Hasta los menos golosos acostumbran, con los Reyes Magos a la vuelta de la esquina, a hincarle el diente al dulce más popular en estas fechas, el roscón de reyes, que si bien desde antes de Nochebuena ya se elabora y vende en todas las pastelerías conquenses, es en esta semana cuando su demanda se dispara, prologándose incluso hasta más allá del día 6.
Harina, leche, huevos, mantequilla, sal, azúcar y un poco de aceite son ingredientes imprescindibles junto al agua de azahar y la piel de naranja, aunque también hay pastelerías que elaboran algunas unidades sin alérgenos (huevos, leche, gluten) para aquellas personas con determinadas intolerancias.
Y luego está el relleno, que se inserta un poco a gusto del consumidor, aunque los más populares son los de nata, cabello de ángel, crema y trufa.
“También los hay, aunque pocos, que los encargan rellenos de nocilla, chocolate o fresa”, comenta Peter Guba, de las pastelerías Casamayor, la primera de las cuales acaba de cumplir seis años en la capital. O hasta de merengue, según añade Antonio de Lerma, de la confitería con 91 años de historia Casa de Lerma, algo que puede resultar “un poco dulce de más”, pero, para gustos, los colores, porque en el lado opuesto están también quien los prefieren sin relleno, ideales para untar en chocolate o incluso en café con leche.
El secreto, apuntan estos dos pasteleros, está en escoger unos ingredientes de calidad, y, ya con esa materia prima, tendrá más posibilidades de éxito un proceso que no obstante lleva su tiempo, pues solo en el amasado se pueden ir tres cuartos de hora, a lo que después hay que añadir el reposo, el fermentado, el moldeado, la introducción de la sorpresa, la decoración con fruta confitada, almendras o azúcares y el horneado. Este último suele durar entre ocho y veinte minutos en función del tamaño y su control es fundamental para que el producto quede sabroso.
Cada pastelería, señala De Lerma, tiene “su truco”, y con el paso del tiempo van introduciéndose novedades, aunque en su caso reconocen ser fieles a la receta de su bisabuelo, que data del año 1927 “y sigue funcionando estupendamente bien”.
En lo que todos coinciden es en que, al ser un trabajo artesanal, es necesario tomarse su tiempo para que cada roscón de reyes salga lo más apetitoso posible, máxime en estos días de gran avalancha de pedidos.
Después, solo falta confiar en que a los clientes y a sus allegados (e incluso a sus Majestades los Reyes de Oriente, a quienes muchas familias convidan a un trozo de roscón) les guste el combinado y lo disfruten, sobre todo tras la comida familiar del Día de Reyes, de forma que el año que viene, por estas mismas fechas, si puede ser, repitan.