Es el abismo entre los abismos. Tanto para el que se va como para el que lo intenta y sobrevive, y para los familiares y allegados que se quedan. Albert Camus decía que el único problema filosófico verdaderamente serio es el suicidio. En la familia de Carlos lo saben bien. Su única hija era una chica sensible, buena estudiante y muy madura para su edad. Llevaba un tiempo que no podía dormir y se encontraba algo triste, pero todo aparentemente dentro de lo ‘normal’ para una persona adolescente. Hasta que un día, hace ahora cuatro años y siete meses, cuando ella tenía 18 años, la joven decidió que se bajaba de este mundo.
El día se hace noche literalmente en esos momentos. “Necesitamos ayuda para afrontarlo porque nos sobrepasaba el dolor”, recuerda ahora Carlos, que forma parte de la Red Aipis, una entidad sin ánimo de lucro dedicada a la investigación, sensibilización, prevención, apoyo a supervivientes, formación y elaboración de materiales de autoayuda sobre conducta suicida.
El pasado 10 de septiembre, se celebró el Día Mundial para la Prevención del Suicidio. Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), durante 2017 se produjeron en Castilla-La Mancha 157 defunciones por conductas autolíticas (126 hombres y 31 mujeres), lo que supone una muerte cada dos días por esta causa.
Primera causa de muerte externa
En el conjunto del país, el suicidio se mantuvo como la primera causa de muerte externa en 2017, con 3.679 fallecimientos, un 3,1% más que en 2016. Eso supone que en España mueren por este motivo diez personas al día. Y es la segunda causa de muerte entre la población juvenil, por detrás del cáncer. Para dar idea de la dimensión de este problema de salud pública, por accidente de tráfico fallecieron 1.943 personas.
“Pero estos datos son solo la punta del iceberg”, apunta Beatriz Vallejo Sánchez, psicológa clínica y miembro del equipo de coordinación regional de Salud Mental de Castilla-La Mancha. Porque por cada persona que fallece por suicidio, hay entre diez y veinte intentos, y es probable que estas vuelvan a probar en un futuro. Además, hay muchos más casos de afectados por ideación de suicidio que nunca llegarán a hacerlo pero que padecen igualmente un gran sufrimiento emocional.
“La magnitud real del problema no la sabemos. Los datos están infraestimados”, apunta esta experta, que detalla que muchos suicidios se camuflan como muertes accidentales por caídas desde alturas, intoxicaciones o siniestros de tráfico pero la realidad no es esa.
El suicidio es la segunda causa de muerte entre la población juvenil“El impacto real es muy grande”, enfatiza Vallejo Sánchez, que precisa que las secuelas de esta problemática se extienden también a su entorno. La Asociación Internacional de Prevención del Suicidio calcula que por cada caso, “aproximadamente 135 personas sufren un dolor intenso o se ven afectadas de alguna manera”.
Aunque su concepción ha ido variando a lo largo de los siglos y según las culturas, el suicidio ha arrastrado un estigma consigo que recluye en el silencio de sus casas a las familias que han sufrido este dolor tan negro. Además del huracán de sentimientos de culpabilidad, vergüenza, rabia e incluso odio que asola a los familiares, estos se ven abocados en la mayoría de las ocasiones a digerir en solitario un proceso de duelo por pérdida que es más dificultoso aún que el resto debido a las circunstancias de la muerte de su ser querido.
En este sentido, la psicóloga Beatriz Vallejo indica que aunque hay familiares que no quieren hablar del tema, otros sí desearían verbalizar su sufrimiento por la pérdida pero no sienten en su entorno el apoyo necesario para hacerlo. Muchas veces porque la gente de alrededor tampoco sabe cómo abordarlo. Por desconocimiento o incluso miedo a tocar el tema. “Probablemente no busquen ayuda y se sientan muy solos. Esto hace que el proceso de duelo sea todavía más complejo”, advierte.
Apoyo del entorno
Afortunadamente, no fue el caso de Carlos y su mujer, que en todo momento se vieron apoyados: “No es lo habitual pero tuvimos la inmensa suerte de recibir mucho cariño de todo el mundo”. Aunque la gente evite preguntar por el familiar fallecido por suicidio, a veces solo se necesita a “personas que respeten tu silencio pero se sienten a tu lado”. Ellos tampoco ocultaron su caso. “Necesitamos hablar de las personas que hemos perdido porque los queremos”, enfatiza.
Desde que su hija no está, ha habido un trabajo de retrospectiva y la llamada “autopsia psicológica” señala a un caso de acoso que sufrió cuando era una niña de unos “ocho o diez años” como posible origen de la depresión posterior. Ese suceso podría haberle provocado una pérdida de autoestima que fue creciendo sin que nadie se diera cuenta y que estalló cuando la joven vivió después una situación similar a la de su infancia.
