La ilusión porque lleguen estas fechas para mostrar el conjunto de su obra es algo que los belenistas de Cuenca esperan con ansias para que el público se empape de su dedicación.
Una dedicación que en el caso de Félix Soriano verá la luz tras dos años de intenso trabajo en forma de un belén de unos 25 metros cuadrados y 2,40 metros de altura en su fondo, más medio millar de piezas y la ayuda en su realización y construcción de Aurora López, Ana María García, Jesús López, Carlos Peñuelas y Yasmina Buedo.
“Todo realizado con poliespán y escayola, paciencia y mucho mimo”, nos comenta Félix que puede presumir de una obra completamente artesanal, ya que no sólo los edificios, el terreno y los paisajes están hechos a manos, “también las figuras que van desde los 12 a los 6 centímetros realizadas en arcilla, pintadas y moldeadas a mano”, todas y cada una de las que completan este belén que, sin duda, dejará boquiabiertos a sus visitantes.
Como si fuéramos invitados VIP de una premier, pasamos días antes de su inicio a observar la obra de Félix prácticamente finalizada en la Hermandad de la Amargura. Una majestuosa construcción a escala en la que no falta detalle: un escenario amurallado con figuras y módulos de paisajes que se empequeñecen en la lejanía, efectos de luz led, que simulan los cuatro momentos del día y la noche, a los que se unen efectos sonoros y otros detalles como un río con niebla y hasta una máquina de nieve.
“Es algo que veo en sueños”, explica Félix sobre su planificación para esta gigantesca obra a escala. “Yo llevo más de 30 años con los belenes, yendo de aquí para allá, fijándote en cosas nuevas, construcciones, trucos... para que al final el resultado sea este. Hay mucho esfuerzo y dinero detrás de este belén, pero lo único que quiero a cambio es que la gente venga a verlo y lo disfrute”, explica el belenista a sabiendas de que el pasado año, más de 3.000 personas pasaron por este escenario navideño, una cifra que seguramente supere estas navidades.
Pese a la multitud de horas echadas, Félix pone en valor otra cosa por encima de lo absorto que pueda dejar al visitante la vista de su belén: la importancia del relevo generacional. “Cada vez somos más viejos y el espíritu de los belenes hay que inculcarlo para que no se pierdan estas tradiciones”, señala .
Asimismo, admite que es “muy raro” encontrar jóvenes belenistas como el caso de Carlos Peñuelas y Yasmina Buedo, encargados del no menos impactante belén de la ermita de San Isidro, abierto desde inicios de diciembre y que no ha parado de recibir visitas de entonces.
La escenificación ha cambiado por completo desde el año pasado “gracias al haber conocido a gente como Félix”, admite Peñuelas, al que la pasión por estas representaciones le han hecho moverse con la ambición de mejorar: “al final, viajas por toda España, en concentraciones de belenistas y allí ves nuevas ideas y cosas que adaptar, porque cada uno tiene su estilo, pero supone un nuevo reto para que cuando lleguen estas fiestas se disfrute de todo el trabajo del año”.
Lejos de pensar en el reposo tras todo lo fabricado, Félix, al igual que Carlos, ya están moldeando nuevas ideas con los que sorprender: “este belén debe durar unos cuantos años, pero ya llevamos varios meses pensando en proyectos para el futuro”. Mientras toman forma, sólo queda disfrutra del gran trabajo de estos apasionados del belén.
Tanto el de la Ermita de San Isidro Labrador, como el de la Hermandad de la Amargura comparte la fabricación del paisaje mediante módulos que recrean distintos escenarios de la época romana, hebrea e incluso egipcia, sin olvidar los tradicionales instantes como la anunciación a los pastores, los Reyes Magos o la posada del nacimiento, a los que se unen multitud de detalles.
