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“¡Que viene la vaca!”, gritaban en 1922, tras catorce años sin fiesta

Hace cien años Cuenca recuperó la tradicional fiesta de la Vaquilla, prohibida por el ministro La Cierva en 1908
Imagen de la anteplaza, en la puerta de las “Blancas”.// Foto: Pinós.
20/09/2022 - José Vicente Ávila

Con motivo de la celebración de la Vaquilla de San Mateo, en el 845 Aniversario de la Reconquista de Cuenca por el Rey Alfonso VIII, que dio a Cuenca tierras y Fuero, recordamos que hace un siglo, concretamente en 1922, se reanudó la tradicional vaquilla, después de catorce años de prohibición. Se publicaba en 1898 que “la vaca” no podría suprimirse, pues en ese caso sería el concejal de turno quien corriese con la maroma; sin embargo llegó la prohibición en 1908 y Cuenca estuvo catorce años sin vaquillas.

Sobre la tradicional fiesta septembrina, el primer dato oficial aparece en el Documento del Archivo Municipal del  año 1581, sobre institución de la festividad cívico-religiosa en el día de San Mateo, como aniversario de la Conquista de Cuenca por Don Alfonso VIII. Pregón que se dio el 19 de septiembre de ese año por el muy ilustre Señor don García Busto y Villegas, Corregidor de las Ciudades de Cuenca, Huete y sus tierras. Sin embargo, ya “en 1529 se quejaba el vecino Alonso Muñoz Cejudo de que entraron las Vaquillas en la catedral”, según publicaba  el diario “El Sol” en 1929.

De la Vaquilla de San Mateo se han escrito y pregonado muchas historias, curiosidades, y costumbres a lo largo de tantos años, pero no tiene desperdicio el texto que con el escueto título de "La Vaca", publicaba el semanario conquense "La Crónica" el 24 de septiembre de 1898 firmado por “Él mismo”: "Si los toros es la fiesta nacional genuinamente española, la vaquilla es una fiesta tan arraigada en las costumbres de este pueblo, que si se suprimiera en un día de San Mateo sería causa de alteración de orden público, que haría a nuestros ediles correr por la maroma, ya que ésta no corría con la vaca”.

En aquel año, marcado por la guerra hispano-estadounidense, se celebraban vaquillas el 20 y 21 de septiembre como solía ser costumbre; en uno de los párrafos el cronista luce sus dotes literarias y comparativas: “Con las solemnidades de costumbre comenzó la fiesta a la que asistió numeroso y selecto público, un verdadero lleno, particularmente en los tendidos de Sol y de Sombra (Gradas y Ayuntamiento) donde no cabía, como suele decirse, ni una naranja. El hermoso golpe de vista que presenta la Plaza Mayor en las grandes solemnidades, estaba realzado (bajo el punto de vista profano) porque al armonioso conjunto de luz y de colores que se aprecian en un día de procesión, por ejemplo, hay que añadir más color, más vida, más ruido, más movimiento…”

Y terminaba así su croniquilla: “El selecto público que había presenciado "la vaca" desde los balcones del Ayuntamiento bailaba en las salas consistoriales bajo los acordes de la Banda Municipal de Música que dirigía el maestro Arturo García Agúndez”, fundada tres años antes.

 

Imagen de la fiesta en el año 1924, dos años después de la recuperación.

Los comienzos del Siglo XX fueron ciertamente convulsos para el espectáculo taurino, pues ya había voces en contra y fue en febrero de 1908 cuando el ministro La Cierva promulgó la prohibición de torear a las mujeres y de realizar capeas y encierros, de tal manera, que Cuenca no pudo celebrar la Vaquilla durante catorce años desde 1908 hasta 1921.  En 1905, el día 20 tuvo lugar una celebración en la Catedral con una solemne función religiosa en honor de San Mateo Apóstol, con asistencia de la Corporación Municipal, acompañada de la Banda Municipal”. En ese acto, el Coro dirigido por Julián Ortiz, organista de la Catedral de Orense, y natural de Villalba de la Sierra, interpretó la misa de Zubiarre, que en aquella época suponía todo un acontecimiento.

Tras esa misa tan solemne se celebró por la tarde la tradicional “corrida de vacas enmaromadas” como se solía publicar en la prensa local. “La Plaza Mayor estaba animadísima y los balcones convertidos en apretados ramilletes de mujeres hermosas. Afortunadamente no hubo que lamentar incidente alguno”. Dos años después, en 1907 se celebraba la última vaquilla previa a la prohibición ministerial: “Ayer tarde, festividad de San Mateo, tuvo lugar en la Plaza Mayor la tradicional corrida de vacas enmaromadas. Hubo los acostumbrados revolcones sin consecuencias”.

En esos años la festividad del 21 de septiembre quedó relegada a la misa en la Catedral, con asistencia de la Corporación. Los aficionados se conformaron con ir a los toros en los días de San Julián, y echaban de menos la costumbre de correr la vaca, que como dije en mi Pregón de 1989, para los conquenses “es una fiesta táurica”, palabra que sin yo saberlo entonces ya había utilizado el escritor Florencio Martínez Ruiz en su artículo “Vaquillas de Cuenca” de 1960 en el que escribía que “cada conquense vive en estos días de septiembre la apoteosis táurica porque lleva dentro de sí un maletilla –frustrado o sin frustrar-- con tradición y fama”.

