En México el 2 de noviembre, Día de los Muertos, es toda una fiesta. En este país la muerte no es sinónimo de tristeza sino que se celebra, es algo familiar y incluso se le rinde culto. Una cultura muy alejada de la nuestra en la que, aunque cada vez es más normal afrontar el final de los seres queridos, aún causa miedo la imagen de los muertos y todo lo que les rodea. Pero hay profesionales para los que la muerte forma parte de su día a día.
Hace 25 años el Convento de las Carmelitas de Cuenca acogía una inquietante exposición de la artista Marga Clark que conformaban 45 fotografías de tipo funerario, una serie que inició en 1989 en el cementerio Saint Michele de Venecia. El título: ‘En aquel lugar donde habita la memoria’.
Ahí, en ese lugar, es donde trabaja a diario Alfredo Cavalliaro, argentino afincado en Cuenca y enterrador del Cementerio Municipal ‘Cristo del Perdón’ de la capital desde hace 12 años.
Dice que, aunque pueda parecer lo contrario, en el camposanto no falta actividad que lógicamente se multiplica durante estas fechas. Pero el resto del año suele haber entre 300 o 400 visitas al día y hay que mantener y limpiar siete hectáreas “por lo que mis compañeros y yo no paramos”. El fin de semana de los Santos la cifra puede superar los 10.000 visitantes. “Hay veces que bromeamos con la posibilidad de cobrar una entrada”, dice entre risas Alfredo.
Sorprende lo mucho que sabe de su lugar de trabajo. Conoce detalles de casi todas las lápidas y de quienes reposan en ellas porque “hay casos que se te quedan grabados”. Es un gran amante del arte funerario y muestra con pasión las tumbas o panteones más atractivos o curiosos, como su favorita, la del maestro conquense de principios del siglo XX Carlos Valentín Carretero y Serrano, cuyo rostro esculpido está serio o sonriendo según la perspectiva. “Soy muy curioso, me gusta ir leyendo los epitafios, mirando...”. Alfredo no siente miedo en el cementerio y desmiente por completo que haya fantasmas o espíritus. “Ni mis compañeros ni yo hemos visto nunca nada, es un mito”. Más pavor les da encontrarse al ir a abrir por las mañanas los restos de los botellones que hacen algunos jóvenes en la puerta.
En ocasiones, también se han topado dentro del recinto con extraños ritos que se han hecho por la noche como frutas con monedas o dibujos con sal gorda. “Tonterías”, como las califica Alfredo. “Los que dan problemas son los vivos, no los muertos”, sentencia. “Nosotros no hemos percibido nunca ninguna energía ni nos ha pasado nada raro, es un trabajo más”.
A lo que no te acostumbras es al dolor de las familias, hay casos que no se te borran nuncaSin embargo, hay cosas que este empleado lleva muy mal, como es el olor cuando tiene que hacer alguna inhumación o refundir huesos, “pero a eso se te hace el estómago, a lo que nunca te acostumbras es al dolor de las familias. El día que enterramos a Laura del Hoyo y Marina Okarynska, fue uno de los más duros, o cuando se entierra a un niño o una madre entierra a un hijo. Eso te afecta mucho el ánimo”.
También sufre cuando ve a personas que van los 365 días y no superan la pérdida o cuando ve que hay lápidas de las que nadie se acuerda y están abandonadas como es el caso de la de Emilio Sánchez Vera, gran literato, bibliotecario y periodista nacido en Cuenca. “Yo soy una esponja y reconozco que muchos días me voy mal, no puedo evitarlo”.
En el transcurso de la entrevista su móvil suena cada cinco minutos. “Estos días llaman mucho a preguntar los horarios”. Para él, la clave de su trabajo es ser muy paciente y tener tacto al tratar con la gente “son momentos muy difíciles en los que te pueden contestar mal, pero hay que entenderlo y sabemos que puede pasar. Lo importante es mimar a las personas, hacérselo más llevadero”. En general, apunta, la gente es amable y agradecida. Para este argentino la muerte es algo natural. “Nacemos para morir, eso es parte de la vida, lo que lo fastidia son las muertes prematuras”.
A su edad cree que se jubilará en el ‘Cristo del Perdón’. Su nieto está muy orgulloso de que sea el enterrador. “Cuando viene me pregunta que dónde están los zombies y juega por aquí. Para los más pequeños esto es algo distinto y les divierte”.