Macarena, maestra artesana de Bordados San Julián, ha convertido el salón de cada en un taller de bordado improvisado. Las dos integrantes de esta empresa continúan sacando adelante los encargos durante la cuarentena, proyectos que no pudieron ser entregados o piezas especiales en las que se encuentran trabajando para los próximos meses.
Durante el encierro han terminado de bordar las gualdrapas del paso infantil de la Virgen de la Amargura, escudos de nazarenos, encargos a particulares e incluso regalos para el día del padre.
El trabajo no les ha cundido igual que en el taller porque “siempre se te olvida algún hilo y no es lo mismo trabajar en casa”, comenta (apellido). Sin embargo, coser les ha servido para evadirse de los problemas durante estos días y pasar la cuarentena entretenidas siempre con el propósito de mantener a flote el negocio hasta que concluya el Estado de Alarma.
“El ritmo de trabajo no es el mismo, esto afecta psicológicamente y los pocos ingresos que hemos tenido van destinados a pagar facturas e impuestos”, explica Macarena. Un mes de trabajo prácticamente perdido que no ha conseguido derribar sus ganas de continuar bordando.
Hilvanando la temporada de fiestas de otoño cuentan ya con varios encargos provinciales para festejos locales que “esperamos puedan celebrarse y se haya normalizado todo para entonces”.
Mientras bordan es inevitable pensar en la Semana Santa perdida. Unos días especiales en los que no han podido ver sus trabajos recorrer las calles conquenses. “Siempre hace ilusión ver tanto a los más antiguos como a los nuevos, es bonito ver a la gente disfrutar con el fruto de nuestras manos”, expresa.
Por ahora, esperan que los conquenses apuesten por la artesanía local para impulsar la vuelta a la “nueva normalidad” siempre transmitiendo un mensaje de ánimo y esperanza a través de su laboriosa obra.