Cuando su hija empezó a dormir mal, acudieron a su médica de cabecera pero esta les transmitió que su estado más nervioso era “lo normal” para una chica que cursaba segundo de Bachillerato y encaraba la temida Selectividad. Su padre relata que la joven se alimentaba de forma saludable pero todas las noches comía chocolate, quizás en un intento de subirse el ánimo.
Por ello, esta familia hace un llamamiento para que se esté alerta de posibles señales que adviertan de que se ha cruzado la línea que separa el estado convulso propio de la adolescencia de una depresión.
"Aconsejamos a los familiares supervivientes que utilicen todas las herramientas posibles para sobrellevar el duelo”, dice un padre que perdió a su hija por suicidioEl tabú
“Nosotros hablábamos mucho. Los tres teníamos una muy buena relación. Pero el tabú, el estigma que hay en torno a esto hizo que ella intentara protegernos y no nos contara lo mal que lo estaba pasando”, lamenta su padre.
“Hay que hablar. Lo que se habla, tiene solución”, subraya. Por ello, también pide a los medios de comunicación que traten el tema del suicidio, de forma responsable, con más frecuencia.
Aunque existen pocas asociaciones en el país que agrupen a los que se denominan familiares supervivientes, Carlos anima a buscar todo tipo de apoyos y hace hincapié sobre todo en los grupos de ayuda mutua porque hablar con otra persona que ha pasado por lo mismo alivia.
“Siempre recomendamos en el grupo a todos los supervivientes que utilicen todas las herramientas posibles, que perdamos el miedo y se deje de pensar que por ir al psiquiatra o al psicólogo estamos locos. Voy porque necesito ayuda para afrontar algo que me supera. Nosotros queríamos no ya estar bien, porque eso es imposible, pero al menos entender para poder respirar”, clama.
“Por el tipo de relación que teníamos con mi hija, las culpas nos machacaban menos que a la mayoría de supervivientes. Pero siempre te las inventas, aunque no existan. Y sobre todo queríamos entender lo que había pasado”, añade.
La gente a veces les dice que perder a una hija es mucho más duro. “Da igual que sea una madre, un padre, un hermano. El dolor es dolor. No tiene grados”, indica.
Por su hija, de la que dice que era “más adulta” que él, ofrece su testimonio para ayudar a otras personas, el encargo que de alguna manera siente que les hizo la joven a ellos. “Es el empuje que tengo. Que a ella no le gustaría que nadie más pasara por lo mismo”.
Seguro que su hija les diría a todas esas personas que alguna vez han contemplado el suicidio que, por favor, pidan ayuda.
207 llamadas al Teléfono de la Esperanza en C-LMEn el Teléfono de la Esperanza están habituados a escuchar a personas que atraviesan situaciones de desesperanza, con más o menos gravedad. Durante 2018, esta organización nacional (que tiene sedes en Castilla-La Mancha en Albacete y Toledo) recibió en la región 207 llamadas con temática específica de suicidio, según explica Elena Vargas Pacheco, psicológa de esta entidad en el centro albaceteño y coordinadora de programas.
De estas 207 llamadas, 175 respondían a ideación suicida, es decir, la persona ya había contemplado esta posibilidad. Otras 26 se debieron a crisis de suicidio, un momento de alta vulnerabilidad puesto que el afectado ya ha visualizado un plan para llevarlo a cabo. Y hubo otras siete personas que contactaron con el Teléfono de la Esperanza cuando el suicidio ya estaba en curso.
Elena Vargas explica que la entidad, una organización no gubernamental que opera a nivel nacional y que presta ayuda en situaciones de emergencia (teléfono general 717 003 717), cuenta con un protocolo para abordar los casos relacionados con suicidio, dependiendo de la gravedad de la situación. “Lo primero es la gestión de las propias emociones del voluntario que atiende la llamada. Hay que escuchar y acompañar al que está al otro lado del teléfono pero también teniendo claro que no se tiene la responsabilidad de lo que pase”, apunta la psicóloga.
Llamadas terapéuticas
“La llamada en sí misma es muy terapéutica. Tener a alguien que te escuche, ya quita un peso de encima y hace que la idea del suicidio se quede, por lo menos en esos momentos, en un segundo plano”, añade esta experta.
Al Teléfono de la Esperanza llaman más mujeres que hombres aunque son más los varones que fallecen por suicidio. Desde la entidad señalan que esto puede estar relacionado con el hecho de que a ellos culturalmente les cuesta más hablar de las emociones, lo que hace que también tarden más en pedir ayuda o directamente no lo hagan.
