Uno de los grandes artistas plásticos conquenses ha sido Luis Roibal Tejedor, nacido en Cuenca el 31 de agosto de 1930 y fallecido en Uña, donde residía, el 20 de julio del pasado 2018.
Su biografía es tan densa que llenaría todo este número extraordinario, pero la podemos resumir recordando que fue pintor y dibujante, profesor, publicista, arquitecto interiorista, emprendedor, ilustrador en prensa y revistas (grabador en el Fuero de Cuenca; dibujos de todas las imágenes de la Coronación de la Virgen de las Angustia, e ilustraciones y portada para el libro de Luis Cañas “El coleccionista de recuerdos”), cartelista, diseñador de armas, fundador de Artespaña y otras empresas y director en la década de los 70 de la Empresa Nacional de Artesanía, impulsando el trabajo artesano en España y a nivel internacional.
Viajero impenitente exportando arte y aportando su arte por el mundo, realizó proyectos en más de una treintena de empresas españolas y rehabilitaciones en una veintena de Paradores de España y otra treintena de edificios y hoteles y en más de una veintena de edificios y oficinas en los cinco continentes, amén de ferias y exposiciones en todo el mundo.
Como buen artista conquense también dejó su arte pictórico en la Semana Santa, sobre todo en la década de los cincuenta, ilustrando la Cuenca nazarena y la Cuenca paisajística. En el año 1957 fue el encargado de realizar el cartel de la Semana, que causó un gran impacto, ya que no aparecía ninguna imagen religiosa, sino simplemente la figura de un penitente con su velón, pero sin túnica ni capuz.
En la prensa local incluso se abrió un debate con la pregunta, “¿cartel bueno? o ¿cartel malo?”, sobreponiéndose al final la razón sobre la talla del cartelista, quien en una encuesta entre pintores locales sobre la Semana Santa, había dicho pocos años antes que “hacen falta artistas en la Junta de Cofradías”, coincidiendo en la opinión con Víctor de la Vega, Tete Manzanet, Fausto Culebras y Encarnita Cañas, que pedían en 1953 que había que renovar algunos “pasos”.
Luis Roibal ilustró como decimos algunos números extraordinarios de Semana Santa, y de manera especial para la coronación de la Virgen de las Angustias, en ambos casos con sus trazos tan rotundos, tan conquenses, que venían a coincidir con la famosa frase de Marco Pérez, convertida en bronce: “el alma de Castilla es el silencio”.
El año pasado pude hablar varias veces con Luis Roibal, sobre todo tras la celebración de la Semana Santa, que pudo ver por la televisión de Castilla-La Mancha en su casa de Uña, luchando contra el cáncer: “He disfrutado viendo la procesión “Camino del Calvario. Debo ser el número 1 de la Hermandad del Jesús. Qué gran retransmisión habéis hecho. La procesión de las seis me trae muchos recuerdos”. También soy de San Pedro Apóstol, que conste”. En su alma de artista, en este caso en la faceta religiosa, señalaba: “Hice en su tiempo centenares de dibujos de la Semana Santa de Cuenca y de la coronación de la Virgen de las Angustias”.
Pese a la gran talla artística de Luis Roibal, con numerosa obra en todo el mundo, pero sobre todo en los Estados Unidos, han sido muy pocas las publicaciones semanasanteras que han incluido alguno de sus trazos nazarenos.
Merece destacarse, no obstante, la inclusión de dos dibujos de Roibal en tinta china, en el Catálogo “La Semana Santa vista por los pintores conquenses”, de 1993, con el título “Viernes Santo en San Pantaleón”, que vienen a evocar las antiguas “turbas” de la procesión de la madrugada, muy al hilo de la novela de Andrés González Blanco, que el propio Goya hubiese pintado. Impresionantes los dos apuntes.
Su obra más reciente en Cuenca, en los últimos años, han sido las tablas de pintura religiosa que se pueden contemplar en el “fabuloso Retablo de la iglesia de San Felipe”, como lo definió Florencio Martínez, y el diseño de la parroquia de San Román en la barriada de Villa Román.
La última obra de Roibal será la del monumento proyectado en un mirador del camino de San Isidro, en recuerdo de José Luis Coll. El artista conquense me comentaba que “se trata de un libro abierto que se asemejaba al vuelo de los buitres de las Hoces de Cuenca y de la Serranía”. Roibal, también perenne en Cuenca.