Todo empezó cuando nació su primera hija, Paula. “Me di cuenta que algo pasaba, porque era un bebé que no dormía casi nada, levantó la cabeza el primer día y a los dos meses estaba sentada”, cuenta Silvia Fernández, una madre de dos niñas con altas capacidades.
Algo no encajaba en el puzzle y con el paso de los años y la ayuda de expertos ha podido comprender la realidad que viven sus hijas cada día. Pero se preguntarán ¿qué son las altas capacidades?
No hay una definición consensuada por diferentes expertos porque se han encontrado ante un nuevo paradigma de la inteligencia.
Si bien, se podría definir como una capacidad intelectual sobresaliente en la que el Coeficiente Intelectual (CI) es de 130 o más. Aunque no se limita simplemente al CI, sino que estos niños y niñas son talentosos y precoces intelectualmente. Es decir, estos menores tienen aptitudes que, con una estimulación adecuada, pueden potenciarse y multiplicar sus aprendizajes.
En este sentido, la experiencia personal de Silvia con Paula y Ainara le ha llevado a comprobar como además de las características anteriores también “son niños y niñas hípersensoriales, que no toleran el no y tienen un nivel alto de frustración si no son capaces de conseguir algo porque son muy autoexigentes con el mundo y con ellos mismos”, explica. Además, desde su perspectiva ha comprobado como la gestión de las emociones juega un papel crucial en su vida.
Las familias solicitan la presencia de psicólogos en los centros educativos para que la situación de estos niños y niñas se comprenda
Sin embargo, no todo ha sido ni mucho menos de color de rosa en estos años. “Yo buscaba mucha información cuando eran bebés pero no daba con la clave. Cuando llevamos a Paula al psicólogo con cuatro años supimos que pasaba”. Fue en ese momento cuando escucharon por primera vez las palabras mágicas: altas capacidades. En cambio, hasta que Paula no cumplió siete años no tuvieron en sus manos un informe que lo notificaba.
En este punto empezaron los problemas. “En el colegio nos dijeron que no podía ser y tuvimos que acudir al centro Despierta Cuenca para tener la opinión de la psicóloga y neuropsicológa, María Álvaro”, cuenta.
Creen que el problema está en el sistema educativo porque los niños y niñas con altas capacidades no son comprendidos. “Se aburren, desconectan y aprenden cosas que no son su nivel. En algunos casos adelantan contenido pero no van más allá”, dice.
Por este motivo, estas familias demandan la presencia de psicólogos en los colegios e institutos para que su situación se comprenda. Pero sobre todo, necesitan profesionales con una mayor voluntad por entender las necesidades específicas de estos alumnos. “Los orientadores tocan el tema durante sus estudios pero no lo profundizan y a veces a los padres de niños y niñas con altas capacidades nos toman por locos”, comenta.
Eso sí, cuando el centro comprobó que las niñas tenían altas capacidades se volcaron para ayudarlas y a día de hoy trabajan codo con codo con la familia.
DIVULGACIÓN
Para los padres como Silvia tener hijas con altas capacidades “es un reto diario”. Por ello decidió abrir un perfil en Instagram con el objetivo de ayudar a esas familias que se están iniciando en el mundo de las altas capacidades y así divulgar los conocimientos que ha adquirido en base a sus experiencias personales.
En sus publicaciones de redes sociales cuenta los pasos a seguir para detectar un caso de altas capacidades y anima a todos los padres “a ser valientes para estar a la altura de los niños y niñas”. “A una persona con miopía se le ponen gafas y a los que se les detectan altas capacidades también hay que ponerle remedio. Los padres no deben dejarlo pasar ni dejar el informe en un cajón de casa porque puede perjudicar a sus hijos”, apostilla.
En su caso, trata el tema con extrema naturalidad y siempre explica a la gente lo que son las altas capacidades porque “hay gente que tiene miedo por desconocimiento”.
Su próxima meta es terminar el libro que está escribiendo sobre la historia de sus hijas porque “creo que servirá a mucha gente conocer un caso real”. Por último, cree que aún falta mucho trabajo por hacer para favorecer la integración de estos menores “para que no sean vistos como listillos” dice. En este sentido anima a las familias a normalizarlo y en el ámbito escolar solo espera que puedan hacerlos brillar en lugar de apagar su luz.
Educación alerta de que hay más de 3.000 casos de chicos y chicas en edad escolar que tienen altas capacidades sin identificar en CuencaDetectar casos de niños y niñas con altas capacidades es todavía muy complicado en la provincia de Cuenca pues el desconocimiento de los padres, equipos docentes y la sociedad en general hace que este tema sea visto en muchos casos como algo negativo e incluso como un tabú.
Sin embargo, los profesionales especialistas en altas capacidades como María Álvaro, la psicóloga del centro Despierta Cuenca, pionero en la provincia, contribuyen a ayudar a estos menores y sus familias. Es por ello que poco a poco son más las personas que se acercan hasta su centro para resolver una pregunta: ¿Qué le pasa a mi hijo?
Así, gracias al trabajo de los expertos, en la provincia de Cuenca se ha pasado de notificar 50 casos entre 2018 y 2019 a detectar 77 entre 2019 y 2020, un progreso que para María Álvaro es “todo un logro”. Eso sí, estos datos sitúan a la provincia a la cola en materia de detección de altas capacidades entre los menores.
En la misma estadística se apunta también que el alumnado total de Cuenca y provincia suma 30.024 niños y niñas. por tanto, se desprende que solo se ha detectado a un 0,26 por ciento de los niños con altas capacidades.
En este sentido, desde el Ministerio de Educación alertan de que hay más de 3.000 casos sin estudiar en la provincia de Cuenca que se sitúa a la cola del resto de territorios nacionales.
Con todo, es necesario hacer hincapié en la necesidad de prestar atención a comportamientos y situaciones atípicas entre los más pequeños.