 

La Vaquilla en la Plaza Mayor, cuando se echaban “peleles” o “judas”, en la década de los cincuenta

1922: DE NUEVO, LA VAQUILLA

La afición de Cuenca se había quedado sin vaquilla y sólo le quedaba ir a la plaza de toros La Perdigana, en la Ventilla (hasta 1912) y después a la plaza de Caballer (cerca del paso a nivel en el Paseo de San Antonio) inaugurada en 1913, pero que sólo duró ocho años. De tal manera, que cuando no había vaquilla se celebraban novilladas o corridas, y cuando se recuperó la fiesta de la Vaquilla entonces no había plaza de toros, hasta que se inauguró la actual el 5 de septiembre de 1927.

Con inmensa alegría se recibió la noticia a finales de agosto de 1922 de que la vaquilla enmaromada iba a correr por la Plaza Mayor, gracias a las gestiones del alcalde señor Torralba. “¡Qué viene la vaca!”, se decía por la Carretería, la Correduría y la Plaza Mayor. La noticia llegó en las vísperas de San Julián y “El Día de Cuenca” lo resaltaba con este titular: “Lo que nadie esperaba”:  “Vuelve a resurgir un festejo típico, tradicional, de honda raigambre popular, no presenciado aún por quienes esto escriben, pero altamente loado por sus más decididos partidarios y entusiastas. Tal es la vaca enmaromada. Este espectáculo, que gobernantes previsores suprimieron con recio tesón promovedor en sus días remotos de apasionamiento y oposición, tiene para los que no lo han visto, con sus propios ojos, un ardoroso interés y no escasea de originalidad quien al resucitarlo en la época actual, se rinde al halago popular sirviéndole un plato de su gusto”.

En plenas fiestas de San Julián, el público acudió en masa, pues “la popular diversión de la vaquilla reunió en la Plaza Mayor a un gentío inmenso que satisfizo sus ansias toreriles al paso de las reses. El público rió grandemente de los cómicos incidentes de los toreadores espontáneos y hubo sus cariñosos revolcones sin hacer pupa. La Banda municipal ejecutó desde la Alcaldía piezas bonitas y la fiesta del pueblo terminó sin el menor incidente”. (Esos mismos días llegó la noticia de que el Gobierno iba a instalar 2.015 postes --30 de diez metros--, entre Tarancón y Cuenca, para que llegase la línea telefónica).

Los conquenses táuricos estaban de enhorabuena y se divertían, aunque echaban de menos la plaza de toros, que cinco años después iba a ser una realidad, gracias al alcalde Conversa y al arquitecto municipal, Fernando Alcántara. La vaquilla era por tanto el festejo taurino que animaba las fiestas de San Julián y los días de San Mateo en los “felices veinte”.

 

Foto: Pinós

UN MAROMERO IRRESPONSABLE

Pero si en 1922, el año de la recuperación de la fiesta matea no hubo ningún incidente, en 1923 se lió una buena como bien recogía “La Voz de Cuenca”: “En la tarde del día 21, durante la fiesta de la tradicional vaquilla, ocurrió en la anteplaza un lamentable suceso que pudo tener fatales consecuencias, del que fue protagonista uno de los maromeros llamado Nicolás Pérez Martínez. El maromero introdujo a viva fuerza una de las vacas en el vallado construido ante la antigua “Tienda Asilo”, ocupado exclusivamente por mujeres y niños.

Se refiere a la puerta de las monjas “Blancas”, congregación que llegó a Cuenca en 1945 y por tanto se trataba de un local cedido al entonces cercano Asilo de Ancianos de la Merced.  “La presencia del cornúpeto produjo tan espantosa confusión, que muchas personas rodaron por el suelo siendo pisoteadas por la muchedumbre que, loca de terror, pretendía ponerse a salvo”. Además de varias personas que recibieron contusiones, resultó con una herida en el muslo derecho producida por uno de los cuernos de la vaca, la joven de 19 años, María Alberto Gómez, hija del sereno municipal Nicolás Alberto Moragón.

Añadía el periódico local: “Al darse cuenta el público de tamaña salvajada, pretendió linchar al autor, lo que pudo evitarse a costa de grandes esfuerzos por las fuerzas de seguridad y de la Guardia Civil, de servicio en la Plaza Mayor, las que condujeron detenido al maromero Nicolás Martínez, a la cárcel, a disposición del gobernador militar”, pues acababa de entrar el Directorio militar y el castigo era por tanto más severo.

Además de ese período entre 1908 y 1921, sin vaquillas, hubo otras etapas desde 1931 hasta 1940 en los que tampoco se celebró la fiesta matea, como se recoge en distintas publicaciones. Por ejemplo en 1935 la única nota informativa que vemos en “El Defensor de Cuenca” del 21 de septiembre es que “en la Catedral se han celebrado los tradicionales cultos a San Mateo Apóstol, conmemorativos de la Conquista de la Ciudad por Alfonso VIII, habiendo predicado el ilustre doctoral Joaquín María Ayala”.

La fiesta matea se reanudó en el año 1941. Un año después tampoco se soltó la vaquilla por obras en el pavimento de la Plaza Mayor, y aunque se dijo que se celebrarían una vez terminadas… enseguida se echó el invierno. Lo mismo ocurrió en 1968, que por obras en la Plaza Mayor la vaquilla se trasladó a la plaza de toros, resultando un fracaso. Y como bien es sabido, por la pandemia de la Covid-19 se suspendieron los festejos de 2020-21. Este 2022, como hace un siglo, la vaquilla vuelve por sus fueros… que son los de Alfonso VIII.