En esta dirección, se puso en marcha hace años una campaña que, bajo el lema Rompe el silencio, se centraba en los hombres. Aunque el objetivo iba más allá porque implica que el reto como sociedad es que los varones puedan desarrollar habilidades de gestión de las emociones y no se les cuestione por visibilizarlas.
A pesar del desierto que pueden estar atravesando los que acuden a esta entidad por temas de suicidio, Elena Vargas es optimista y destaca que en la mayoría de los casos las crisis se pueden superar con apoyo. “La persona puede salir reforzada y desarrollar recursos personales para gestionar los problemas puntuales y el sufrimiento”, indica.
Y es más, la psicóloga señala que también hay personas que un día llamaron al Telefóno de la Esperanza en busca de apoyo y que después han sido voluntarios en la entidad para ayudar a otros. “Esto es muy gratificante”, subraya.
Además de la atención telefónica, la entidad ofrece atención psicólogica presencial y cursos de crecimiento personal que proporcionan herramientas para enfrentarse a una vida que a veces desborda.
Y también atienden a personas que han perdido a familiares por esta realidad. “El duelo por pérdida por suicidio requiere una atención más individualizada”, apunta esta psicóloga, que añade que en un futuro les gustaría abordar esta problemática de manera grupal en talleres.
Con motivo de la celebración el 10 de septiembre del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, el Teléfono de la Esperanza ha desarrollado una campaña dirigida a toda la población con el objetivo de acercar esta realidad a toda la sociedad y despojarla del estigma que la rodea. Bajo el lema Yo también soy vulnerable, se pretende sensibilizar acerca del carácter universal del sufrimiento y destacar la importancia de reconocernos vulnerables como paso previo para pedir ayuda.
Esta campaña también hace un llamamiento a la empatía para que se preste ayuda al que esté pasando por un gran sufrimiento. Porque si todos somos vulnerables, también todos podemos ser agentes preventivos del suicidio.
Repunte en la población infanto-juvenil
De las 157 muertes por suicidio contabilizadas en Castilla-La Mancha durante 2017, once de ellas eran de jóvenes de entre 15 y 29 años. Aunque los datos de la población general más o menos se mantienen, sí se ha observado un aumento en la categoría infanto-juvenil, explica la psicológa Beatriz Vallejo, que apunta que aunque no se puede dar una explicación simplista, las redes sociales podrían tener algún tipo de impacto.
Esta experta forma parte del grupo de trabajo que ha participado en el desarrollo de las estrategias para la prevención del suicidio en Castilla-La Mancha, una de las comunidades (junto a Galicia, Valencia, Navarra, Euskadi y Extremadura) que ha diseñado protocolos integrales para abordar esta problemática no solo desde el punto de vista sanitario sino de una forma multisectorial involucrando a diferentes estamentos de la sociedad. En otras regiones, o bien se contemplan medidas solo a nivel sanitario o bien se está trabajando para crear un plan.
Así, más de 60 personas han participado en la región en el desarrollo de estas estrategias, que se enmarcan dentro del Plan de Salud Mental 2018-2025. Beatriz Vallejo considera que ese trabajo multisectorial es uno de los puntos fuertes de este protocolo, que aún deberá dotarse de más recursos para ser eficaz.
Hasta ahora, entre las acciones desarrolladas, están la elaboración de guías para sectores como Atención Primaria, equipos educativos y profesionales de la información; la puesta en marcha de acciones de sensibilización e información a la población general; y actuaciones formativas.
Tratamiento informativo responsable
Estas líneas estratégicas también señalan que es necesario un tratamiento informativo responsable sobre esta problemática (evitando el sensacionalismo y las descripciones de métodos) y generar contenidos que derriben tabúes, falsos mitos y sensibilicen a la sociedad. Así y dentro de las acciones del plan regional, en septiembre se celebró en el Campus Fábrica de Armas en Toledo la mesa redonda Medios de comunicación y conducta suicida, dentro del curso de verano de la UCLM titulado Prevención e Intervención en Conducta Suicida.
De cara a 2020, se proyecta trabajar en la creación de un observatorio sobre este fenómeno, que es complejo y multicausal. La enfermedad mental es un factor de riesgo importante pero no el único. Las personas con intentos previos y familiares en duelo por suicidio son a su vez una población de riesgo, al igual que aquellos con adicciones y con problemas de salud crónica.
La estrategia regional contemplará líneas de intervención en las diferentes etapas del ciclo vital (población infanto-juvenil, adulta, adulta mayor y personas frágiles). También deben difundirse los recursos disponibles para aquellos en situación de crisis. Porque no se está solo. El suicidio se puede prevenir.