septiembre,  con el triduo este año en la parroquia de San Esteban; las vísperas en el Coro catedralicio y la solemne misa de la festividad del día 28.

LA ERMITA DEL “TRANQUILLO”

No obstante cabe señalar que las visitas de los conquenses “por San Julián de enero” se reparten entre la Catedral y de manera especial en San Julián “El Tranquilo”, el pintoresco lugar donde se venera al obispo limosnero. La ermita recibe en el día de la festividad a numerosos “sanjulianeros”, hasta el punto de que se celebran tres misas y se reparten centenares de panecillos.  Los romeros aprovechan para almorzar, disfrutando de un paisaje acogedor, a pesar de las frías temperaturas. A lo largo del año, estas visitas se prodigan todos los domingos, con la misa que se celebra a las diez, y la romería del último domingo de junio, sacando en procesión a San Julián por el contorno ermitaño.

La ermita construida en tan pintoresco paraje de la Hoz del Júcar fue todo un acierto en su tiempo. Según  la obra de Rogelio Sanchiz, “Noticias de San Julián”, en el año 1761 el Ayuntamiento amojona el lugar llamado “El Tranquillo” (o Tranquilo, como se le conoce popularmente) en el Cerro de la Majestad, a petición de Francisco del Pozo, que fue quien construyó la ermita. Se le concedió una extensión de terreno de un cuarto de legua y 250 pasos de ancho. 

Entre 1797 y 1803 se abrió el camino y el escalerón, por parte de Juan Bautista Loperráez. En 1808 fue destruida por los franceses y reconstruida en 1816; en 1906 fue de nuevo reparada por su mal estado y en la guerra incivil de 1936 fue de nuevo destruida. Fue reedificada en 1948 y bendecida por el obispo Inocencio. La ermita mantiene su pujanza gracias a la Asociación de Devotos de “El Tranquilo”, que la cuidan con esmero. En estas fechas se realizan trabajos por el Consorcio para la iluminación ornamental de todo el camino y otros senderos.

Los conquenses de la diáspora sí recuerdan a San Julián en casas regionales como las de Barcelona con su Casa de Cuenca; Madrid, con su Real Congregación de San Julián, que data de 1749; las de Alicante,  Murcia, Tenerife, Albacete (con su iglesia de San Julián), Burgos y alguna otra más. Esos paisanos que no olvidan sus orígenes y sus ancestros se reúnen en torno a San Julián para recordar este día y luego, por la tarde-noche, compartir mesa y mantel donde no faltarán el morteruelo, quizá las gachas, los zarajos y el resoli y alajú para brindar con un fuerte ¡Viva San Julián!