Los casi 500 restos óseos de animales, que se han recuperado en las excavaciones arqueológicas de dos estancias ocultas desde hace más de un siglo en la Casa del Corregidor de la capital conquense, han permitido arrojar algo de luz sobre la forma de vida y, en especial, la “mísera dieta” de algunos presos de la antigua cárcel existente en los sótanos de este emblemático edificio de los siglos XVI y XVIII; en concreto, de los presos que eran encerrados en dos celdas de castigo, que estuvieron en uso desde mediados del siglo XVIII hasta finales del XIX y que fueron descubiertas en la última rehabilitación integral de este inmueble histórico, que por el momento alberga la sede del Consorcio de la Ciudad de Cuenca.
Un total de 491 fragmentos óseos que se suman a los otros 1.500 encontrados en el resto de dependencias y que han servido de base de estudio para una investigación zooarqueológica de esta antigua prisión, el primer trabajo de estas características que se acomete en la ciudad de Cuenca y de los pocos a nivel internacional sobre una cárcel, tal y como recalca su autor, el arqueólogo conquense Santiago David Domínguez Solera, quien explica que este estudio forma parte de la completa investigación arqueológica de la Casa del Corregidor elaborada, junto al también arqueólogo conquense Michel Muñoz, entre los años 2009 y 2021.
A pesar de la amplitud del estudio zooarqueológico, cobra especial relevancia los resultados obtenidos en las excavaciones de las dos celdas de castigo ya mencionadas, entre otras razones, porque “han estado tapiadas desde finales del siglo XIX, según atestiguan los restos cerámicos hallados en su interior, lo que ha permitido encontrarnos con unos suelos totalmente inalterados y con una información fehaciente del siglo y medio que estuvieron en uso”, detalla Domínguez Solera.
EXCAVACIONES CUIDADOSAS
De ahí que, según puntualiza, las excavaciones en estas dos dependencias tan especiales se llevaran a cabo con extremo cuidado, “centímetro a centímetro y cribando todo lo extraído del suelo, como si se tratase de unas excavaciones de una cueva del paleolítico”. Y es que las expectativas generadas en torno a ellas eran muchas y finalmente no defraudaron.
Se recuperaron casi medio centenar de fragmentos óseos de animales como vaca, oveja, cabra, cerdo, gallo, gallina, conejo, ciervo y pescado, que reflejan el tipo de dieta de estos presos.
A priori especies que no distaban mucho de lo que pudiera consumir el resto de la población de la ciudad en esa época, aunque con una diferencia muy notoria, puesto que se trataba de restos de las peores partes de los animales; es decir, aquellas que no tienen prácticamente carne y suelen considerarse deshechos de carnicería. No en vano, entre los restos de animales recuperados, había cuernos.
A ello se suma el hecho de que se trataba de trozos muy pequeños, lo que hace pensar al autor de la investigación que “se los servían con algún tipo de guiso para compensar su pésima calidad”.
Lo que está claro para Domínguez es que la dieta de estos presos era “bastante mísera” y, de hecho, “pasaban mucha hambre”, a tenor de los “restos de huesos encontrados con marcas de dientes de humanos”.
EXISTENCIA MISERABLE
Todo apunta a que las condiciones de vida en estas celdas de castigo eran extremadamente penosas. Y es que no hay que olvidar, según subraya Domínguez Solera, que en ellas los presos estaban encerrados en total oscuridad al no haber ventanas ni aberturas en las paredes, encadenados a unos grilletes anclados a la pared y, por si fuera poco, pasando hambre, mucha hambre.
Otras pruebas de la “miserable existencia” en estas celdas, bien pueden ser, a su juicio, las astillas de madera a medio arder halladas entre el material del suelo, como si se hubieran utilizado para obtener algo de luz o calor.
En definitiva, una completa y exhaustiva investigación zooarqueológica que ha permitido saber más sobre cómo vivían los presos encarcelados en estas dos celdas de castigo de la prisión de la Casa del Corregidor, situadas entre las plantas tercera y cuarta desde la calle Matadero Viejo o entre los sótanos dos y tres desde la calle Alfonso VIII.