El nuevo Jardín de los Poetas: semiabandonado y sin público
Este mes de marzo se han cumplido dos años desde que, tras casi una década clausurado, reabriera al público sus puertas el Jardín de los Poetas tras unas obras de reforma sufragadas por el Consorcio Ciudad de Cuenca que supusieron una inversión de 420.000 euros, cantidad a la que poco después tuvo que añadirse otra de casi 8.000 euros ante el riesgo de desprendimientos en el muro como consecuencia de unas filtraciones de agua.
El tiempo transcurrido es suficiente para determinar si el nuevo jardín tiene o no aceptación, y la respuesta es que no: la mayor parte del día el espacio está desierto.
Y basta cruzar las rejas de la entrada para constantar su estado de semiabandono: las plantas crecen descontroladas y tapan parte de las escaleras; el cristal de la valla de vidrio próxima a la torre está totalmente sucio; el caucho del suelo infantil, lleno de pintadas de tiza y de cal que no cesa de caer de la vivienda anexa; la media docena de delgados árboles están secos, sin apenas hojas; el ascensor, destinado a permitir el acceso al jardín a personas con movilidad reducida, no solo no funciona, sino que el rincón en el que se ubica está lleno de manchas de orina y de pintadas; y hay excrementos caninos por las dos zonas de piedrillas, cuyo suelo presenta bastantes irregularidades.
A ello hay que añadir que sigue cerrado, y lleno de escombros y suciedad, el pequeño espacio habilitado en los bajos del jardín que supuestamente iba a utilizarse como sala de exposiciones; y que el interior de la torre de San Gil sigue destrozado, a la espera de una reforma integral demandada desde hace años por los vecinos y grupos políticos como Ciudadanos.
El Consorcio invirtió más de 420.000 euros en un jardín que estuvo 10 años cerrado
Para que el espacio en su conjunto resulte de utilidad, los vecinos entienden que es necesaria la rehabilitación de la torre, algo que lamentan que vaya a quedarse sin hacer en la presente legislatura.
Además del recurso turístico que el acceso a ella supondría, entienden que en su interior podría volver a acondicionarse la sede de que disponían hasta el año 2007 pues la actual, cedida por el ayuntamiento en la calle Madre de Dios, es excesivamente pequeña, de apenas 50 metros cuadrados, por lo que no les permite celebrar asambleas ni reuniones numerosas: para esto último tienen que utilizar la biblioteca del colegio público El Carmen, que les cede la Junta de Comunidades.
Disponer de esa sede entienden que daría vida al jardín y que les animaría a organizar talleres y otras actividades combinando tanto el espacio interior como el exterior.
Recuerdan, en este sentido, que si por algo se caracterizó antiguamente este jardín de en torno a 600 metros cuadrados fue por ser escenario de recitales poéticos y teatrales y punto de encuentro vecinal.
En esta línea, en los últimos días hay un folleto pegado a la puerta de la torre en la que se hace hincapié en el desuso de este lugar con bonitas vistas a la hoz del Huécar y el Cerro Socorro. Según aseguran, los turistas que entran en él se van al poco rato diciendo “esto no es nada”, ante lo que piden a la población ideas para reactivarlo, subrayando que aún es posible dotarlo de proyectos como “una biblioteca, talleres, recitales, música, estudios para crear, exposiciones”.

10 años cerrado
El hallazgo de unos restos de la antigua iglesia de San Gil, del siglo XV, durante el transcurso de un taller que en el año 2007 se puso en marcha para reforzar los muros del recinto, estuvo detrás del cierre, durante más de una década, de un jardín bautizado como “de los poetas” en 1956 y ante cuya remodelación y reapertura muchos vecinos se habían mostrado expectantes.
Su nueva imagen, más moderna pero donde el cemento y un pequeño tramo de pequeñas piedras ha sustituido a la hierba y la arena, sin arbolado que haga sombra, les parece a muchos vecinos más fría que la anterior, algo similar a lo que entienden que ha ocurrido con la reforma, también prolongada durante diez años, de la plaza de Mangana.
El anterior presidente de la asociación, el fallecido Juan el Arce, advertía ya en 2016 de que el espacio se había quedado limitado a “una especie de mirador, cuando antes había un jardín, una zona de juegos, un altillo en el que hacíamos jornadas poéticas”.
Pese a todo, los vecinos creen que el jardín todavía tiene solución y puede volver a ser lo que fue.